Amaneció el Domingo de Resurrección y Jesús ¿estaba ahí?

Esta es la transcripción del Episodio 9 de la Temporada 1 del podcast Consejos Divinos. Si no quieres leer, puedes escuchar el podcast dando clic aquí o en YouTube, aquí.

¡Llegó Domingo de Resurrección! Es una celebración sagrada, de gran alegría, significado y esperanza para el pueblo cristiano. Es una conmemoración que celebramos, aunque casi inadvertidamente para todos los demás. Los creyentes nos abrazamos, felicitamos, bendecimos y hasta reímos juntos porque es un motivo de gran gozo. Incluso lo hacemos en las redes sociales y nos aseguramos de compartir nuestras frases y muestras de felicidad con otros cristianos.

Jesús resucitó. Fue un hecho público. Se apareció a sus discípulos en privado, pero también a ojos de todos. Su ascensión al cielo fue en un monte. Luego, los discípulos hablaron a todos cuanto pudieron que Jesús había resucitado. Fueron los fariseos los que no querían que se supiera.

Hoy, quiero conectar contigo al pensar juntos en la Resurrección del Señor Jesús y contrastarla con nuestros edificios y locales de reunión cerrados. ¿Por qué menciono eso? Porque comúnmente, muy temprano acudimos a nuestros edificios de reunión, a nuestros locales, y ahí celebramos con cantos, escuchamos hablar a las mujeres sobre el suceso más maravilloso en la historia del ser humano: Dios nos visitó, nos buscó, nos sanó, nos salvó, nos reconcilió consigo mismo y levantó a Jesús de la muerte, tal como había prometido. Acompáñame en esta reflexión que confío enriquecerá a las iglesias evangélicas.

Primeramente, lo matan como un criminal porque eso somos como seres humanos por el mal que hacemos y, por la gracia de Dios, los que hemos puesto nuestra fe y esperanza en su sacrificio sabemos que tomó nuestro lugar y los méritos del único Justo nos hacen pasar ante Dios como si fuéramos justos también. Desde ese entonces vivimos en libertad para ya no estar otra vez esclavizados a esos pecados que practicábamos.

Luego, es puesto en una tumba, que entonces eran pequeñas cuevas, algunas labradas, algunas no, para poner ahí los cuerpos sin vida. Estos sitios eran asegurados con una gran piedra, de acuerdo con el evangelio según Mateo. Además, el gobernador romano de Judea selló el sepulcro con alguna orden legal que prohibía retirar la piedra y pusieron una guardia de soldados que debía custodiar el sepulcro. Nada de eso sirvió para retener a Jesús en la tumba.

En la semana estaba meditando en los eventos de los últimos días del ministerio de Jesús en la tierra. Llegué a la parte en la que algunas mujeres fueron a embalsamar con especias aromáticas el cuerpo del Maestro el siguiente día del Sábado. Al ver la piedra removida y el sepulcro vacío, regresaron con los discípulos y les dijeron:

—¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!

Juan 20:2b

Jesucristo no resucitó para quedarse encerrado. Los discípulos no comenzaron la religión de la Santa Tumba. Él no pertenecía ahí. Nada lo podía contener en ese lugar: ni la gran piedra ni el sello del gobernador romano ni la guardia de soldados… ni siquiera los discípulos. La resurrección del Señor no podía ser un secreto; la esperanza no podía ser exclusiva de un grupo religioso; la promesa de vida aquí y ahora, así como en el futuro no era solo para los discípulos; el sacrificio de Jesús no beneficiaba a doce, a ciento veinte ni a una nación en particular, sino a toda la humanidad.

Este año las iglesias locales estamos impedidas de celebrar como acostumbramos, en nuestros edificios y locales que algunos llaman templos. Muchos están diciendo con asombro: ––¡Se han llevado de los templos al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! Es la gente que pasa al exterior de los edificios y locales donde las iglesias solemos reunirnos y los ve cerrados. Hay que decirles que no está en nuestros edificios. La cultura popular cree que Dios está solamente en las capillas, parroquias, catedrales, basílicas, en los santuarios y por eso hacen peregrinaciones, para visitar a Dios a donde supuestamente está.

Así funcionaba el Templo en Jerusalén, y antes de él, el Tabernáculo. Ahí estaba la presencia de Dios y cuando Dios abandonó a Israel por su rebeldía, del cual solo ya quedaba Judá, la gloria del Señor se fue de su Templo. Ese tristísimo y extraordinario relato está en el libro de Ezequiel. No obstante, cuando el rey Salomón dedicó el Templo oró así:

18 »Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido! 19 Sin embargo, Señor mi Dios, atiende a la oración y a la súplica de este siervo tuyo. Oye el clamor y la oración que elevo en tu presencia. 20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre este templo, el lugar donde decidiste habitar, para que oigas la oración que tu siervo te eleva aquí! 21 Oye las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Oye desde el cielo, donde habitas; ¡escucha y perdona!

2 Crónicas 6

Nada puede contener que hablemos de la historia de Jesucristo resucitado: ni una piedra de gran tamaño, que representaría a los obstáculos para hablar libremente como las ideologías, la cultura dominante, argumentos y burlas; ni un sello romano, que simboliza las prohibiciones del gobierno o leyes que alteran el orden de Dios; ni una guardia de soldados, y a esos, a esos, yo los identifico con nuestra propia hipocresía que justificamos, equivocadamente, con nuestra fe.

Entonces, la gente piensa que Dios está en una estructura arquitectónica de cuatro paredes de tabiques, columnas y un techo. Algunos cristianos siguen pensando eso. Entonces, si el Señor no está en nuestros edificios, ¿dónde le hemos puesto? Y como Salomón sé que la pregunta es incorrecta, no le podemos “poner” en ningún lugar ni dejar ahí encerrado mientras termina la cuarentena. No obstante, algunos piensan que le pueden poner ahí o en algún otro sitio, como en transmisiones o las redes sociales. Pregunto nuevamente: ¿dónde le hemos puesto? Porque ahí es donde la gente lo buscará. Dios lo ha puesto a su derecha y a su Espíritu en cada uno. Mi esposa debe encontrar a Jesús en mi vida porque creo en él y le imito. Mis hijos y tus hijos deben encontrar a Jesús en sus padres. Mi familia, mis vecinos, mis colegas, mis amigos conocerán a Jesús al conocerme a mí. El mundo encontrará a Jesús por medio de su Iglesia. Así es. Mientras unos se lamentan porque no pueden estar en sus templos en Semana Santa o en Domingo de Resurrección, otros demostremos por qué Jesús no está en la tumba y dónde está. Está con los suyos, aquellos que han muerto con Jesús. Como explica el apóstol Pablo en Romanos 6, quienes creemos participamos con él en su muerte, para que como Cristo resucitó por el poder del Padre, nosotros llevemos una vida nueva. ¿Cómo que morir y en qué consiste esa vida nueva? Morir porque hemos crucificado en esa cruz nuestra vieja naturaleza, y así el pecado pierde su poder en nosotros para ya no ser esclavos del pecado, como lo éramos antes.

11 De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. 13 No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. 14 Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia. 15 Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! 16 ¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. 17 Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida. 18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. 19 Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. 20 Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. 21 ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte! 22 Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Romanos 6

¡Jesús resucitó! ¿Dónde le has puesto? ¿Encerrado en tu pensamiento y nadie le puede ver? ¿Encerrado en el edificio donde te reúnes y eres cristiano solo los domingos o días de reunión? ¿Está encerrado en tu religión y el Jesús en el que crees no es para los que no creen lo mismo? ¿Encerrado en tus redes sociales y los que no creen lo mismo que tú no pueden ver las publicaciones sobre tu fe y quién es ese Jesús que venció la muerte?

Te explico por qué debe importarte la Resurrección de Jesús. Porque si la paga del pecado es muerte -–como dice la Biblia––, todos hemos sido condenados por hacer lo malo, pero por la fe en Jesús podemos ser perdonados y tener vida desde hoy y después de la muerte. Significa que este cuerpo morirá y que recibiremos otro cuerpo libre del pecado que no experimentará nunca más envejecimiento, enfermedad, dolor, muerte. Entonces, Jesús resucitado es la garantía de la promesa para todos los que creemos en él. Si no hay resurrección después de la muerte “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Sin la esperanza de una vida en la que ya no habrá más corrupción, vivir haciendo el bien y la justicia solo para esta vida resulta en un propósito meramente moral. ¿Cuál sería el problema en ello? La moral no puede vencer al mal. Solo luchará con él por siempre sin una aspiración de una justicia perfecta. La gente que vive sin Dios tiene la fantasía de que este mundo será más y más justo. Como eso depende únicamente de la raza humana, eso es imposible. ¡Qué desdichada sería la raza humana! Sin embargo, la resurrección significa que el mal, el pecado, será destruido y al ocurrir esto la muerte dejará de existir. ¿Recuerdas? La paga del pecado es la muerte. La esperanza en Cristo es total. La Resurrección implica recibir cuerpos gloriosos, espirituales, sin relación con el pecado ni la muerte. Pero también implica que en esta vida el pecado, como te decía anteriormente, ya no tiene poder en los que tenemos fe en Jesucristo para no hacer el mal y hacer el bien y lo justo. Jesucristo enseñó que él es la resurrección y la vida, y que quienes creen en él vivirán, de verdad, en esta vida, y tendrán vida después de la muerte.

Sacaron a Jesús de los templos, ¿dónde le pusieron? Aquí, los que hemos creído por qué vino, lo que hizo, cómo vivió, por qué murió y que resucitó, te podemos mostrar.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre estos temas en sus libros sobre Restauración: 40 días en el desiertoAmar como a mí mismo y La Iglesia Útil.

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