3 actitudes erradas ante el pecado
Identifica los engaños sobre el pecado en los que caemos. (más…)
Hay muchos simpatizantes en las iglesias porque se les evangeliza y no se les discipula después. Las iglesias tienen demasiados simpatizantes y muy pocos discípulos de Jesús. Esa ha sido nuestra experiencia trabajando con congregaciones.
Al pasar de los años son prácticamente los mismos creyentes que trabajan en las áreas clave como ministros. Rara vez permiten a otros servir. El grueso de los creyentes no comparte su fe, prefiere no comprometerse a servir, mucho menos ejercen un cargo de responsabilidad y tampoco crecen en el conocimiento de Dios. Por el contrario, prefieren acudir a actividades sociales y buscan conferencias para saber cómo lidiar con cosas que desde hace mucho debieron superar y no pueden por seguir siendo niños espirituales.
¿Cuál es la razón? Las estrategias de evangelismo están hechas para reclutar simpatizantes. Cuando comienzan a reunirse con la iglesia los domingos carecen del acompañamiento personal que los ayude a convertirse en discípulos de Jesús. Estas son 10 maneras de conectar el discipulado con el evangelismo y cambiar la realidad descrita.
El Discipulado comienza con el evangelismo. Comenzamos a discipular a otros cuando nos comprometemos con ellos desde que no son creyentes. Les damos nuestra amistad, nos interesamos por sus vidas y les testificamos de palabra y con el ejemplo quién es el Dios vivo que nos transforma a la imagen de Cristo y cómo impacta eso en nuestras familias y en todo lo que hacemos. De esta manera les hablamos de la esperanza y, cuando alguno decide seguir a Jesús, el discipulado continúa al acompañarlos en su vida de fe para ayudarlos a perseverar animándoles, enseñándoles, consolándoles, exhortándoles, corrigiéndoles, en fin, amándoles.
Este vínculo tiene como fundamento el amor. Discipular es estar dispuestos a dedicar tiempo a otros y que otros dediquen su tiempo para nosotros y así cultivar una amistad, ayudándonos a que el evangelio cambie nuestras mentalidades y prácticas pecaminosas en la vida personal y en nuestras relaciones. Esto va mucho más allá de enseñar la doctrina cristiana. El discípulo no es solo un profesor que imparte conocimientos, muestra cómo imita a Cristo siendo ejemplo con su propia vida.
El discipulado se institucionalizó y se convirtió en la escuela espiritual. Las escuelas bíblicas generalmente son llamadas discipulado porque formalmente se ha sustituido el compromiso y amor por los demás por cursos en donde las personas dejan de ser importantes y su espiritualidad se mide por sus conocimientos. Estos espacios son importantes para aprender doctrina, pero no deben sustituir al discipulado real: compromiso de amor y servicio a otros a la manera de Jesús, así como enseñar sobre el Padre, también a la manera de Jesús.
La forma más sana de crecer como iglesias es que sus miembros compartan su fe con sus familias, compañeros de trabajo, de escuela, con sus vecinos y amigos. De esta manera los creyentes se comprometen con sus oyentes, pues deben demostrar que el evangelio del que predican es una realidad en sus vidas.
Está bien querer que la mayor cantidad de personas hagan una decisión por Cristo. No obstante, entre sus desventajas se encuentran que se destinan cuantiosos recursos humanos, económicos y materiales para un trabajo a medias, pues generalmente no se les da seguimiento. Si esos recursos fueran dedicados a las personas, para su crecimiento y sus necesidades, sería mucho más efectivo. Además, en el evangelismo masivo los cristianos no necesitan vivir el evangelio para demostrar que es real, caso contrario al evangelismo orgánico.
Las iglesias están obsesionadas con ser más y llevar a más personas a los edificios de reunión, no necesariamente a Cristo. Hay muchas estrategias de crecimiento numérico, pero la única forma efectiva de crecimiento espiritual es el discipulado mediante el cual un creyente se compromete con otro para que imite al Señor.
La falta de discipulado provoca que no nos examinemos como creyentes y no podemos ver la viga en nuestro ojo para poder ver bien, y así ayudar a otros en su restauración. Es necesario comenzar a juzgar nuestra propia vida a la luz de la verdad de Dios para obedecer y, luego, ayudar a nuestro hermano a hacerlo, quitando la paja de su ojo, pero ya sin la viga en el nuestro. De esta manera la iglesia crece en santificación y crecemos juntos en ser más como Jesús. En cambio, cuando al ver las faltas de otros volteamos para otro lado no estamos ignorando el pecado, en realidad somos indiferentes al que sufre.
Lo común es que cuando sale a la luz que alguien peca lo exhibamos y termine abandonando a la congregación. Sin embargo, muchos otros pecados permanecen en la oscuridad, principalmente los de aquellos que fungen como la policía espiritual. Discipular permite que tanto discipulador como discipulado rindan cuentas y sea sencilla la restauración del que pecó evitando que su corazón se endurezca y abra la puerta a que haga cosas peores. Lo más importante es que se impide que el pecado eche raíces en la iglesia.
El discipulado procura el amor en todos los sentidos. No practicarlo fomenta la indiferencia, la hipocresía, la tolerancia al pecado, las críticas, los chismes, las divisiones y que falsas doctrinas sean recibidas y creídas. Evangelizar en amor es ponernos al servicio de otros para comunicar la buena nueva de que estando reconciliados con el Padre recibimos perdón y vida nueva. Discipular en amor es ponernos al servicio de otros para vivir juntos esa vida nueva recibida.
Estamos llenos de actividades espirituales que, en vez de ayudarnos a ser discípulos de Jesús, complican nuestras vidas al grado de descuidar nuestra comunión con Dios y con otros. Hay que hacer menos actividades y dedicar más tiempo a discipular.
Una vez que un grupo de creyentes maduros ha discipulado por un tiempo a otro de nuevos creyentes es necesario evaluar su crecimiento espiritual (no nada más de conocimientos) para procurar que ahora ellos discipulen a otros.
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