La oración es difícil y por eso necesitamos orar
Consejos para recurrir a la oración aun cuando no quieres. (más…)
Dejemos de aparentar que esto no pasa en nuestras iglesias.
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Debo confesar que en mis 8 años aconsejando en su mayoría a hombres y matrimonios evangélicos ––Paola, mi esposa, trabaja con las damas–– he tenido conocimiento de múltiples casos de abusos por parte de esposos hacia sus esposas.
No escribimos este artículo porque “está de moda” ver a los hombres como los enemigos y los únicos que maltratan a sus parejas. Escribimos este artículo porque Dios le pedirá cuentas a los hombres por sus esposas y sus familias. Como iglesia cristiana necesitamos hacer consciencia
Es hora de decirlo y de hacer algo al respecto. Y claro, también he conocido casos de mujeres, pero es el hombre quien recibió la autoridad de parte de Dios de ver por sí mismo, su esposa y su familia en el temor de Dios. ¿En qué consiste esa autoridad? En que un hombre imita el carácter de Dios; eso lo hace hombre y por esa razón esta serie se llama #SéHombre.
Es mi oración que las cada vez más frecuentes y tristes noticias de violaciones, tortura y terribles asesinatos a niñas y mujeres en México hallen justicia. Sí, los hombres también son asesinados de formas horribles, pero esas mujeres mueren generalmente a manos de quienes se supone deben protegerlas. Esto pasa aun en nuestras iglesias evangélicas a pesar de que los hombres saben que deben amar, respetar y proteger a las mujeres que han sido puestas a su cuidado muy especialmente, y por extensión a las que lo rodean: compañeras de escuela o trabajo, vecinas y aquellas que no conocemos pero con las que interactuamos. ¿Cuidarlas cómo? De nosotros y de otros, pero principalmente de nosotros.
Por supuesto, las feministas dirán que no necesitan ser amadas ni protegidas por los hombres y que con el respeto es suficiente. Pero sabemos que haciendo el bien colaboraremos en su bienestar.
Algunos de los abusos que he contrarrestado en mi experiencia como consejero son: la manipulación, el chantaje, el control, la violencia en todas sus formas, la violación, la indiferencia, la humillación, descalificación, la infidelidad, destruir su dignidad, la conceptualización de la mujer como un objeto o un medio de gratificación, entre otras.
Para mí es escandaloso que hombres que se identifican como cristianos tengan esas prácticas de abuso. Algunos de ellos son pastores. No entraré en los detalles perversos e indignantes pero no son diferentes de los comportamientos de quienes no creen en Dios.
Ya el apóstol Pablo describía el comportamiento de hombres que aparentarían ser piadosos para encubrir sus malas obras. Estos seducían a mujeres débiles dominadas por sus pasiones. Siempre ha habido hombres que se dicen espirituales pero abusan de su autoridad.
Esto es una perversión dado que Dios en su sabiduría instituyó el matrimonio para que hombres y mujeres seamos uno. Por eso es irracional, necio que los esposos lastimen a sus esposas.
Se trata no solo de una mala interpretación, sino de una gran distorsión de la persona de Jesucristo y sus enseñanzas. Hablo de la sujeción.
22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Efesios 5
Este es el pasaje con el que muchos justifican los abusos hacia las esposas. No es una suposición ni una sospecha, lo sé de primera mano a través de pastores que lo enseñan y de esposos que distorsionan el texto bíblico. ¿Hay antídoto para esta falsa enseñanza ? La verdad.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Efesios 5
De Adán aprendimos que la reacción pecaminosa del hombre es evadir su responsabilidad y culpar a otros por su pecado, pero Dios le exige cuentas por su vida, por la de su esposa y por la de su familia. El hombre abusa cuando no asume su responsabilidad en el mundo de ejercer su autoridad para amar, servir, guiar, en fin, de imitar a Cristo. Hay que poner fin a esto porque está destruyendo personas, matrimonios, hogares, iglesias, comunidades y sociedades, y comunica un concepto de Dios erróneo.
No es gratuito que los matrimonios decrezcan y los divorcios se hayan incrementado en cifras alarmantes en los últimos 20 años en México y en general en los países de Occidente. Hay dinámicas de abuso de hombres hacia mujeres y de mujeres hacia hombres, pero el hombre debe guiar a su matrimonio y familia hacia su restauración, no a su destrucción.
Ser hombre es reconocer en la mujer a su igual, pues la autoridad recibida por Dios no es para darle más valor a él, sino para delegarle la responsabilidad de imitar el carácter de Jesús. En una casa no pueden guiar dos, por aquello de la guerra de poder entre los cónyuges, por un lado, y por otro guiar no es posible hacerlo solo, se requiere de la participación de ambos en un ambiente de amor, confianza y respeto.
7 De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.
1 Pedro 3
Los esposos son comprensivos porque reconocen sus propias debilidades. Tratan a su esposa con respeto porque es su prójimo. La palabra “delicadeza” es un reconocimiento de las diferencias entre el hombre y la mujer, y se compromete a no aprovecharse de ello. Se relaciona con ella como su igual porque puede decir “es hueso de mis huesos y carne de mi carne”; además, es coheredera de la promesa tanto como él. El entendimiento de esto produce una percepción y un comportamiento espiritual que elimina el abuso hacia las mujeres y crea un vínculo de unidad con su esposa que se cultiva cada día.
En mi experiencia en la consejería bíblica, el consumo activo de pornografía es, de hecho, es una de las prácticas pecaminosas de los hombres cristianos más comunes. Desgraciadamente, muchas metodologías en la consejería cristiana no contemplan la restauración personal como método para el reconocimiento y abandono de prácticas pecaminosas. Al enfocarse solo en problemas superfluos, visibles y urgentes se pierde la oportunidad de hacer un trabajo profundo de examinación y arrepentimiento para ayudar a los varones a perseverar en su fe en Cristo.
Por esa razón, por ejemplo, muchos hombres pretenden arreglar problemas en su matrimonio sin identificar su orgullo, mentira, inmoralidad sexual, codicia, palabras de maldición y groserías (lenguaje obsceno, chistes), conversaciones necias, avaricia, idolatría, adicción, ira (Gálatas 5, Efesios 5, Colosenses 3).
Además de ser prácticas pecaminosas reprobables con consecuencias imprevisibles y destructivas tanto en varones como en mujeres, se forma parte de un ciclo de esclavitud de quien consume pornografía y de quienes participan en ella. Diversos comportamientos de inmoralidad sexual del hombre están relacionados con este vicio debido a que destruye su percepción de la realidad y de las mujeres. Es preocupante que sea un problema tan común y desatendido en las iglesias.
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