Sean familiares, de amistad, noviazgo o matrimoniales, debemos empezar a discutir. Y no me malinterpretes…

Por ello, en favor de la claridad comenzaré diciendo que la percepción general es que discutir es malo y entendemos este verbo como un sinónimo de tener pleito, contienda, violencia verbal y cosas similares. Eso es equivocado ¡Entendámoslo bien!

Lo que significa “discutir”

El Diccionario de la Real Academia define discutir como…

Examinar atenta y particularmente una materia.

La materia sería el tema que tiene a dos personas confrontadas y se discute para averiguar cuidadosamente qué es aquello en lo que no se ponen de acuerdo y cuáles son las razones. ¡Esto es discutir!

Pero nos han enseñado y metido en la cabezota que es mejor no discutir para no distanciarse o terminar mal. Es decir, que cuando dos o más personas pelean no hay que detenerse a pensar cuidadosamente en cuáles son las diferencias que tienen, por qué las tienen, por qué es tan importante para el otro o para ti, qué les molesta o qué es lo que cada uno quiere o necesita. Parece que no discutir te libra de un problema, pero en realidad lo hace más grande.

Discutir no para ganar, sino para escuchar

En Consejería para Restauración de Relaciones hemos notado que cada parte del conflicto asegura tener la razón. Y claro, este es el argumento más común: “es que el otro está equivocado”. Posiblemente sí o quizá no. Lo importante en un conflicto es entender al otro y discutir es, más que hablar, escuchar y, si se habla, es para hacer preguntas, con el fin de entender las razones por las que el otro se molesta.

Lo que dice 1 Corintios 13:4-6 (NVI) sobre lo que es el amor, en general, son sus cualidades. Mira:

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.

¿Te das cuenta? No reacciona con ira fácilmente, busca la paz, no es orgulloso, no es grosero, no busca lo suyo, no guarda rencor, etcétera. Este tipo de amor lo aprendemos de Dios, porque él ama así, y debemos imitarlo si creemos.

Así que, cuando se esté cocinando una pelea, mejor discutan:

  • haz una pausa para escuchar la molestia y razones del otro
  • pide oportunidad para explicar (no gritar ni culpar ni humillar…) tu molestia y razones
  • no se interrumpan, dejen hablar al otro
  • ama a la persona, como Dios te ama a ti
  • procuren hablar, pero para hacer preguntas que les ayuden a entender al otro (ponerse en sus zapatos)
  • evalúen si es verdaderamente importante el tema de la discusión como para continuarla o mejor finalícenla y pidan perdón si hicieron algo mal o dijeron algo fuera de lugar o hiriente
  • lleguen a un acuerdo si el tema era importante tomando en cuenta lo que discutieron

Conclusión

¿Lo ves? No es importante tener la razón y ganar un pleito, ¿cierto? Es mejor discutir para escucharse y procurar el entendimiento a huir y perderse la oportunidad de conocer mejor al otro.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.
Encuentra más sobre estos temas en el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo“. También está disponible el libro de Restauración Personal “40 días en el desierto” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.

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