Las iglesias somos cómplices cuando los grupos de alabanza fallan.  El tema de los grupos de alabanza y los vicios, problemas y errores que lo acompañan van más allá del estilo musical. Este ministerio es un reflejo más de la salud o falta de salud de las congregaciones y lo explico en los siguientes siete puntos.

Escucha aquí este especial del podcast Consejos Divinos con el tema “Consejos a los ministerios de alabanza” o míralo en video aquí.

1. Entre más, mejor.

Normalmente se sueña con todo un ensamble y que los cantos suenen tal como los grupos de alabanza favoritos del momento. Lo importante no es reclutar a todos los músicos de la iglesia ni a los que tienen deseos de participar, sino preguntarse cómo está la vida espiritual de esas personas, cuáles son sus motivaciones para participar en el grupo y cuáles son sus conocimientos musicales y técnica.

El verdadero problema llega cuando las únicas personas que desean participar llevan una vida carnal, tienen motivaciones incorrectas para hacerlo y cuando no tienen las aptitudes necesarias. Ahora, no se está diciendo que se les rechace permanentemente: hay que comenzar a hacer con ellos un trabajo espiritual previo, hay que poner reglas claras y ayudarles a tener las motivaciones correctas y hay que capacitarles.

Pero muchos no hacen estas cosas porque se piensa que entre más, el grupo sonará mejor. Ya la consagración vendrá después, pensamos.

2. El tema del compromiso.

La realidad es que en muchas ocasiones el grupo de alabanza es un compromiso mientras no existan otros compromisos, como una salida de fin de semana o un concierto muy esperado, por ejemplo. Es decir, “voy a participar si no tengo algo más importante (para mí) que hacer”.

Por ello siempre se habla de compromiso y se batalla con que los integrantes asistan a los ensayos, tengan disciplinas espirituales (oren, lean su Biblia), se inscriban a los cursos bíblicos o por lo menos se queden dentro de la reunión dominical luego de su participación.

Cuando se reduce el compromiso a estar el día de los ensayos no se comprende que se trata de consagración a Dios, no por ser miembros del grupo de alabanza, sino por ser discípulos de Jesucristo que le han hecho Salvador, sí, pero también Señor de sus vidas. Hay que vivir como hijos de Dios antes de formar parte de cualquier ministerio.

3. No entienden qué es ser un ministro.

Lo anterior nos lleva al siguiente error. No se les enseña lo que implica ser un ministro de las cosas de Dios. Los miembros del grupo de alabanza están ahí no sólo por saber tocar, saber cantar o saber dirección musical o coral, sino para servir a Dios y a la iglesia.

Un siervo de Dios disfruta de una vida de sujeción a la voluntad de su Creador y Señor. La consagración de todo creyente es indispensable para ejercer su fe y no se puede esperar menos de un ministro. Si son dos o uno los que quieren consagrarse para ministrar en la alabanza, eso es lo único que Dios necesita.

Alguien que no vive así no debe estar en un lugar del que no es digno. El ministro tiene como propósito el servicio, somete su voluntad a aquel al cual sirve, vive irreprensiblemente para, primeramente, que su vida sea motivo de alabanza a Dios, y después sus talentos y dones.

4. Poco o nulo sentido de la responsabilidad de ser ministros.

A veces los miembros de los grupos de alabanza viven en franca desobediencia a Dios y se les tolera porque es más importante tener música el domingo que cómo estén sus vidas o el testimonio que dan. Se tiene miedo a que, si se les reprende, abandonen el grupo y entonces la iglesia se quede sin alabanza.

De por sí es grave que no tengan un cuidado espiritual o que deliberadamente estén practicando pecados. Algunos muestran un desprecio por ser excelentes en lo que hacen: no practican en casa, no ensayan los cantos por su cuenta, olvidando que todo lo que hacen es parte de su adoración a Dios como sus hijos. Si los no creyentes practican para ser excelentes y no lo hacen para Dios, ¿por qué un ministro no va a ser disciplinado para ser excelente cuando lo que hace lo hace para Dios?

Nos preparamos bien para hacer nuestro trabajo o para salir bien en un examen, ¡cuánto más deberíamos ofrecer lo mejor de nosotros para el que es digno de toda la gloria! El que no esté dispuesto a esto no debería participar en el ministerio de la alabanza.

5. La selección de las canciones.

Hay que elegir lo que funciona, lo que pone a la congregación eufórica o sensible hasta las lágrimas. Sobre todo, cuando no hubo tiempo de elegir nuevos cantos o de ensayar, hay que tocar las “efectivas”, las que se sabe que a todos les gustan mucho.

¿Importa si sus letras contradicen abiertamente la Biblia? No. ¿Importa si nunca mencionan las palabras “Dios”, “Jesús” o no se sabe a quién van dirigidas? Tampoco. El error es que, lo que importa, es el efecto que producen estos cantos en la gente. Si el responsable de la alabanza no lee su Biblia ni procura conocer a su Dios en el que dice creer, como ocurre en muchos casos, ¿con qué criterio seleccionará el repertorio?

6. Las iglesias no cuidan de sus vidas.

Este es un tema que toca a todos y cada uno de quienes sirven a los creyentes y a la misma congregación, pero hablemos específicamente de los grupos de alabanza.

Las iglesias somos corresponsables de la salud espiritual de los integrantes de los grupos de alabanza, simplemente porque son parte del cuerpo del Señor en el ámbito local. Nadie puede pensar que es problema del músico, cantante o director. Es problema de todos porque somos un cuerpo.

En ese sentido, debemos procurar la restauración de quienes han ejercido el ministerio aun sin ser dignos, siempre procurando que el pecador restaure su comunión con Dios.

7. Saber todo lo anterior y hacer nada.

Está bien tener un grupo de alabanza, pero solo si nos ocupamos de que las vidas de sus miembros sean una alabanza a Dios. Como resultado serán usados para dirigir a la congregación al lugar correcto, no al emocionalismo estéril y pasajero, sino a que los creyentes rindan sus vidas y sean adoradores de su Dios.

De lo contrario estaremos buscando la gloria que solamente pertenece al Rey y Señor de todos.

Ahora que sabes cuáles son los errores de los grupos de alabanza, hay que hacer algo al respecto. No hacer algo nos hace cómplices del error. Pongamos manos a la obra como dice la Escritura:

Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Gálatas 6:1 (RVC)

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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo. Es autor del éxito del librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre este tema en el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo“. También solicita el libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil.

 

2 Comments

  1. luis

    Otro error es querer meter pura música de marcos with, jesús adrian romero o alex campos(que por cierto son cantantes para el cristianismo y catolicismo), y alegando que los coritos ya son pasados de moda. la biblia es clara, pasaron los cielos y la tierra, pero su palabra no pasarán, así como sus alabanzas ni los salmos y por consiguiente, los coritos (que son creados con amor). no todo es baladas ritmicas (que todo joven quiere tocar y cantar, donde se van mas por la emoción que por la convicion) que ya los templos parecen discoteca mas que un templo. no confundir la libertad con el libertinaje, ni el acumenismo con el cristianismo. es mi humilde opinión.

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