Orar no significa necesariamente obedecer. ¿Tu qué piensas? 

Es de lo más común escuchar a cristianos decir que la oración es la mejor forma de tener comunión con Dios. ¿Será?

¿Por qué orar no es comunión con Dios?

Orar es invocar a Dios. No implica que quien lo hace viva en obediencia a los mandamientos.

Por ejemplo, Caín pretendió adorar a Dios (Génesis 4) pese a practicar el pecado. Lo sabemos porque la Biblia relata que presentó una ofrenda al Señor, por lo tanto le invocó, no la puso en un sitio y se fue a su casa. Además, el Señor la rechazó debido al mal proceder de Caín (v. 5-6). Coré se presentó con incienso antes de que la tierra los tragase vivos a él y a su familia; luego de haber profetizado de parte de Dios, al profeta Balaam lo mataron por haber aconsejado a los reyes de Moab hacer pecar a Israel con fornicación e idolatría; y los fariseos, escribas y saduceos invocaban a Dios también, pero el mismo Jesús les reprochó no obedecerlo en lo más importante de la ley: la fe, la justicia y la misericordia (Mateo 23).

Como vemos, invocar a Dios no es, por sí mismo, tener comunión con Dios. ¿Por qué Jesús enseñó a pedir en oración hacer la voluntad del Padre, si la oración garantiza estar en comunión con él (Mateo 6:5-15)?

Recordemos que los libros de Jeremías e Isaías relatan que el pueblo de Israel lo mismo ofrecía sacrificios y ofrendas al Señor en el templo que a otros dioses en los montes, donde tenían sus altares donde incluso sacrificaban niños en su honor.

¿Qué es la comunión con Dios?

Orar es una disciplina espiritual. Nos mantiene conscientes de que nuestro espíritu está dispuesto, aunque la carne sea débil. Llevada a cabo de la manera correcta produce obediencia y santidad, pero si creemos que si oramos agradamos a Dios, pese a nuestra desobediencia, genera religiosidad y nos endurecemos.

La Biblia dice que Dios está cerca de quienes le invocan de verdad. ¿Quiénes oran de esta manera? Quienes le temen y quienes le aman (Salmo 145:18-20). ¿Quiénes hacen estas cosas? Quienes le obedecen en todo, guardando sus mandamientos (Juan 15:10; 1 Pedro 1:17-19; 1 Juan 3:8-10, entre muchos otros).

Eso es comunión con Dios, pues a través del arrepentimiento de pecados empezamos a ser santificados para tener en común todas las cosas con él, y ser uno con él y él con nosotros (Juan 17:20-21).

¿Cómo seremos uno con Dios y Jesucristo su Hijo si son Santos y nosotros seguimos practicando el pecado con toda la intención de satisfacer nuestros deseos carnales y pecaminosos? No tiene sentido.

¡A orar y a tener comunión!

Por supuesto, oremos, y cuando hayamos terminado, volvamos a orar. Este artículo no es un llamado a dejar de orar, al contrario, su objetivo es hacernos reflexionar para orar con más fervor a un Dios Santo que nos hace partícipes de su santidad para tener comunión con él (1 Pedro 1:13-16).

¡Qué maravilla! Nuestro Dios no nos dice: –Quiero que seas santo como yo soy Santo, pero no te voy a ayudar a hacerlo, y como seguramente no podrás, te condeno.

Al contrario, nos ofrece ayudarnos a morir a nuestro pecado para dejar de ser esclavos y tener la libertad de obedecer los mandamientos de Dios (Romanos 6:15-18). ¡Claro que nos ayuda! Si pudiéramos hacerlo nosotros mismos, no necesitaríamos los méritos de Cristo. Pero los necesitamos.

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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre este tema en su libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.

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  1. Pingback: Lo importante al practicar la oración - Restaura Ministerios | Restaura Ministerios

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