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El problema de la ceguera espiritual es que “no se ve”.
Texto: Juan 9
Personaje: el ciego de nacimiento.
Jesús predicaba en Jerusalén y un sábado encontró a un hombre que era ciego de nacimiento, a quien quiso sanar para que el nombre de Dios fuera glorificado. Sus discípulos pensaban que la condición de ese hombre se debía a su propio pecado o al de sus padres. Luego los fariseos se enaltecieron a ellos mismos y humillaron al ciego al verse exhibidos en su incredulidad e hipocresía.
Al Jesús dejar en claro que estar ciego no era resultado de una vida particularmente pecadora debido a que así había nacido, explicó también que sus padres tampoco habían pecado para que como castigo recibiera la ceguera. En otras palabras, el ciego no era más pecador que las otras personas ante Dios, como solían creer los judíos en aquel tiempo.
A lo largo del texto comprobaremos que el ciego de nacimiento era un hombre con una fe más grande que la de los líderes religiosos, pues a diferencia de estos pudo ver en Jesús al profeta que venía de Dios. El ciego podía ver más que los que presumían de ver y el pecador tenía más fe que los santos que califican de inmundos a quienes no satisfacen sus estándares de espiritualidad.
Al ser un ciego de nacimiento no vivía en angustia por su condición. Sus respuestas denotan a un hombre ecuánime en todo momento, que no estaba amargado o enojado con la vida, y con cierta sensibilidad. No se intimida fácilmente ni teme dar su opinión, pues cuando fue interrogado una y otra vez por los fariseos no temió decir lo que pensaba. Además, obedeció al Señor sin quejarse, no dudando ir al estanque para lavarse los ojos.
Jesús lo sanó, pero de alguna manera concluyó su trabajo con él al declararle, como a muy pocos, que era el Cristo. El Señor no lo dejó como estaba, aprovechó un nuevo encuentro para revelarse a él de forma directa y sencilla. Su sanidad física no era el único objetivo del Señor, sino el medio para darse a conocer personalmente al hombre que podía verle con sus ojos espirituales, mediante la fe.
Es un ejemplo de cómo amar a las personas. Jesús tuvo compasión del ciego. Se tomó el tiempo para hablar con él. Toda persona es valiosa a los ojos del Señor, quien no hace acepción de personas, porque somos sus criaturas hechas a su imagen y semejanza, y porque nos ha dado la vida.
Somos ciegos espirituales cuando:
Por otro lado, el Señor también amó a los religiosos al sanar en sábado. No lo hizo para molestarlos, sino para que algunos pudieran ver su propia ceguera, la espiritual. El Señor desea que todos procedamos al arrepentimiento.
Jesús nos muestra que debemos ser amorosos con aquellos a quienes los religiosos les han hecho creer que Dios está lejos de ellos. Jesús quiere acercarlos al Padre. Jesús pastorea al religioso hipócrita y al que le han dicho que Dios no está interesado en su vida. Unos necesitan saber que Dios les ha concedido ver, mientras que los otros necesitan saber que no ven.
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Muy edificante.