La pregunta no es si la salvación se pierde o no, es ¿cómo puedo ser salvo? olimpiadas1

Historias inspiradoras, victorias emocionantes, competencias apasionadas y los más puros valores de la humanidad son cosas en las que pensamos durante estos días de los Juegos Olímpicos. Yo pienso en lo que el apóstol Pablo escribió sobre los atletas que, en su tiempo, competían por una corona de laureles.

24 ¿Acaso no saben ustedes que, aunque todos corren en el estadio, solamente uno se lleva el premio? Corran, pues, de tal manera que lo obtengan. 25 Todos los que luchan, se abstienen de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; pero nosotros, para recibir una corona incorruptible. 26 Así que yo corro y lucho, pero no sin una meta definida; no lo hago como si estuviera golpeando el viento; 27 más bien, golpeo mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que después de haber predicado a otros yo mismo quede eliminado. 1 Corintios 9 (RVC)

Competir para ganar el premio

En cuanto a la salvación no aplica aquel dicho de que lo importante no es ganar, sino competir. Según la Biblia, no es suficiente con “participar en la competencia” o, dicho de otra manera, pensar en que por hacer las cosas que hace un cristiano realmente somos hijos de Dios y seremos salvos.

¿A qué se refiere Pablo cuando dice que corramos de tal manera que obtengamos el premio? ¿Cuál es el premio de nuestra carrera de fe? No competimos para ganar santidad, obediencia, mortificación de la carne y sus deseos pecaminosos (matar-crucificar la carne diariamente), ni satisfacción total y plena en Dios? El Señor nos aparta para él por medio de su poder, nos ayuda a perseverar por medio de su poder y nos salva por medio de su poder. Él hace toda la obra. Solo debemos ofrecer nuestra débil voluntad y él nos transforma para amarle. El resultado del comienzo de su salvación en nuestra vida es santidad, obediencia, mortificación de la carne y sus deseos pecaminosos, justicia, misericordia, así como satisfacción total y plena en Dios.

¿El premio? Es la consumación de la salvación de Dios que será una realidad cuando Jesucristo venga. Entretanto, debemos perseverar. Algunos se confunden y piensan que la fe consiste en una creencia supersticiosa en el evangelio que no implica las obras de Dios. Es producto de una mala interpretación de Efesios 2:8-10.

Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. 10 Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas. Efesios 2 *el énfasis es mío

Se gana el premio por medio de la fe

Dios nos apartó y nos dio fe. Esa es la gracia: no hicimos nada para merecerlo pero aún así el Señor nos llama. Sin fe no hay salvación. ¿Por qué uno cree y otro no? Porque Dios tiene misericordia de quien quiere, y como nadie merece su gracia salvadora él la da a quien quiere. De lo contrario sería mérito.

Hasta aquí la gracia. En cuanto a la fe, la clave nos la da Pablo en el verso 10. Nos hace renacer por su Espíritu para que por la fe le amemos a él y, si le amamos amamos su voluntad, sus palabras, su verdad. Como consecuencia, el nacido de nuevo hace las obras de Dios, aquellas que preparó para que vivamos practicándolas. Son sus mandamientos, la esencia de su ley: misericordia, justicia y fe (Mateo 23:23).

Entonces, ¿cómo sabemos que tenemos fe? Hemos nacido de nuevo. Nuestras acciones serán congruentes con la misma naturaleza del Padre y de su Hijo, pues hemos sido hechos nuevas criaturas que andan en vida nueva en Cristo Jesús, no para hablar como él o pretender parecer un seguidor suyo, sino para realizar las obras que él hizo y vivir como él vivió (1 Juan 2:6).

Perseverar en la fe para ganar el premio

Es intrigante que, si es por gracia la salvación, Pablo asegure que corre y lucha, no sea que después de haber predicado a otros él mismo quede eliminado.

En ningún lado de la Biblia se enseña que la salvación completa se obtenga por hacer una oración y este texto confirma que asegurarlo es falso. Pablo explica que la vida cristiana es como una carrera y la salvación nos espera al cruzar la meta. La doctrina es conocida como la perseverancia de los santos. Está en toda la Biblia y la Iglesia la ha predicado siempre.

Significa que la fe verdadera, la fe que salva, es aquella que persevera durante toda la vida, o en palabras de Pablo, a lo largo de la carrera. ¡Claro! Si no perseveró, es decir, si la fe no se mantuvo, en realidad no era fe y sin fe no hay salvación.

Conclusión

Algunos han malinterpretado la analogía de la carrera creyendo que la salvación se pierde. Estaríamos asumiendo que por mis obras la gano o la pierdo y que Dios no es poderoso para guardarnos hasta el día de nuestra completa salvación (Lee 1 Pedro 1:3-9). Otros se equivocan al pensar que puede obtenerse de manera completa con hacer una oración, y esto daría pie a vivir como se desee (libertinaje).

¿Se pierde? ¿Nunca se pierde si hago una oración y luego vivo como quiero? Esa son preguntas incorrectas. Las preguntas correctas son: ¿tengo la fe que salva? ¿Soy el señor de mi vida o me sujeto a Cristo, el Señor de todo? ¿Estoy perseverando hasta el fin? ¿Hoy perseveré en la fe en Cristo? ¿Creo con todo mi corazón de manera que vivo lo que creo?

La única manera en la que es posible ejercer la fe es siendo como Jesús, o en palabras de Pablo, corriendo y luchando, haciendo morir su carne y viviendo en el Espíritu fortalecidos, regenerados, restaurados en él.

Creer es saber, entender y obedecer. Confesar a Jesús como Señor (Romanos 10:9-10) no significa pronunciar las palabras mágicas y ¡pum!, ser salvo, sino que efectivamente Cristo sea nuestro Señor en cada decisión, cada día durante nuestra vida, y que la gente pueda darse cuenta de ello de palabra y obra. Es una fe viva, no una creencia estéril que no cambiará nuestras vidas.

21 »No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!” Mateo 7

Encuentra más sobre este tema en el libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.

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