Esto ocurre en el vigésimo segundo capítulo de Lucas.

Los judíos estaban por celebrar la fiesta de la Pascua y Jesús estaba en Jerusalén con sus discípulos para ello. Ahí, los líderes religiosos conspiraron para matar a Jesús, aunque la gente lo tenía por profeta y sabían que no podrían hacerlo. Fue cuando uno de los discípulos de Jesús se les acercó para ofrecer entregarlo durante la noche. Se reunieron los discípulos a comer la cena de Pascua y Jesús mismo les dice que es la última vez que lo harán porque lo entregará uno de ellos a las autoridades y lo matarán.

En la cena de Pascua recordaban que por la sangre de un cordero la descendencia de Israel vivió y parte de la de los egipcios murió antes de que Dios los sacara poderosamente con milagros de su esclavitud en Egipto para llevarlos a una tierra rica para darles reposo. Jesús les dijo que su cuerpo sería partido como partía con sus manos el pan que comerían y que su sangre sería derramada por los suyos. Esa sangre inauguraba un nuevo pacto para que, como aquella del cordero pascual, los que pusieran su fe y esperanza en él hallen vida, libertad, paz y reposo.

Luego les recordó que no habían sido llamados para mandar a los hombres, sino para servir. Él mismo les puso el ejemplo pues, habiendo mostrado ser Dios, no se impuso a ellos, sino que les sirvió. Entre muchas otras cosas que les dijo, Jesús anunció que sus discípulos serían sacudidos. Pedro le dijo que estaba dispuesto a ir a la cárcel e, incluso, a morir por él. Pero apenas unas horas más tarde Jesús sería arrestado y Pedro huiría, abandonándolo, para después negar que lo conocía.

A mitad de la noche, Jesús salió a orar con ellos a un lugar que frecuentaban, porque sabía lo que vendría. Ahí pidió al Padre que, si quería, lo librara del sufrimiento que iba a acaecerle. Estaba muy angustiado y oraba fervientemente, pero sus discípulos se quedaron dormidos. Les pidió orar también para estar listos en el momento de la prueba y, cuando fueron a arrestarle no supieron cómo responder. Entonces, llegaron soldados a arrestar a Jesús y un discípulos sacó una espada e hirió a uno de ellos, a quien Jesús terminaría sanando la herida. Aún así, se lo llevaron para torturarlo y burlarse de él porque Jesús usaba su poder para sanar, no para destruir.

Finalmente, la junta de líderes y gobernantes lo examinó y le preguntó si era el Mesías y si era el Hijo de Dios del que se había profetizado. Él respondió: –ustedes dicen que lo soy–. Le preguntaban para tener una razón para condenarlo.

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