Te invitamos a sacar el mayor provecho a este viernes sagrado.
Para la mayoría, Semana Santa es sinónimo de vacaciones. Antiguamente, el día de Pascua era día sagrado. La Iglesia de Jesucristo ya no celebra la Pascua, pero recuerda con devoción, veneración y circunspección la crucifixión del Señor por las maravillosas y cósmicas repercusiones del sacrificio del Justo en lugar de los pecadores para que estos pudieran reconciliarse con el Padre.
Te animamos a que hagas de este día tú, tu familia y tu iglesia local algo muy especial por lo que significa no solo como un evento histórico, sino con efectos reales en tu vida presente y futura. Meditemos en lo que anunciaban las fiestas judías y lo que significan hoy para la Iglesia.
La Fiesta de Pascua y la de las Primicias
Todas las fiestas judías que Dios les dio son una representación de algo que habría de venir. Aquí hablaré únicamente de dos Fiestas Sagradas: la de Pascua y la de las Primicias:
La Pascua representaba la venida de Jesús a la tierra y su sacrificio por los pecadores. Según la ley de Moisés, el cordero que habría de sacrificarse por los pecados del pueblo debía ser perfecto, es decir, sin defecto. El derramamiento de la sangre de ese sacrificio comunicaba que la paga del pecado es muerte. Alguien debía morir por el pecado del pecador para satisfacer la justicia de Dios, por eso el animal moría en su lugar. Dios extendía su gracia sobre el pecador y así podían tener comunión, pero el sacerdote debía ofrecer este sacrificio por sí mismo y por los pecados del pueblo repetidas veces a lo largo de la vida. El Cordero de Dios, Jesús, es un sacrificio que se ofreció una vez para siempre para reconciliar con el Padre al pecador dispuesto a abandonar la práctica de sus pecados.
Los israelitas debían segar la mies para presentar como ofrenda una gavilla de las primeras espigas cosechadas. Debían hacerlo a la mañana siguiente del sábado posterior a la Pascua. Ese mismo día Jesús resucitó y fue la primicia de los muertos en Cristo, porque la muerte entró al mundo por un hombre y por un hombre la resurrección de los muertos (1 Corintios 15:20-23).
Cada fiesta era sagrada y la gente no trabajaba para dedicarse a cumplir con lo que el Señor había ordenado. Ya no somos judíos y no necesitamos celebrar estas fiestas; sin embargo, el Viernes Santo es una conmemoración de lo que ya ocurrió y ayuda a pensar en lo que aún habrá de venir.
Las otras fiestas
La Fiesta de las Semanas o Pentecostés ya se cumplió. Según la ley judía, después de cincuenta días de las Primicias, que es Jesús, se presentaba la ofrenda del grano nuevo, que representaba a los discípulos de Jesús que recibieron el Espíritu Santo a los cincuenta días de su resurrección. El grano nuevo es, además, cada persona que hace de Cristo su Señor cada día de su vida.
Falta la Fiesta de las Trompetas, que simboliza el regreso público de Jesucristo por segunda vez. Esa fiesta era un día de reposo con toques de trompeta en honor al Señor.
4 sugerencias
Entonces, el Viernes Santo es un día en el que podemos recordar que Dios ha cumplido sus promesas y que el Señor hará lo que dijo. Nuestras sugerencias son:
Evita trabajar a lo largo del día. Santifiquémoslo para dedicarlo al Señor y meditar en lo que ha hecho, en lo que hace en nosotros y en lo que hará, según sus promesas.
Úsalo para ayunar según tus posibilidades y necesidades. El ayuno es abstenernos de lo mundano ––desde comida, hasta distracciones––para concentrarnos en Dios y su obra. Así tendremos el tiempo necesario para dedicar el día, o parte de él, al Señor en ayuno (abstención) y oración (meditación en Dios y en su Palabra).
Aparta un tiempo para orar y meditar en las Escrituras. El ayuno no es solo abstenernos de lo mundano, sino disponer la voluntad para lo espiritual. Medita en cómo tu vida misma es un “grano nuevo” en el que habita el Espíritu Santo. El grano debe morir para que lleve fruto. Esto lo dijo Jesús sobre sí mismo (Juan 12:24), pero aplica también a quienes le seguimos. Muramos a nuestro egoísmo ––nuestra carne-–, al pecado al que estábamos esclavizados, para vivir en el Espíritu cada día (Romanos 6 y 8) y no solo esta Semana Santa, sino para tener una vida santa en comunión con el Señor.
Hazlo con tu iglesia, con tu familia o amigos. Hazlo con tus pequeños en la medida de las posibilidades, pues puede ser más complicado hacerlo con ellos por un tiempo prolongado. No obstante, es necesario que desde pequeños aprendan estas cosas.
Aprovechemos para meditar en lo más sagrado de nuestras vidas. Dediquemos este tiempo para recordar en qué consiste la obra de Dios en el mundo y en nuestras vidas. Acudamos a esta cita con Dios y, si es necesario, rectifiquemos el camino. Santifiquémonos.
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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo. Es autor del éxito del librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.