Responde a esta pregunta fundamental para tu vida haciéndote estas otras preguntas.

En mi experiencia, muchos cristianos han pretendido responder a esta pregunta con esta otra: ¿hablas en lenguas (angélicas)? O con esta: ¿recibiste a Jesús como Salvador? Es fácil demostrar que es mentira que hablar en lenguas es una señal de tener al Espíritu Santo. Otros relacionan al Espíritu con la salvación del creyente, pero es posible demostrar que hacer una oración para recibir a Jesús tampoco implica siempre recibir al Espíritu Santo.

Sin duda, es una pregunta cuya respuesta a muchos angustia. A lo largo de casi 10 años impartiendo Consejería Cristiana una gran cantidad de los creyentes han manifestado no saber si tienen al Espíritu Santo e incluso dudar de su salvación. Aquí no importa si son pentecostales, reformados o independientes. En este artículo pretendo dar algunas respuestas a partir de la Biblia para que quienes viven con esta angustia reciban consolación, esperanza y ánimo renovado en su vida.

La presencia del Espíritu es garantía de salvación

Sí, este tema es de importancia porque si no tienes al Espíritu Santo no eres hijo de Dios. Así de sencillo. El apóstol Pablo lo dice así:

11 En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad, 12 a fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. 13 En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. 14 Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.

Efesios 1 NVI

Dicho de otro modo, el que está marcado con el sello del Espíritu ha comenzado a experimentar la salvación que se consumará cuando Cristo se manifieste por segunda vez, pues cree su evangelio y vive para alabanza de su gloria. Esto es poner la esperanza en el Señor. Como dije, el problema aquí es pensar que se tiene el Espíritu al confiar en signos externos como las lenguas y la oración de fe. Lo explico a continuación.

Las lenguas no son señal del Espíritu en el creyente

Vamos a 1 Corintios 13 para despejar esta confusión que tiene a muchos en angustia y desánimo. No soy alarmista, exagerado ni tengo nada en contra de quienes hablan en lenguas. Tampoco estoy diciendo que todos los que lo hacen mienten o que ninguno tiene al Espíritu. De hecho, como los amo, no quisiera que algunos de ellos vivieren engañados por más tiempo.

Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. 

1 Corintios 13:1 NVI

¿Por qué el amor sí testifica la presencia del Espíritu en el creyente pero hablar las lenguas humanas y angelicales no? Porque el amor sí es parte del fruto del Espíritu y las lenguas no. Lo comprobamos en el conocido texto de Gálatas 5:22-23 en el que se especifica que dicho fruto consiste en:

  • amor
  • gozo
  • paz
  • paciencia
  • benignidad o que tu vida hace bien a los que te rodean
  • bondad
  • fe / fidelidad
  • humildad
  • dominio propio

Asumiendo que el que dice hablar en lenguas las habla por el Espíritu (y el Espíritu no se equivoca y donde pone hablantes en lenguas también pone intérpretes de esas lenguas), eso no significa que esa persona haya sido transformada. El apóstol Pablo nos muestra que hay quienes hablan en lenguas pero no aman, lo cual sí es fruto del Espíritu en el creyente que nació de nuevo, es decir, recibió una nueva naturaleza, la espiritual, de parte de Dios (1 Juan 3:9). Esa naturaleza es otorgada al hijo de Dios con el fin de que le ame, le obedezca y deseé las cosas espirituales para vivir por ellas. Quienes viven conforme a su naturaleza pecaminosa desean lo que es de la carne, mas los que viven según su naturaleza espiritual desean lo que desea el Espíritu (Romanos 8:5).

Orar al creer en Jesús no es igual a tener el Espíritu

Son muchos los que confían en que si se hace una oración para recibir a Jesús como Salvador reciben el Espíritu Santo. En este caso, solo Dios sabe quién sí ha creído realmente y quién no, pero hacer una oración como esta, como algunos predicadores acostumbran, no implica necesariamente la presencia del Espíritu en la vida de quien ora. Hacer esta oración no obliga a Dios a salvar a nadie ni a darle su Espíritu. Es Dios quien apartó a los suyos y quien los salva, pero nadie se salva a sí mismo por hacer esta oración del pecado, como se le conoce. Dios hace nacer de nuevo a quien salva y esta persona se arrepiente al abandonar la práctica de sus pecados y en ella se produce el fruto del Espíritu para ejercitar en su vida el carácter de Cristo.

Lo explico de otra manera: hay quienes han orado para recibir a Jesús en su corazón pero siguen viviendo en su carne, en rebelión con Dios y sin el fruto del Espíritu en sus vidas. A pesar de que dijeron haberse arrepentido, su vida testifica que no se arrepintieron de sus pecados porque los siguen practicando.

Siempre evito hablar en términos de “creer realmente” o “verdaderamente” porque o se cree o no se cree. Lo que se dice aquí es que, quien cree, este manifiesta el fruto del Espíritu en su vida. No pasa automáticamente de la inmadurez a la madurez espiritual, pues su crecimiento espiritual es un proceso visible, tal como el crecimiento biológico. Esta persona vive conforme a los deseos del Espíritu y no conforme a los de la carne, mientras su carácter continúa siendo forjado en semejanza al de Cristo. Este comparativo extraído de Gálatas 5 lo ilustra muy bien.

Pregúntate: ¿qué predomina en mi vida? ¿Las obras de la carne o el fruto del Espíritu? Si predomina tu carne arrepiéntete al cambiar tu mente y llenarte de las palabras de Dios. Ahora, vive conforme a esa verdad que crees. Ora porque Dios te llene de su Espíritu y toma decisiones sabias en adelante.

La presencia del Espíritu se ve en el carácter, no en las emociones

Se ha vuelto común escuchar expresiones como que se sintió el mover del Espíritu en el culto, la alabanza, la oración o incluso en una prédica. Hablar del fruto del Espíritu, sin embargo, es hablar de las obras de la persona, no de sus emociones. Tiene que ver específicamente con el carácter de Dios en sus hijos y nada tiene que ver con si siente o no su presencia ni con hacer oraciones poderosas o especiales. Aunque podrían contagiar, esas emociones no benefician a nadie. Por el contrario, el carácter transformado de un hijo de Dios beneficia a quienes le rodean. Por eso, la benignidad es parte de ese fruto.

No significa que el creyente mismo es responsable de producir esos cambios. Claramente, la nueva naturaleza espiritual del hijo de Dios es una obra sobrenatural del Espíritu. El fruto que Dios produce en sus hijos manifiesta quiénes son sus hijos y quiénes no. En un árbol, no aparece de pronto su fruto, sino que toma su tiempo hasta que el fruto está maduro y los demás pueden verlo y disfrutarlo. Por eso, no debemos separarnos de la vid, que es Cristo, sino mantenernos unidos a él.

Enseñar en nuestras iglesias que ser cristiano es exclusivamente hacer una oración, ir a un lugar de reuniones para estar con otros cristianos, bautizarse, servir en un ministerio, hablar de la Biblia a cristianos y no cristianos, tomar clases y acudir o impartir estudios bíblicos. Alguno podría hacer todo esto y no tener el fruto del Espíritu. Sí hay que hacer todo lo anterior, pero no debemos enseñar que esas obras son lo que distingue a un cristiano de un incrédulo. Debemos ocuparnos y crear las condiciones en nuestras iglesias locales para que el Espíritu produzca su fruto en las personas, pues eso sí distingue a un hijo de Dios de los demás. Esta debería ser la prioridad.

Consejo final

Amigos y hermanos, solo Dios sabe a quién imparte su Espíritu y la persona que lo recibe tiene la certeza de que le pertenece al Señor. Este artículo no es para provocar dudas, sino para dar certeza a quienes quizá han vivido engañados. Por lo tanto, atendamos las palabras de Pablo cuando dijo:

11 Y, si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. 12 Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. 13 Porque, si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero, si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» 16 El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

Romanos 8 NVI

Y en otra parte Pedro dijo:

13 Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. 15 Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; 16 pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo». 17 Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo. 

1 Pedro 1 NVI
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre este tema en su libro “Las Iglesias del Covid-19“. Conoce su libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.
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