Cómo restaurar a una comunidad – Reflexiones pastorales
Dios siempre tiene una solución y siempre es mejor que la nuestra. (más…)
¿Quieres saber qué amenaza tu relación con tu cónyuge? Sigue leyendo.
Luego de años de proveer consejería matrimonial, prematrimonial y de restauración de relaciones en general, nos hemos dado cuenta de que hay 7 enemigos de tu matrimonio que constantemente lo amenazarán con destruirlo. Hay más, pero al hacer frente a estos tendrán buena parte del problema resuelto.
¿Cómo sería tu matrimonio si no pecaras contra tu cónyuge y contra Dios? ¿Pecar contra el cónyuge? Sí, cuando ofendemos a la pareja, cuando la ignoramos, cuando buscamos venganza, cuando deseamos a otras personas, cuando solo pensamos en nosotros, cuando somos orgullosos y anteponemos tener la razón a ser perdonadores, humildes, amorosos y dadores de gracia ––porque debemos pasar por alto las ofensas recibidas y comenzar de nuevo como si nada hubiera pasado––.
Eres el enemigo de tu matrimonio si dejas que el pecado te domine. Antes bien, tanto los esposos como las esposas debemos ser dominados por el Espíritu Santo. De esta manera, en lugar de que estés pecando, tendrás amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, humildad, dominio propio.
Algo muy común es que uno u otro, o ambos esposos, tengan una idea equivocada sobre lo que es el amor. A veces creen que es un sentimiento o una emoción, o que es el deseo sexual o la disposición de amar al otro. Sin embargo, el amor es decidir obrar en favor del otro.
Eso es muy difícil cuando pensamos que el otro es nuestro enemigo, pero como vimos en el punto anterior lo principal es asumir la responsabilidad personal de las cosas para evitar ser uno mismo quien daña la relación. No nos damos cuenta que hacemos daño cuando nos hacen daño, y es más fácil echar la culpa de todo a la pareja. Debemos obtener de Dios el concepto correcto del amor.
Los pensamientos o filosofías de la época que nos toca vivir son los principales responsables de que tengamos un concepto equivocado sobre el amor. Como dije, el mejor concepto del amor es el de Dios, pero por creer mentiras dañamos nuestro matrimonio con ideas torpes y egoístas.
Si nos preguntan, sería ridículo afirmar que lo sacamos de las películas, de los libros, de las canciones, de las personas que hablan en la radio o de los motivadores o coaches de moda, pero ¡es cierto! Nadie tiene un concepto propio, todos lo aprendemos de algún lado y a veces son combinaciones contradictorias, pero amamos conforme a las ideas que escuchamos y leemos, no según Dios.
Estos días está ganando aceptación la idea de que el adulterio, o las relaciones con personas distintas al cónyuge, son buenas. Que Dios nos enseñe que los esposos son como un solo ser tiene sentido, porque cuando destruimos lo más sagrado de la relación entonces los pensamientos, los deseos y el comportamiento serán destructivos, por muy bien que queramos verlo.
Sin embargo, que uno de los dos o ambos hayan cometido infidelidad no significa que el matrimonio deba terminar. ¿Cuántas veces le has sido infiel a Dios y él te perdona si acudes a él con arrepentimiento? Esto no es licencia para pecar, pero igualmente en el matrimonio si alguno pecó así contra sí mismo y contra la pareja deben procurar la restauración entre ellos y con Dios.
Constantemente leo en redes sociales a cristianos preguntando en qué casos se pueden divorciar, según ellos, para divorciarse sin desobedecer a Dios. Pura hipocresía. Como los judíos y los maestros de la ley que buscaban y rebuscaban la cláusula que les permitiría salirse con la suya.
¡Deja las amenazas de divorcio, olvídalas! Ya no estés buscando razones para hacerlo y mejor dedica toda esa energía y tiempo a hacer tu parte para honrar el Pacto Matrimonial, el cual es sagrado porque Dios los ha unido y ningún hombre debe separar esa unión sagrada en la que ambos ya no son dos, sino uno.
Claro, para que mantengas un matrimonio sano debes perseverar en la fe en Cristo. De esta manera serás fiel, tendrás pensamientos de bien y de justicia, y no pecarás contra ti ni contra tu cónyuge.
Cada día busca a Dios en oración para asegurarte de que estás haciendo lo que él quiere para ti al examinar tu corazón, y medita en las Escrituras siempre, para conocer su voluntad y recordarla. Si eres inconstante en la fe solo le darás más poder al pecado y las luchas serán eternas. Apóyate en un discípulo de Jesús que sea maduro en la fe y caminen juntos, no debes hacerlo en solitario. Así rendirás cuentas a alguien, pues de lo contrario tus secretos estarán a salvo contigo y será más difícil.
Como te habrás dado cuenta, tu esposo o esposa no es una amenaza que destruirá tu matrimonio, ni siquiera la más importante. La responsabilidad personal en el matrimonio es indispensable para que cada día la relación sea un gozo y no una tortura.
El orgullo te distancia de la persona que amas porque te hace verla como el enemigo. Piensas que tienes la razón de actuar en su contra y, aunque la tengas, el orgullo endurecerá tu corazón. Debes renunciar a este pecado, porque será un obstáculo para la restauración de tu matrimonio. Sí, será difícil si tu esposo o esposa te hace daño. ¿Por qué no empezar por leer juntos este artículo?
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