Respuestas a inquietudes en Consejería Bíblica (Parte 2)
Los jóvenes preguntan... (más…)
Entérate qué es para que no te ocurra. La respuesta la tiene Pablo.
Me encontraba escribiendo mi trabajo final sobre el liderazgo cristiano para el módulo de la Maestría en Consejería que estoy cursando. Me topé con un texto bíblico que me dejó muy pensativo.
El apóstol Pablo, camino a Jerusalén, estaba llevando a cabo su último viaje en libertad antes de ser encarcelado. Para ello visitó varias iglesias, como dice la Palabra, con el fin de confirmar a los santos. En Éfeso se dirigió a los ancianos de la congregación y les dijo:
28 Tengan cuidado por ustedes mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo les ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. Hechos 20
Ees fundamental, para servir, guiar y orientar al rebaño, ocuparse de uno mismo, primeramente. No podemos dar lo que no tenemos.
En mi experiencia en Restauración de Iglesias he visto que muchos problemas se originaron a partir de algo tan básico como que los pastores, ancianos, diáconos y laicos que ministran se ocuparon tanto de la obra del Señor, que olvidaron al Señor de la obra. Dejaron de tener cuidado de sí mismos y se volcaron al rebaño. Muchos incluso se distancian de sus esposas e hijos. No es posible pastorear de esta manera.
No andaban en el Señor y dejaron de hacer lo más importante: adorar a Dios con todo lo que son. Esta es la puerta que abrimos de par en par a las tentaciones y le damos ocasión al pecado, entre ellos creer que la iglesia es nuestra, cuando es del Señor.
Muchas, entre ellas las que describió el apóstol.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; 30 y que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos.
Al no andar en el Espíritu el ministro no puede proteger al rebaño. Claro, ¡no pudo protegerse a sí mismo por bajar la guardia! Esto mismo lo he visto repetirse en muchas iglesias una y otra vez.
La manera de prevenir que lo anterior ocurra está en el mismo texto:
31 Por tanto, velen, acordándose que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno. Hechos 20
Velar, que significa perseverar en el Señor orando, en la meditación en las Escrituras, reconociendo el pecado, confesándolo al Señor, dando cuentas a otro discípulo maduro, en humillación a Dios y humildad con la iglesia. El que vela está alerta de las amenazas; el que no es porque se durmió.
Amonestar (νουθετέω), que significa recordar, ¿qué?, la voluntad de Dios. No significa “policía espiritual”. Esta acción requiere de la gracia, la misericordia, el amor con el que Dios trata con nosotros. Es amoroso recordar el evangelio a quien, diciendo que Jesús es su Señor, vive como si no lo fuera.
Y el apóstol amonestó a los ancianos durante tres años, ¡noche y día! Hasta con lágrimas, porque discipular no es fácil. Es semejante a un padre que educa a su hijo.
Ministro, ahora que lo sabes evita cometer este error y ponte a cuentas con tu Señor y si es necesario con otros ministros de la iglesia. Vela, amonesta, sé amonestado. Cuida de ti para cuidar del rebaño.