¿Haces lo que haces para ser recompensado?

Uno de los principales problemas de los varones (algunos de ellos que se dicen cristianos) es que viven solo para su propia satisfacción. Por eso tantos abandonan a sus hijos, cometen adulterio, no aman a sus esposas, no sirven a otros, codician y viven frustrados porque no tienen lo que desean, son orgullosos y solo piensan en ellos. ¡Ya es hora de que esto cambie en la iglesia de Jesucristo!

Hoy día la cultura nos incita a la autogratificación. En otras palabras, a que todo lo que hagamos obedezca a un solo objetivo: que nos haga sentir bien; a ser recompensados.

¿Qué tiene de malo hacer cosas que nos hagan sentir bien? Nada, pero piénsalo un minuto. Si la principal motivación para hacer algo, incluso cosas buenas, es sentirnos bien con nosotros mismos y obtener el reconocimiento de los demás o que se nos pague con favores, entonces nos entrenamos constantemente para cultivar más y más el egoísmo. ¿Cómo podemos ser egoístas aun cuando hacemos un bien? Es posible. Esto es lo que debes reflexionar para cambiarlo porque eso no es ser hombre.

Sé hombre al examinar tu motivaciones

Muchas cosas son las que hacemos como hombres que son reprobables pero las hacemos porque nos hacen sentir bien y es fácil reconocerlas: mentir, robar, defraudar, inmoralidad sexual, borracheras, adicciones y muchas cosas más. Un hombre debe parar y abandonar estas cosas.

No obstante, es muy importante examinarte para reconocer si también haces cosas buenas pero por el placer de la autogratificación o solo porque es lo correcto. Podrías preguntarte: ––¿qué importancia tienen mis motivaciones si lo que cuenta es hacer un bien?––. Quizá a los demás solo les interese ser beneficiados, pero a ti debería importarte tu carácter.  

¿Qué pasará cuando no veas que puedes sacar algo bueno? Retendrás el bien y estarás endureciendo tu corazón. Practicar esta actitud es practicar el egoísmo. Tus buenas obras comunican cosas buenas, pero tus motivaciones hablan de tu carácter, quién eres en realidad.

Sé hombre al amar el bien

Quiero insistir en que no se critica aquí el hecho de recibir un bien cuando se hace un bien. Eso para nada está mal. Me alegra que haya quienes reconozcan a quienes hacen bien a los demás. El problema es procurar hacer cosas de cualquier tipo solamente por la gratificación

Esa actitud impide amar al cónyuge con el que se tiene problemas e incluso a los enemigos; nos impedirá hacer un bien a quienes no lo merezcan e incluso hablar con verdad y obrar con justicia cuando no nos conviene. ¡Cuidado! 

La integridad del hombre consiste en amar el bien… ¡siempre! No solo cuando produce satisfacción y alegría. Dios ama la verdad en lo íntimo y conoce los corazones sinceros y los que no lo son. Cuando aprendemos a amar a Dios aprendemos a amar la verdad y la justicia a pesar de que eso no produzca un beneficio o quizá todo lo contrario. Eso nos facilita amar al prójimo como a uno mismo y hacer lo bueno y lo justo solo porque es bueno y justo. Sin condiciones.

Sé hombre al servir a otros

La actitud de servicio es la diferencia, pero el servicio genuino. Normalmente servimos cuando sabemos que sacaremos algún beneficio o que la persona a quien le hicimos un favor nos lo pagará porque está en deuda con nosotros.

Esto es una hipocresía. Claro que podría ser que sirvamos a quien tiene el poder de pagarnos el favor, pero sin hacerlo esperado la recompensa. Cuando queremos que nos paguen el favor y no lo hacen nos comportamos con orgullo, resentimiento, envidia y soberbia porque pensamos que están en deuda con nosotros.

El servicio genuino es hacer el bien porque es bueno, no para esperar algo a cambio. El servicio no es hacer un negocio, es amar al que no puede pagar el bien recibido o amar al que puede pagarlo sin exigirle saldar su cuenta.

Sé hombre al rechazar hacer negocio al hacer un bien y, en cambio, amar el bien y la justicia practicándola sin esperar recompensa por ello.

1Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores. Más bien, en la ley del SEÑOR está su delicia, y en ella medita de día y de noche. Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará. No sucede así con los impíos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los impíos en el juicio ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque el SEÑOR conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos perecerá. Salmo 1

Encuentra más sobre este tema en su libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.

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