La iglesia y el Guasón: la doble marginación
¿Qué pasa cuando los excluidos sufren marginación también en la iglesia? (más…)
Debes saber identificar tu realidad espiritual: ¿tienes fe o no?
Un gran mal que aqueja a las iglesias locales de la actualidad es la religiosidad. Es ese punto en el que estás satisfecho con tu forma de creer y con tu espiritualidad. Es decirle a Dios que te gusta cómo piensa, pero harás las cosas a tu manera.
Solamente debes unirte a un grupo que ya le sigue sin examinar las intenciones de tu corazón ni poner por obra las enseñanzas del Maestro. Así lo hicieron muchos cuando él vivía en esta tierra. En Juan 6 leemos que mucha gente iba detrás de él. Eran 5 mil hombres, sin contar a niños y mujeres, los que fueron alimentados por el Señor cuando ya se hacía tarde. Tuvo compasión de ellos.
El apóstol relata que esos hombres creían que era el Mesías que había de venir luego de ver la señal. Aparentemente era fe y muy pronto sería probada.
Un primer indicio es que iban a hacerlo rey de Judá. Eso habla de sus intenciones. Ellos no creían en lo que Jesús enseñaba, ellos buscaban que Jesús estuviera a la altura de sus expectativas, según sus propias creencias de lo que el Mesías debía ser. Para ellos sería un rey, así que si tenía poder para alimentar multitudes, debía ser el rey que querían y esperaban.
Así que continuaron siguiendo a Jesús, aunque sin fe, y fueron tras él cuando no lo encontraron (Juan 6:22-24).
Los creyentes no nos damos cuenta fácilmente de nuestra falta de fe. Son las palabras del Señor las que nos confrontan y reprenden. Jesús les dijo a sus seguidores que le buscaban porque comieron el pan hasta saciarse, no por haber creído.
Sus seguidores preguntaron cómo pueden hacer las obras de Dios. Ellos tenían una idea sobre cuáles son las obras de Dios y Jesús les dijo que debían creer a quien envió, es decir, en él. Ellos replicaron pidiéndole que hiciera señal, como la de Moisés cuando con el maná les dio de comer pan del cielo a sus antepasados.
El Señor apuntó nuevamente hacia él diciendo que él era el verdadero pan del cielo. ¿Cuál fue la respuesta? ¿Fe? No, sino que cuestionaron la divinidad de Jesús aunque habían visto las señales, y no entendieron lo que les decía al afirmar que debían comer su carne y beber su sangre, sino que se ofendieron al oír estas cosas.
El Maestro les dijo que quien cree en él tendrá vida eterna. Ellos no querían vida eterna, no querían perdón de sus pecados, no querían pensar en el futuro con el Padre. Ellos querían hacerle rey de Judá para que resolviera sus problemas de esta vida, para que les diera pan y para usar el poder del Señor para sus propios propósitos (por muy bien intencionados que fueran).
Jesús nos confronta cuando le seguimos porque quiere que le sigamos por las motivaciones correctas. No le interesa que permanezcamos engañados creyendo tener fe sin tenerla. Al meditar en las Escrituras nuestra fe es confrontada y, si es genuina, es depurada. Muchos dejaron de seguirle porque el Señor no busca las multitudes supersticiosas, con las que algunos sí parecen estar obsesionados (Juan 6:66).
¿Cómo necesita confrontarte para ayudarte a ver tus verdaderas intenciones al seguirle? Por lo menos los discípulos del relato fueron honestos y se apartaron del Señor, pero lo triste de la iglesia actual es que continúan buscándole sin darse cuenta de su falta de fe y han cerrado sus oídos a las palabras duras de Jesús que procuran abrirles los ojos. Recuerda: la fe, tu fe, debe ser probada.