Una reflexión sobre nuestra tendencia a alejarnos de Dios al fallarle. Muchas veces fallé, tropecé con la tentación y pequé, sabiendo que era maldad. En mi caso no salí corriendo del templo ni me alejé de la iglesia, pero sí huí de Dios.

Cuando hacía lo malo, consciente de que Dios lo reprobaba, dejaba de orar y de leer la Biblia. Como me gustaba seguir viendo a mis amigos en las actividades de la iglesia, seguía acudiendo al templo o a donde se llevaran a cabo. Continué reuniéndome los domingos con la congregación, sin embargo, mi mente y mi corazón se encontraban lejos de Dios.

Cuando leí las palabras de Jesús citando a Isaías, el Espíritu Santo me hizo entender que podía vivir una vida religiosa sin tener comunión con Dios.

13 El Señor dice:

«A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca, y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha sido enseñado.» Isaías 29:12-13 (RVC)

Aunque mi conciencia me decía que ofendía a Dios y a otros, en mi mente me convencía de que haciendo todas mis obras religiosas podía compensarlo. Quizá Dios no tomaría en cuenta mis pecados con mi adoración hipócrita. Yo, como dice el apóstol, profesaba conocer a Dios, mas mi conducta decía lo contrario.

16 Dicen conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, pues son odiosos y rebeldes, reprobables en cuanto a toda buena obra. Tito 1 (RVC)

Al echar un vistazo en la Biblia encontramos que Adán y Eva corrieron a ocultarse porque sus conciencias los acusaban. Estaban desnudos sus cuerpos, y también entendían que sus acciones estaban al descubierto y tuvieron temor. Jonás viajó kilómetros y hasta se embarcó para cruzar el mar y, según él, huir de Dios porque se negaba a hacer lo que le mandó. Por la culpa, David no comió por días rogando por la vida del bebé que había nacido por su adulterio, y por la culpa Pedro lloró amargamente, luego de negar a Jesús.

No obstante, la culpa debe hacernos volver a Dios, para ya no seguir huyendo de él. David dijo: –Pequé contra el Señor–, luego de que su falta fuera expuesta. Y Jesús le preguntó tres veces a Pedro si le amaba, en un acto de restauración. Si tú estás sintiendo culpa, ¡qué bueno! Ahora, deja de seguir ofendiéndole. Dios quiere reconciliarse contigo.

18 ¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo? Tú no guardas el enojo todo el tiempo, porque te deleitas en la misericordia. Miqueas 7

Dios quiere perdonarte, pero necesita de tu arrepentimiento. Es cierto que si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonarnos porque él lo ha prometido hacer si es que estamos dispuestos a abandonar nuestro pecado. Asimismo, promete limpiarnos de toda maldad, pero si te limpia no es para que corras al lodo de nuevo.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.
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