Las emociones son parte de nosotros y de nuestra espiritualidad.

Mira una versión extendida del artículo en este video: https://youtu.be/ykymNE65l8Y

Desde que comencé a dar Consejería Bíblica hace ya 8 años empecé a estar más consciente del papel de las emociones en la vida del cristiano. Antes de prepararme para ejercerla tenía la idea de que todo se trataba de la espiritualidad del creyente y las emociones nada tenían que ver con ello.

¿De dónde saqué esa idea? Me la habían enseñado en la iglesia con la que me reunía. Eso no tiene un enfoque bíblico. Aunque la realidad es que muchos cristianos no perseveran en su fe porque no tienen claridad en que su mente, su cuerpo y sus emociones fueron redimidas en Cristo, muchos fallamos un día sí y al otro también en el área emocional y no tenemos la menor idea.

Emociones: dos enfoques equivocados

Error 1: la enseñanza acerca de las emociones con la que crecí es que son algo así como lo opuesto a la espiritualidad y, por lo mismo, más vale ignorarlas. Especialmente cuando se trata de emociones que te hacen sentir mal como enojo, tristeza o angustia, aunque muchas veces la gente no reacciona bien a demostraciones de alegría o afecto. Se suele decir “eso no es de un cristiano”, así que debes ignorarlas y seguir adelante tratando de hacer las cosas que te han dicho que sí son espirituales.

Error 2: algunos consideran a las emociones un parámetro confiable de la comunión con Dios. Por ejemplo, si la alabanza o la predicación del domingo te provocó una gran alegría o mucho remordimiento y derramaste muchas lágrimas lo más seguro es que pienses que estás mejor con Dios y que el Espíritu Santo hizo algo especial en ti. Eso podría ser posible, no obstante tampoco podemos decir que estar muy emocionados es un signo de la presencia del Espíritu. La verdadera manifestación del Espíritu es su fruto, cuando el carácter del creyente es como el de Dios al manifestarse amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, humildad y dominio propio, así como a través de los dones para servir a otros y glorificar al Señor con ellos.

La redención de las emociones

Al crearnos, Dios nos dotó de mente, cuerpo y emociones y con ellas igualmente honramos a Dios… o no. Todo lo que somos ha sido redimido porque nosotros mismos hemos sido redimidos. Eso significa que si antes servíamos al pecado con todo nuestro ser, en adelante lo que somos adora a Dios en lugar de lo que antes adoraba. Esto significa que si vivimos sin dominar nuestras emociones algo anda mal.

No entreguen ninguna parte de su cuerpo al pecado para que se convierta en instrumento del mal. Más bien, entréguense por completo a Dios, como quienes ya han muerto y han vuelto a vivir. Y preséntenle sus miembros como instrumentos para la justicia.

Romanos 6:13

El apóstol Pablo describe la redención de la mente como resultado de la transformación que Dios hizo al revelar su voluntad a la persona para que exprese esa novedad de vida a través de un comportamiento. Entonces, hace lo agradable a Dios en lugar de imitar las costumbres del mundo (Ro 12:2).

La redención del cuerpo es descrita como presentar sus miembros como instrumentos de justicia, en lugar de usarlos para hacer injusticias, como antes, así como presentar el cuerpo como una ofrenda viva para adorar a Dios (Ro 12:1). La redención de las emociones es también resultado de dicha transformación que cambia el uso pecaminoso por otro que glorifica a Dios (Ef 4:26-27). Entonces, honrar a Dios con nuestras emociones es resultado de conocer a Dios y vivir sujetos al señorío de Cristo.

Las emociones sujetas al señorío de Cristo

La gran pregunta sería cómo hacer que con esas emociones con las que muchas veces peco ahora pueda adorar a Dios. Lo mismo que aplica para la mente y el cuerpo aplica para las emociones. Dios, al poner de su naturaleza en nosotros, nos da deseos de hacer su voluntad, pero también nos da su poder para hacerla. De lo contrario sería tortura, no redención.

Redimir significa recuperar lo que se había perdido. Cuando Dios nos creó podíamos adorarle con nuestra mente, cuerpo y emociones, pero el pecado en nosotros nos lleva usar esas tres cosas para deshonrarnos y deshonrar a Dios. El nuevo hombre usa la mente, cuerpo y emociones para adorar a Dios de manera intencional y para ello el Espíritu Santo produce en nosotros dominio propio ––junto con las otras 8 expresiones del carácter que constituyen su fruto-–.

Así las emociones estarán sujetas a nosotros y no nosotros a las emociones.

El nuevo hombre ya no vive por la inercia de la naturaleza pecaminosa. Ahora dispone su voluntad para que sus pensamientos y palabras sean aceptables ante Dios (Sal 19:14) y las emociones sean resultado de la fe (Fil 4:5-7). Malos pensamientos serán malos comportamientos (Mt 15:19; Stg 1:14-15) y, a su vez, emociones pecaminosas (Fil 4:5-7). Somos un todo integrado. Si la mente fue transformada las emociones no pueden dominar.

Escucha lo que tus emociones dicen

En una conversación sobre este tema mi interlocutora me dijo que las emociones nos ayudan a ver y entender lo que hay en nuestro corazón al poner al descubierto lo que es importante o no para nosotros. ¡Y tiene toda la razón! Decía que, en lugar de tratarlas como enemigas, pueden ser herramientas para nuestro beneficio.

Entonces, no vale solo “trabajar” con las emociones agradables como la alegría o el afecto, pues las que percibimos como negativas nos dicen cómo somos, qué sentimos o en qué debemos poner atención. Incluso, podrían estar diciéndonos cuáles son nuestras motivaciones verdaderas. Al examinar nuestras emociones podremos saber qué nos preocupa o incluso si hay alguna motivación no espiritual detrás de un propósito espiritual. Por ejemplo, cuando decimos que hacemos algo para Dios y que no nos importa nada más, pero nos enojamos porque no recibimos el reconocimiento que esperábamos o alguien más sí lo recibió. ¿Por qué el enojo? Pero nos muestra que nuestras motivaciones son equivocadas.

O podríamos estar invocando a Dios para que haga lo que queremos debido a nuestra angustia. Entonces, al poner atención a nuestras emociones las sometemos ––no las negamos–– para centrarnos en Cristo y en la paz que me da.

Reconozcamos que a veces no podemos solos. No tengamos miedo de pedir ayuda. Algunos luchan con sus emociones por razones médicas, es decir, porque su organismo no está funcionando adecuadamente. En ese caso se requiere de ayuda especializada, pero no por eso la espiritual no deja de ser necesaria. Prescindir de ella es un error.

Conclusión

La manera de honrar a Dios con nuestras emociones es confiar en que su poder nos regenera, nos hace nuevas criaturas, hijos suyos con su naturaleza que desean su voluntad y tienen el poder que viene del Señor para hacerla (1 Juan 3:9; 2 Co 12:9-10). De esta manera, nuestra voluntad será adorar a Dios con nuestros pensamientos, comportamientos y emociones porque lo que antes alteraba nuestras emociones en el mejor y en el peor sentido ya no es tan importante como que nuestro gozo y nuestra paz descansen en el Señor.

Encuentra más sobre este tema en el libro de Restauración Personal 40 días en el desierto, así como temas similares en los libros Amar como a mí mismo y La Iglesia Útil.
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.

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