¿Qué significa tener la victoria en Cristo?
La Biblia dice que somos vencedores y hay que averiguar a qué se refiere. (más…)
Hacer discípulos no es ocupar asientos de nuestro lugar de reunión. En Semana Santa, Día del Niño, Día de la Madre, Día del Padre, el Aniversario de la Iglesia, la Campaña Evangelística, Navidad y otras celebraciones de nuestros calendarios aprovechamos para llevar a la gente al edificio de las reuniones de nuestra iglesia local. De esta manera, pensamos que estamos acercando a la gente a Cristo, pero no siempre esto es así.
Generalmente, nos contentamos con que nuestro invitado continúa asistiendo a nuestras reuniones. Entonces, damos por hecho que la persona ya es “cristiana”, pero en muchos de esos casos ni siquiera nos hemos tomado la molestia de exponerles el evangelio de Jesús. Al parecer estamos llevando gente a nuestros edificios, no a Cristo.
Si preguntamos a cualquiera, nos diría que de ninguna manera el solo hecho de ir al templo nos hace cristianos. No obstante, esa es la principal motivación a la hora de evangelizar.
El propósito de las estrategias de evangelismo, en teoría, es que el incrédulo sea en adelante un creyente en Cristo, pero la realidad nos muestra otra cosa. En la práctica, nuestros esfuerzos y estrategias evangelísticas tuvieron éxito si los invitados asisten regularmente a las actividades de la iglesia, sin importar si la fe que profesan se muestra en acciones.
Enseñamos que son cristianos los que se reúnen con otros cristianos y, en oposición a lo que realmente buscamos, terminamos reduciendo la fe en Cristo a activismo. Entre más participemos de las actividades de la iglesia más comprometidos estaremos con Dios, pensamos. Esto es falso.
Pocas veces la iglesia se asegura de que el nuevo asistente a las reuniones de la iglesia conozca el evangelio tal como la Biblia lo enseña o que lo haya comprendido. Tenemos la idea falsa de que cuidar que continúe creciendo en el conocimiento de Dios es que acumule más información sobre Dios. Sin embargo, conocer a Dios es que la persona viva en cada área de su existencia la realidad del nuevo nacimiento.
Admitámoslo: nuestras estrategias procuran principalmente incrementar la asistencia. ¿Se refería a ello Jesucristo cuando nos dijo que vayamos por todo el mundo haciendo discípulos? Nada más alejado del significado de las palabras del Señor.
Observemos bien que en muchas ocasiones nuestro énfasis en cuanto al propósito de la vida cristiana es que el creyente sea un asistente regular a las reuniones de los domingos y no a que Jesús sea Señor del creyente cada día del semana. Dedicamos más tiempo a asegurarnos de que asista a nuestras reuniones a saber cuáles son sus luchas, sus victorias, sus tropiezos, a amarle con una amistad sincera, orar por sus necesidades y, de hecho, ir más allá supliéndolas cuando está en nuestra mano.
Al pasar del tiempo será evidente la naturaleza de la persona, si es carnal o espiritual, porque por sus frutos se conoce al árbol. Nuestra fidelidad se muestra en nuestra obediencia a Dios, pero llegamos a pensar que por ser asistentes fieles a las reuniones somos siervos fieles a Dios.
De esta manera confundimos espiritualidad con religiosidad. Espiritualidad es que nuestro propósito sea adorar a Dios y religiosidad es intentar agradar a Dios cumpliendo con rituales y tradiciones para que nos favorezca, pero sin un corazón humilde y obediente, sino con muestras
Es más fácil enfocar nuestros esfuerzos en que alguien asista a un edificio, que en ocuparnos del crecimiento espiritual de alguien. Necesitamos enfocar nuestros esfuerzos en caminar con las personas hacia Cristo, primeramente, con nuestro ejemplo, después ofreciendo una amistad sincera que no depende de que decidan recibir nuestra fe, y finalmente enseñándoles con Biblia en mano el evangelio que les mostramos con nuestra vida. Ambas cosas no requieren de un lugar físico de reuniones. Formar parte de una iglesia local será consecuencia, no propósito.