Consejos para recurrir a la oración aun cuando no quieres.

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Entre los cristianos frecuentemente decimos que hay que orar, pero casi nunca admitimos lo difícil que es; mucho menos, que regularmente no deseamos hacerlo. Admitirlo algunos lo ven como falta de espiritualidad, pero es al revés. No reconocer que la carne es débil podría llevarnos a tener una falsa seguridad.

Todos hemos dejado de hacer oración

La realidad es que todos los que oramos nos hemos negado a hacerlo porque…

  • estamos desanimados
  • tenemos culpa por haber pecado
  • experimentamos vergüenza por lo que hicimos y evitamos buscar a Dios
  • estamos siendo controlados por nuestras emociones
  • hay resentimiento contra Dios porque consideramos injusto lo que estamos pasando
  • estamos llenos de actividades (o nos llenamos de ellas para evitar buscar a Dios, a veces)
  • la rutina es despiadada y nos quedamos sin energías para orar (irónicamente, por no orar nos quedamos sin más energías por la ansiedad de controlarlo todo, las preocupaciones, los problemas y no estamos depositando nuestras cargas en Jesucristo ni pidiendo su ayuda)
  • escribe en los comentarios otra razón por la que hayas dejado de orar

Lo mejor es que, como todos hemos dejado de hacer oración alguna vez, todos sabemos que todo es más difícil cuando no oramos. Entonces, orar es difícil y vivir sin orar es difícil, por lo que debes elegir tu “difícil”. Sabemos que no orar hace todo más complicado porque podemos afrontar los problemas fortalecidos, con la mente puesta en Cristo y con confianza y esperanza en que Dios está en control porque está por encima de todo.

La oración se nota y no hacer oración, también

Guardar la apariencia de que oras y no hacerlo va erosionando tu espiritualidad. En cambio, admitir esto con tu amigo en quien confías que también ama a Dios es reconocer juntos la necesidad de dominar la mente, las emociones y, en general, la carne para vaciarnos ante Dios y contrastar nuestra voluntad con la suya.

Como dijo el mismísimo Jesús: el espíritu está dispuesto pero la carne es débil. La disposición de orar comienza con esta verdad y sigue con la disciplina que nos obliga no solo a apartar un tiempo para ello, sino a rendir la ansiedad, el orgullo, la culpa, la vergüenza, el desánimo, la tristeza, la incertidumbre, pero también un optimismo que nos puede llevar a pensar que no necesitamos orar.

No podemos dejar de orar, pase lo que pase. Es curioso que cuando todo va bien, dejamos de orar porque no vemos la necesidad de hacerlo, y a veces cuando las cosas van mal dejamos de orar porque nos enojamos con Dios o nos desanimamos o simplemente queremos ser nosotros los que “nos saquemos de la situación” con nuestras propias fuerzas y nuestra propia inteligencia.

Oración para conocernos y hacer lo que nos toca

Dios ya nos conoce, pero nosotros no. La realidad es que, por lo general, pensamos que somos fuertes, que podemos manejar la situación, incluso pensamos que estamos confiando en Dios y no lo estamos haciendo en los hechos. La oración también nos ayuda a conocernos como realmente somos, pero para lograrlo debemos acudir al consejo de Dios y, a partir de las Escrituras, examinarnos y reconocer cómo estamos.

Con ello, me refiero a que Dios nos diga a través de las Escrituras cuáles son nuestros pensamientos, cuál es nuestro estado emocional, qué dicen estas cosas de nosotros y qué dice nuestro comportamiento, nuestras decisiones acerca de nosotros. ¿Estamos confiando en Dios? ¿Tenemos una idea equivocada de Dios y de nosotros? ¿Pedimos a Dios dirección y su intervención pero estamos siendo guiados por nuestras emociones y estamos reaccionando impulsiva y egoístamente?

La oración también nos orienta hacia Dios y podemos discernir cuál es nuestra responsabilidad y qué no es. Así podemos enfocarnos en hacer lo que sí podemos y debemos hacer y renunciar a hacer lo que le corresponde a otro, incluso, abandonar la idea de hacer lo que solo Dios puede hacer. Parece ridículo, pero muchas veces sufrimos porque queremos controlar todo de tal manera que jugamos a ser Dios y ni siquiera nos damos cuenta.

Finalmente, recurre a Dios en oración

Ora en todo momento para mantenerte despierto y alerta. Dios no necesita que ores, eres tú quien necesita orar. Y cuando termines, comienza de nuevo.

40 Cuando fue adonde había dejado a los tres discípulos, los halló dormidos. «Pedro —dijo—, ¿no pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora? 41 Manténganse despiertos y oren, para que la tentación no los venza. Porque es cierto que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

Mateo 26

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre estos temas en el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo“. Para Restauración Personal, tenemos el libro “40 días en el desierto“, y para Restauración de Iglesias, “La Iglesia Útil“. Solicita gratis “Las Iglesias del covid 19

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