De esto trata el doceavo capítulo del evangelio de Lucas.

Es recurrente la enseñanza de Jesús contra la hipocresía y advierte a quienes viven así que no hay nada que no salga a la luz. Su conclusión es que el ser humano se comporta así porque teme más a otros seres humanos que a Dios mismo. Y Dios es Dios. Por eso, quien ponga primero a Jesucristo antes que a sí mismo será reconocido por Jesús ante el Padre.

Luego, encontramos a Jesús enseñando acerca del propósito de la vida, el cual no son las riquezas aunque no dice que sean malas en sí mismas, sino la acumulación egoísta provocada por la codicia y la avaricia. Por ello, es preciso hacer tesoros en el cielo. Esto es, procurar aquello que es lo eterno, lo que no se termina, lo que perdura, lo verdaderamente importante. Dios tendrá cuidado de los suyos, así como tiene cuidado de su creación.

Entonces, la fidelidad a Dios consiste en vivir según el carácter de Dios y mantenerse en ello. En cambio, el infiel es quien sabiendo lo que Dios quiere, no lo hace. Y mientras el que cree en Jesús no esté comprometido con su fe, vivirá en armonía con su entorno, pero el compromiso con lo que se cree produce oposición y conflicto. Mientras que el mundo critica la hipocresía del cristiano, tampoco desea que viva según su fe porque le confronta. Así que, dijo Jesús, hay que vivir sabiamente.

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