Juzgar… ¿es bueno o es malo?
Una reflexión en las palabras de Jesús sobre no juzgar y sobre juzgar. (más…)
Pensé en escribir este artículo porque se está hablando hoy en día de estas cosas… fuera de la iglesia. ANSIEDAD, ese taladro, esa bomba de tiempo, esa pesadilla que persigue a tantas y tantas personas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1990 y 2013 el número de personas con depresión o ansiedad se incrementó casi 50%, pasando de 416 a 615 millones. Se estima que 10% de la población mundial es afectada por estos “desórdenes” o “trastornos” mentales, como se les conoce hoy día en el área de la salud. La OMS estima que 1 de cada 5 en casos de emergencia son de personas con ansiedad o depresión.
Investigaciones sinceras se realizan para poder entender nuestros problemas y encontrar una solución. Sin embargo, parece que en la iglesia hemos olvidado que Dios nos ha dado una provisión espiritual poderosa para lidiar con esta vida por medio de la fe en Él y en su Palabra (2 Pedro 1:3; Jeremías 2:13).
Una de las razones por las que las disciplinas seculares ganan terreno en la opinión de las personas (y de muchos creyentes) es porque el lenguaje que utilizan contiene afirmaciones llamativas y adecuadas (hasta espirituales) que parecen describir su experiencia y provoca que las personas se identifiquen con él. Sin embargo, una de las razones por las que la Biblia fue escrita como fue escrita es precisamente para que nos identifiquemos con lo que ahí está. Por eso el apóstol Pablo terminaba su carta a los Romanos con estas palabras:
Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia (perseverancia) y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza. Romanos 15:4 (NBLH)
¿Podemos esperar que la Biblia muestre ejemplos para identificarnos con ellos, específicamente hablando de la ansiedad? ¡Por supuesto que sí! Podemos pensar en el justo Job, en el rey David, en Moisés, en Pablo mismo, en Marta la hermana de Lázaro… Podemos escribir un artículo para reflexionar en la experiencia de cada uno de ellos. Sin embargo, leyendo pasajes de los Evangelios y de Hebreos (los cuales mostraremos) me di cuenta de que Jesús es el ejemplo central para ofrecer consuelo, comprensión, esperanza y paz a las personas que batallan con la ansiedad de maneras debilitantes y sofocantes.
La Biblia da muchos principios, por ejemplo los que emergen de los mandatos de Jesús: “no tengan ansiedad” (Mateo 6:25), “tengan paz, tengan ánimo” (Juan 16:33) y “no tengan miedo” (Juan 6:20).
En nuestro artículo sobre el miedo, tomamos tiempo para comentar que las respuestas de miedo y ansiedad son reacciones naturales en el ser humano, además de que existe un temor sano y necesario, que es el temor de Dios. En este artículo queremos mostrar cómo nuestro Señor, en su encarnación, al ser un humano como nosotros, se expuso a las tentaciones y sufrimientos comunes a todos los seres humanos (incluyendo la ansiedad), tal como el escritor de Hebreos lo expresó:
Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado… Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que Lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente (autor) de eterna salvación para todos los que Le obedecen. Hebreos 4:14-15 y 5:7-9
Estos pasajes son una gran mina de oro para explorar, pero lo único que queremos mencionar aquí es que Jesús experimentó como humano las tentaciones y los sufrimientos a los que estamos expuestos, pero sin fallar. Lo hizo para nuestro beneficio y como nuestro ejemplo, para que ante Dios su desempeño perfecto en las pruebas fuera contado como nuestro por medio de la fe. Por eso Hebreos dice que él fue hecho perfecto (es decir, como humano demostró esa perfección) “para todos los que le obedecen”.
A menudo las experiencias de depresión y ansiedad se profundizan en las personas por una sensación de haber fallado o de no ser comprendido por nadie (“¿por qué me pasa?”, “nunca podré superar esto”, “nadie se siente como yo”, “nadie me entiende”).
En este artículo no nos ocupamos de responder preguntas sobre los “por qué”, sino en llamar la atención a los lectores hacia la solución: si alguien nos comprende y puede liberarnos de nuestras ansiedades es Jesús.
Él nos muestra la manera de ser verdaderamente libres (Juan 8:32) mediante su verdad y la primera verdad que Jesús nos enseña es que todo se trata de Dios y está en relación con Él (Mateo 6:9-10). Se trata de Él y no de nosotros. Cualquier problema de ansiedad debe ser entendido en relación con Dios por medio de Cristo.
El principio que queremos delinear es que Jesús ayuda a los creyentes en sus ansiedades no sólo en su naturaleza divina (Hebreos 13:6) sino en su identificación con nosotros al asumir una naturaleza humana. Es cierto, Jesús tenía fe perfecta y confiaba plenamente en la presencia, la bondad y la soberanía del Padre durante cada aspecto de su vida en la tierra, de manera que podía dormir tranquilamente dentro de una barca azotada por una tormenta en medio de un lago, ser despertado de manera abrupta y no tener miedo (Marcos 4:35-41). De hecho hay quienes especularon que Jesús, quien experimentaba constantemente la presencia de Dios durante su vida en la tierra, llegó al grado de tener la Visión Beatífica desde antes de su Resurrección (disculpe el lector los tecnicismos en este artículo, puede consultar la “Nota Técnica 1” sobre la Visión Beatífica, más abajo).
Cuando Jesús estaba cerca de su crucifixión, alrededor de una semana antes, él empezó a decirles a sus discípulos con claridad que iba a ser crucificado y muerto, que iba a llevar los pecados de su pueblo y el castigo de esos pecados. La simple anticipación de lo que él sabía que iba a pasar le causó ansiedad y angustia profundas. También en el huerto de Getsemaní, justo antes de ser capturado, él sufrió la angustia de la anticipación. A continuación mostraremos los pasajes y notaremos palabras claves, manteniendo esta pregunta en mente: ¿qué tipo de angustia experimentó Jesús?
“Ahora Mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: ‘Padre, sálvame de esta hora’? Pero para esto he llegado a esta hora.” Juan 12:27
“Y tomando con El a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.Entonces les dijo: “Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí.” Mateo 26:37-38 (NBLH)
En el primer pasaje Jesús había llegado por última vez a Jerusalén en su entrada triunfal, un momento sin igual cuando la gente que entró con él a Jerusalén gritaba “Salva, hijo de David”, provocando conmoción en los habitantes de Jerusalén. Sin embargo, la euforia de la llegada de Jesús fue pasajera; Jesús sabía que pocos días después sufriría la mayor de las agonías para salvar a la humanidad. De pronto unos griegos se acercaron a los discípulos para conocer a Jesús. Pareciera una “señal” del cielo.
La hora se acercaba y por eso Jesús enseñó que el grano tiene que morir para dar fruto porque él tenía que morir para salvar a los que creen en él, de toda tribu, lengua y nación. ¿Alguna vez hemos pensado cómo se sintió Jesús cuando sus discípulos le dijeron que unos griegos lo querían conocer? Probablemente un sobresalto interno, adrenalina segregada, emoción, expectación, angustia, anticipación al sufrimiento. Él conocía su propósito: Ser castigado y morir.
Después de dar la parábola del grano, Jesús enseña que sus seguidores tienen que imitarlo, “los que aman su vida en este mundo la perderán, pero los que la menosprecian la preservarán”. A continuación, Jesús externa cómo se siente: “Ahora mi alma se ha angustiado” (NBLH), “Ahora está turbada mi alma” (RV60), “Ahora mi alma está muy entristecida” (NTV).
¿Qué tan triste estaba Jesús? (ver “Nota técnica 2”, abajo) Estamos hablando de un sobresalto en el alma de Jesús que también se traduce como tristeza en algunas versiones; probablemente la noticia de que personas no judías lo querían conocer le recordó que estaba a punto de sufrir de manera agonizante para salvar a personas de todos los grupos étnicos; probablemente la emoción y la asociación del dolor y la victoria se mezclaron dentro de él y la intensidad del sobresalto fue somatizada: Incremento del ritmo cardíaco y segregación de adrenalina.
Jesús estaba realmente agitado y triste; vemos que dijo que podía pedir al Padre que lo librara pero no lo hizo porque precisamente para eso había nacido en este mundo y para eso había llegado a Jerusalén esa semana. Asombrosamente el hombre Jesús, angustiado y agitado ora: “Padre, glorifica tu nombre”.
El segundo pasaje relata los momentos de Jesús justo antes de ser entregado a los fariseos, mientras estaba con sus discípulos en Getsemaní. La agonía del Getsemaní es simplemente inefable, o sea que no se puede expresar con palabras; Jesús empezó a experimentar el peso de nuestros pecados y a anticipar la furia de Dios cayendo sobre él.
Esta agonía fue tal que Jesús le dijo a sus discípulos: “mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte.” (NTV), “¡Mi tristeza es tan grande que me siento morir!” (PDT). Hay dos elementos importantes aquí:
¿Qué hizo Jesús en estas circunstancias y cómo venció? Aprendamos de su victoria:
Como la misma carta a los Hebreos nos dice, después de sus sufrimientos, Cristo resucitó y entró al gozo supremo e indestructible en Su Trono, junto al Padre, para no volver a sufrir jamás.
Ahora que hemos visto que la angustia de Jesús se trató de las experiencias de tristeza, angustia y ansiedad más intensas, recordemos que por la fe tenemos un salvador que nos entiende y ha vencido por y para nosotros, además de que intercede por nosotros. Por eso ninguna de las experiencias que suframos son ajenas a los seres humanos ni ajenas a nuestro Salvador.
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Corintios 10:13 (RV)
Joshua Belmontes estudió Economía y Microfinanzas en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha sido profesor de Español como Segunda Lengua para el ministerio Avance Juvenil, ha recibido cursos de Teología por parte de ministerios Ligonier y enseña en la Escuela Dominical de su iglesia local.