La iglesia y la ironía de Rahab y Acán
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Aprendamos cómo afrontar los desacuerdos. Los conflictos no son el fin del mundo ni deberían ser motivo de peleas y divisiones, al contrario, son algo muy bueno.
Los conflictos ocurren cuando hay un desacuerdo en una persona y tú. Esto no los convierte en enemigos. El diálogo permite escuchar por qué el otro piensa como piensa mientras que también podemos dar a conocer nuestros pensamientos. Sin embargo, ¿cómo actuar ante los desacuerdos?
Debemos distinguir si se trata de diferencias que destruyen la unidad de nuestros matrimonios, familias, amistades, sociedades e iglesias, o de diferencias que podemos aceptar y que nos unen más.
La Biblia nos enseña a mantener la unidad en lo fundamental y, en todo lo demás, abrazar y respetar las diferencias. ¿Qué es lo fundamental? El evangelio. Los mandamientos de Dios son los mismos desde el principio, fueron expresados en la ley de Moisés junto con leyes ceremoniales y rituales, y continúan vigentes resumidos en dos:
28 Se le acercó uno de los escribas al oírlos discutir y, dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó: —¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Jesús le respondió: —El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos. Marcos 12
Mientras que todos coincidimos en el evangelio, en la verdad de Dios revelada, somos personas con habilidades, capacidades, dones, preferencias, temperamentos y formas propias de hacer las cosas. Hay que evitar atacar a las personas por lo que las hace únicas. Pero tampoco debemos confundirnos. No podemos decir ––soy un enojón, así soy yo y deben aceptarme y amarme como soy––.
El evangelio nos ayuda a identificar cuáles son las diferencias que nos enriquecen y qué nos separa de otros e induce al pecado.
Somos exhortados y reprendidos para abandonar la práctica de pecados, es decir, los comportamientos que nos separan. El resultado será vivir en libertad. Entonces, aprovecharemos el conflicto para que Dios produzca más de él en mí. ¿Necesito ser paciente, perdonador, amoroso, misericordioso, bondadoso, humilde, estar gozoso, paz o tener dominio propio? El conflicto en lo que nos hace diferentes nos ayuda a tener más de esto si nos mantenemos firmes en Dios.
Abrazar las diferencias que nos hacen especiales nos edifica y capacita para aprender unos de los otros. Quizá alguien es más sensible o más racional y eso nos separa al hacer las cosas de otra forma que yo, sin embargo, esto podría enriquecernos y unirnos. Pero si alguien discute insultando, ese comportamiento ofende, separa.
Los cristianos debemos tener la mente de Cristo. Si pensamos conforme al evangelio tendremos el fundamento de nuestras vidas en común y las diferencias que nos hacen personas únicas no será un pretexto para separarnos, sino una oportunidad para amarnos.
2 Por tanto, si hay algún aliento en Cristo, si hay algún incentivo en el amor, si hay alguna comunión en el Espíritu, si hay algún afecto profundo y alguna compasión, 2 completen mi gozo a fin de que piensen de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. 3 No hagan nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimen humildemente a los demás como superiores a ustedes mismos; 4 no considerando cada cual solamente los intereses propios sino considerando cada uno también los intereses de los demás. Filipenses 2
El evangelio es lo único que nos acerca entre nosotros, a pesar de nuestras amplias diferencias, al ser la verdad los ojos mediante los cuales vemos y entendemos al mundo. Así es como redescubrimos nuestro propósito común, el de adorar a Dios, el cual se expresa en el amor a él y a otros que, como nosotros, hemos recibido su amor inmerecidamente.
Cuando se presenta un conflicto debemos decidir entre estar dispuestos a tener la mente de Cristo para afrontarlo o permitir que nos dirija y gobierne el pecado expresado en orgullo, vanidad, soberbia, mentira, amor desproporcionado a uno mismo, entre otros. Lo primero nos une; lo segundo, separa.
Estar frente a un conflicto me ayuda a dejar de concentrarme en mí mismo y en mi orgullo herido para centrarme en imitar a Cristo. Al haber desacuerdos puedo apreciar las diferencias que nos enriquecen. Ver los conflictos como la oportunidad para amar y ser amado es verlos con los lentes del evangelio. Así es como afrontamos el conflicto con gozo.
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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.
Encuentra más sobre estos temas en sus libros sobre Restauración: 40 días en el desierto, Amar como a mí mismo y La Iglesia Útil.