Estas son las reflexiones del onceavo capítulo del evangelio de Lucas.

La oración es gratis y se piensa que solo hay que empezar a hablar a Dios para orar. Pero Jesús enseñó que la oración también es actitud. Llamarle Padre a Dios es saberse hijo y saber que él está en el cielo y nosotros en la tierra, ubica. Pero la enseñanza más importante es saber que podemos acudir humildemente a Dios, que él nos oye y que está dispuesto a bendecir –que no es lo mismo a cumplir caprichos– porque él es bueno.

Si Jesús tiene autoridad sobre las potestades del mal, hay esperanza, no porque el mal pueda competir con el bien, sino porque Jesús vino para hacernos saber que el fin del mal y sus consecuencias está próximo. Sin embargo, quien no persevera en Dios y en su bien, se expone a corromperse de peor manera que la primera.

La incredulidad es un lujo que no nos podemos dar. Siempre que un necio se arrepiente de su pecado, hay un juez que nos juzgará por nuestra necedad. No es posible andar en la verdad a medias, por eso cuando la verdad llega a la vida o nos entregamos a ella o a la mentira. Por eso el que practica religiosidad se justifica a sí mismo cumpliendo con lo que no es importante, pero dejando de cumplir con lo que sí lo es. Dios conoce las intenciones de los seres humanos y sus obras.

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