Esto enseñó Jesús en el décimo séptimo capítulo de Lucas.

El capítulo comienza con la advertencia de Jesús de que los tropiezos son inevitables, pero la culpa de quien haga pecar a otro será mayor. Es bueno reprender a otro por su pecado para llamarlo al arrepentimiento, pero eso implica saber perdonar si lo hace. En este contexto, los discípulos de Jesús le piden que les dé más fe. Perdonar el pecado que otro comete en nuestra contra es una razón genuina por la que se requiere de más fe.

Tiene sentido si consideramos que se requiere creer en lo que Dios ha hecho por nosotros para, entonces, ser capaces de actuar de la misma manera hacia otros. Es por ello que quien sirve a Dios no se puede jactar de cumplir con su responsabilidad, pues no ha hecho nada que tenga un mérito especial.

Jesús mismo sanó a 10 leprosos, pero solo uno regresó para dar gracias por ser limpiado. Muchos son los que reciben bendición de Dios, pero muy pocos los que lo alaban por ello. Luego, Jesús les explicó que él se iría, pero regresaría. Mientras tanto, el reino de Dios ya está entre los hombres. No es algo que se pueda observar y no hay que seguir al que diga que está ahí o allá. La gente estará haciendo su vida cuando él vuelva, pero el que quiera conservar su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa de él, la hallará, dijo.

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