Las tradiciones familiares ayudan al proceso de adaptación para superar la muerte.

Hay una parte del duelo que no puede ser resuelta mientras estás en este proceso, porque esta comienza mucho antes, desde que inicias el viaje de la vida en familia, sobre esta parte del duelo no tengo control en este momento pero es indispensable para la adaptación, si eres padre, cónyuge o hijo, escucha mi consejo, porque este día para nosotros sería muy difícil de sobrellevar sin esta herramienta.

¿De qué estoy hablando? De las memorias, de las tradiciones que inventamos, de los rituales familiares que hacen de nuestra tribu algo especial y que fortalecen nuestra confianza en el futuro a pesar de las pruebas y de la ausencia en nuestro caso del hombre de la casa, de papá. Déjame ponerte un ejemplo:

Hoy mi hijo Esteban cumplió 20 años, es una edad importante e interesante, siempre cumplir años representa muchas cosas, pero imagina que es tu cumpleaños número 20 y por primera vez en tu vida tu papá no está, y no hace mucho que lo perdiste, su silla vacía en la mesa, su ropa colgada, y las fotos en la pared, todo te recuerda cuánto lo necesitas, pero ya no está ¿ya lo estás imaginando?

¿Cómo haces para que un día que debería ser de gozo, no se convierta en un terrible día que quizás no quieras vivir, que te quieras saltar y evitar? Es muy simple, con esas pequeñas cosas que construyó tu familia por décadas.

Hiram y yo decidimos muy temprano en nuestro matrimonio que no queríamos que nuestros hijos esperaran siempre cosas materiales como regalos, por razones de formación y porque no siempre había dinero para comprar cosas, así que inventamos una tradición, tan pronto nuestros hijos aprendieron a dibujar, a leer y a escribir, empezamos el ritual de levantarnos muy temprano el día que algún miembro de la familia cumplía años, entonces en silencio repartíamos plumas, lápices de colores y hojas para que cada uno le escribiera una carta especial al que cumplía años ese día. Si había para regalo usualmente colocábamos dentro de la carta un vale, por un libro, por una ida al cine o por un desayuno en la cama.

Y el ritual para entregar la carta era la parte divertida del juego, porque entonces todos entrábamos en silencio, muy despacio a la habitación del festejado y sin mucho preámbulo le caíamos todos en bolita sobre la cama, le hacíamos cosquillas y lo despertábamos a carcajadas. Entonces le entregábamos nuestro tesoro, palabras de aliento y de bendición. Con el tiempo cada uno desarrolló su propio estilo de carta, y entonces las colocábamos en orden, la más simpática, la que sabíamos nos haría reír mucho y nos llenaría de gozo el corazón, la tierna que nos haría sentir gratitud por tanto cariño expresado, la más larga que requería ser leída con atención y que nos sacaría seguro algunas lágrimas y la de los papitos llena de bendiciones y esperanza en el futuro que escribían juntos y parte del momento era descubrir dónde había empezado mamá y en dónde papá había continuado.

Hace unos dos años supusimos que ya estaban grandes para el ritual y ya no los levantamos para hacer las cartas, bueno debes saber que no nos perdonaron la insolencia de romper la tradición y la retomamos inmediatamente, porque nos dimos cuenta de lo importante que era esa cosa que comenzamos como un juego de niños, que ahora era algo necesario y esperado cada año para cada miembro de la familia.

Esta mañana hicimos lo nuestro, Ana, Daniel y yo nos levantamos temprano para hacerle su carta a Esteban, quizás la carta más emotiva que hemos escrito los tres jamás, con sus toques de humor, larga sabiduría y bendiciones. Le caímos a Esteban en la cama y lo abrazamos, le entregamos sus cartas y su vale por un delicioso Sushi y una ida al cine con palomitas. Esteban leyó sus cartas y lloró, y nosotros con él, porque nos vinieron a la mente 20 años de abrazos en la cama, risas, comidas especiales, cartas llenas de amor y familia.

Claro que nos faltó papá, pero tuvimos un día hermoso, ocupados comprando y preparando la comida que le gusta y organizándonos para salir a ver la película que había escogido. Hemos comido tantas palomitas saladas que creo necesito tomarme la presión sólo para estar segura, pero disfrutamos este día, porque tenemos una herramienta para adaptarnos que no es nueva, la construimos como familia por 23 años.

Si quieres algún día hacer de los duelos de tu familia algo más llevadero, comienza por dejarles memorias, momentos, tradiciones familiares que nunca olvidarán, que desearán repetir y quizás enseñar a sus hijos, porque ninguna herencia vale lo que puedes dejar en el corazón de tus hijos y tu cónyuge si pones atención a lo que es importante: que se sientan amados.

Bien hecho amor, esta idea fue genial, gracias…

“Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.” Colosenses 3:14

Catalina Gomez Fonseca fue esposa del pastor Hiram Ramírez, quien el 2 de enero de 2019 descansa esperando el día glorioso de la resurrección. Tuvieron 3 hijos que educaron en casa. Viven en Puebla, México. Desde hace 21 años ha servido en la Iglesia Bíblica El Camino. Es diseñadora gráfica de profesión, lingüista por hobby, maestra por vocación, apasionada estudiante de la Escritura y los idiomas bíblicos, canta desde los 9 años y está convencida de que la Biblia contiene respuesta a todas las preguntas de la vida. Es coautora del Blog Hijos de Abraham, un espacio de provocativa reflexión bíblica.