El maravilloso significado de las últimas horas del Maestro en el huerto.

Por lo común, escribo a las iglesias para hablar de cómo podemos promover el Discipulado, la Consejería y la Restauración en ellas, pero este texto tiene el objetivo de animar a cada seguidor de Jesús a perseverar en tiempos de prueba, como los que estamos viviendo. Se han caracterizado por la presencia de enfermedad, muerte, desempleo, tristeza, ansiedad, angustia, incertidumbre, escasez, falta de contacto humano, aislamiento, soledad, entre otras cosas que nos afectan día a día, aunque también en tiempos difíciles brilla la amistad, la fe, el compañerismo de la iglesia, la provisión de Dios, el cuidado de la familia.

Para obtener aliento debemos buscar, particularmente, en las horas más oscuras de la vida de Jesús. Estas ocurrieron en el huerto de Getsemaní. En esta publicación conocerás cómo nuestra fe puede perseverar aún en las peores circunstancias conociendo el significado del nombre de este huerto y más detalles del lugar donde Jesús oró, el contenido de la oración que hizo al Padre, así como la relación de esta escena de angustia, prueba, fe y obediencia con dos símbolos en particular que hallamos en el Templo de Dios. ¿Listos?

Estado emocional de Jesús en Getsemaní

Encontramos en el evangelio que Jesús fue con sus discípulos a este huerto después de cenar con ellos al celebrar su última Pascua. En los cuatro relatos vemos que ahí llegó Judas acompañado de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes que iban armados para llevarse por la fuerza a Jesús a ser juzgado con testigos falsos, y solo en Marcos, Mateo y Lucas conocemos algunas cosas que dijo cuando oró y ciertos detalles más.

Sabemos que, antes de ser aprehendido, Jesús confesó sentirse profundamente triste; tanto, que él mismo le dijo a Pedro, a Juan y Jacobo que sentía morirse (Mt. 26:37-38); sintió temor, miedo (Mr. 14:33-34) y mucha angustia (Lc. 22:43-44). Sin duda, esta hora fue la hora de la prueba de nuestro Señor Jesús. Pienso que, cuando capturaron a Jesús, él ya estaba resuelto a padecer porque sabía lo que había de sufrir. Lo torturaron, lo escupieron, se burlaron de él mientras lo azotaban y mientras colgaba del madero lo retaron a bajar de él para probar que era quien decía ser, blasfemando, y él lo soportó todo. Solo en estos versos encontramos esta desgarradora descripción del estado emocional de Cristo. La prueba lo preparó para afrontar lo que venía.

La oración de Jesús, de acuerdo con los textos sinópticos, se repitió tres veces y palabras más, palabras menos, se resume en una frase:

«Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»

Mateo 26:39 DHH

Entonces, en la hora más amarga de nuestra prueba el Señor nos anima a: 1) afrontarla con valor, con todo y nuestros miedos, tristeza y angustia; 2) compartir con otros de nuestra confianza nuestra carga, esto es, no ocultando nuestra debilidad y emociones, sino siendo abiertos y sinceros; 3) orando al Padre externado nuestro deseo pero pidiendo que se haga su voluntad; 4) actuando en congruencia con nuestra oración (a veces oramos y terminamos haciendo otra cosa).

El lugar de la prueba: Getsemaní

Me parece increíble que el huerto que frecuentaba Jesús con sus discípulos y en el que pasó esta prueba tan grande se encontraba en el Monte de los Olivos, lugar que además de estar lleno de estos árboles que dan el fruto del olivo, tenía varios artefactos de piedra de donde se obtenía el aceite. Por eso, significaba “prensa o molino de aceite o de olivos” el nombre arameo que probablemente era gath shemenim y que en griego se pronunciaba Gethsemaneí (Gr. 1068).

Las prensas eran como la de la imagen y servían para moler o machacar los olivos y así extraerles el aceite. No parece casualidad que este fue el lugar de la prueba máxima de Jesús. Cristo debía ser molido por nuestros pecados, según la profecía de Isaías 53:5. Literalmente, hacía referencia tanto a la tortura y los tormentos que recibió Jesús como a que sería aplastado por Dios, castigado en nuestro lugar por nuestros pecados. En ese sentido, aunque él ya pagó por sus hermanos su deuda impagable, como olivos también nos espera la prensa, es decir, la prueba. En palabras de Pedro:

12 Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. 13 Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. 14 Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes. 15 Que ninguno tenga que sufrir por asesino, ladrón o delincuente, ni siquiera por entrometido. 16 Pero, si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo. 17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios; y, si comienza por nosotros, ¡cuál no será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios!

18 «Si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?»

19 Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel creador y sigan practicando el bien.

1 Pedro 4 NVI

El olivo es utilizado por el apóstol Pablo como metáfora del pueblo de Dios, los que él eligió que son el olivo plantado por él al cual han sido injertadas ramas de olivo silvestre (Ro. 11) para, de esta manera, hacer de los dos pueblos –Israel y los gentiles– uno solo, una nueva humanidad para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz (Ef. 2:11-22). Jesús fue molido, machacado, y como olivos sabemos que podemos confiar en Dios en el día de la prueba.

El aceite, el candelabro y la Iglesia

Cuando el Señor dio instrucciones a Israel para hacer su santuario o tabernáculo, dio especificaciones sobre el mobiliario que habría dentro de él. Entre lo que mandó fabricar se encontraba un candelabro que en hebreo se llama menorah (Heb. 4501), que literalmente significa lámpara. Era de oro puro con siete lámparas, de una sola pieza y labrado a martillo (Éx 25:31-40). Los israelitas debían llevar aceite puro de oliva para mantener la menorah encendida siempre (Éx. 27:20-21; Lv. 24:1-4) y todo el tiempo. Estaba ubicada en el Lugar Santo, junto a los Panes de la Proposición y el Altar del Incienso, que representa la oración de los santos.

El candelabro del santuario simbolizaba al pueblo de Dios, sus elegidos por gracia, que alumbran siempre para ser luz (Mt. 5:14-16), no sin la ayuda del aceite puro, el cual simboliza al Espíritu Santo. Sin él, la lámpara es inservible. En el Antiguo Pacto se untaba con aceite de oliva al rey, al sumo sacerdote, al sacerdocio e incluso al mobiliario y utensilios para indicar consagración a Dios y que su presencia estaba con ellos. Al Mesías se le identifica como el ungido, esto es, quien está consagrado para hacer la voluntad de Dios, que tiene su presencia y habla sus palabras. Jesús mismo citó a Isaías para decir que él era de quien las Escrituras hablaban que el Espíritu del Señor ungiría para ejecutar su designio (Is. 61:1-2; Lc 4:18).

El Señor identifica a las iglesias con candelabros (Ap. 1:12-13; 2:1). Es maravilloso saber que la menorah era de una sola pieza, como la Iglesia es una y un solo pueblo, y que alumbra no por sí, sino porque tiene aceite, el Espíritu de Dios. Está hecha de oro puro, lo que indica que fue purificado por fuego, y ¡labrada a martillazos! Ambas cosas hacen alusión a la prueba que santifica al justo.

En el Templo, el candelabro estaba en el Lugar Santo. Para llegar a este espacio había que pasar el Altar del Holocausto –donde se ofrecían los corderos en sacrificio por el pecado– y la Fuente de Bronce –donde se lavaban los sacerdotes las manos y los pies–. Esto es que en el Antiguo Pacto el pueblo de Dios solo podía estar en el Lugar Santo, pero en el Nuevo, tenemos comunión con Dios los que hemos creído en el sacrificio expiatorio del Cordero y, como ya pagó el castigo por nuestro pecado, en adelante debemos perseverar en esta fe lavándonos, purificándonos de toda inmundicia, puesto que mediante la sangre de Jesús tenemos plena libertad para entrar al Lugar Santísimo (Ti 1:15-16; He 10:19-31; 1 Pe 1:13-23; 1 Jn 3:3; Ap. 2 y 3, 21:6-8; 22:14-15) .

Conclusión

Así como el olivo es machacado en la prensa para dar aceite puro, así el que teme y ama a Dios es probado para que el Espíritu Santo le perfeccione en obediencia al Señor. El mismo Señor fue probado y salió aprobado. ¿No es hermoso todo esto? Todo lo explicado podemos verlo claramente en la noche oscura de Jesús en el Getsemaní. Él nos puso el ejemplo en todo y nos ha enseñado cómo perseverar en la fe para que seamos más como él.

En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y, consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen…

Hebreos 5 NVI

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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre este tema en su libro “Las Iglesias del Covid-19“. Conoce su libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.
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