Navidad 1: El cumplimiento de la promesa
Esto es lo que cuenta Lucas en su primer capítulo. (más…)
¿Será común que un pastor no sea escuchado, aconsejado ni discipulado?
Estos días leí que un pastor de 30 años se suicidó y dejó una viuda y tres hijos. Cada vez escucho y conozco más y más casos de pastores desanimados, adúlteros, suicidas, homosexuales, mentirosos, ladrones… por mencionar unos pocos ejemplos. ¿Qué tienen en común muchos de ellos? Que no son discipulados, aconsejados ni restaurados. Las iglesias los estamos abandonando.
No me escandalizo de ellos, pues son humanos como cualquier persona de la congregación. Lo que escandaliza es la indiferencia de muchas iglesias locales hacia sus pastores, que olvidemos que también luchan con sus debilidades, que ignoremos sus necesidades.
En este artículo hablaré sobre cómo discipular y restaurar a los pastores.
Desgraciadamente, es común que las iglesias paguen a los pastores con la intención de que una sola persona haga el trabajo de todos.
¿Evangelizar? Que lo haga el pastor. Por eso le presento a mi familia y amigos. ¿Discipular? Que lo haga el pastor. Por eso debe visitarnos, llamarnos, enseñarnos y escucharnos cuando queramos. ¿Aconsejar? Que lo haga el pastor. Él es el que sabe, yo no sé qué hacer y mucho menos qué decir a otros. ¿Hacer las labores del edificio en el que nos reunimos? Que lo haga el pastor. Para eso le pagamos. Así es como piensan muchos, más de los que nos imaginamos.
Pero, ¿quién discipula al pastor? ¿Quién está al pendiente de él y su familia? ¿Quién se preocupa por sus necesidades espirituales, económicas, de salud, de actualización y capacitación, de descanso, de ánimo, apoyo, consejo…? Queremos que ore por nosotros, ¿quién ora por él y su familia? ¡Ellos y sus familias son parte del rebaño!
En lo personal y a través de Restaura Ministerios promovemos que las iglesias tengan varios pastores, entre ellos uno principal, pues tiene numerosas ventajas. Una de las principales es que entre ellos pueden ser discipulados para que cada uno rinda cuentas a otro, sean aconsejados y escuchados.
La necesidad que los pastores tienen de que vean por ellos está siendo satisfecha fuera de las iglesias. Está muy bien buscar discipulado, consejo y ayuda de otros pastores más experimentados que tienen sus propias congregaciones.
Yo creo que es mejor que encuentren consejo con los ancianos u otros pastores de la misma congregación. ¿Por qué? Se conocen, comparten las cargas los unos de los otros en el día a día, conocen las situaciones problemáticas y a las personas. A veces el pastor cuenta solo su lado de la historia y, a pesar de ser un autoengaño, algunos caen en este comportamiento.
Pero sea con alguien de dentro o de afuera, la iglesia local debe ocuparse de que el pastor o los pastores estén recibiendo el consejo bíblico que requieren. Son humanos y también podrían actuar de manera que no honre a Dios, igual que tú y que yo. Por eso, la iglesia no necesita protegerse de ellos, necesita ver la manera de protegerlos de ellos mismos. ¡Eso es lo que hace la iglesia local por los suyos!
Hace unas pocas semanas se dio a conocer que el pastor principal de Willow Creek, una congregación masiva y muy popular en Estados Unidos, renunció debido a su comportamiento sistemático de acoso a las mujeres. Eso no debió pasar, sí, pero el liderazgo ocultó por un tiempo a la iglesia el hecho, y no solo eso, cuando públicamente él anunció su renuncia tampoco se dieron a conocer los motivos.
¿Qué es lo que ocurre cuando un pastor puede acosar mujeres de su congregación durante décadas? Hay complicidad. ¿Qué está mal en una iglesia (en las personas que la constituyen) que no ama a sus pastores a tal grado que consiente sus pecados y sea incapaz de darse cuenta de ello? Protegemos reputaciones y amamos más nuestra honra de lo que amamos honrar a Dios.
Las iglesias locales piden cuentas a los pastores, sí, pero porque también les rinden cuentas. Eso incluye recibir su ánimo y consuelo, así como las exhortaciones, la disciplina y las correcciones.
Cuando lo anterior es una realidad y el vínculo que nos une es el amor en Cristo, la humildad que hace posible servirnos los unos a los otros baja nuestra guardia y abre el corazón y los brazos. ¡No importa si eres pastor o no, si tienes un cargo o no, si eres miembro desde hace 20 años o 12 meses! Todos necesitamos ser discipulados y aconsejados para ayudarnos a perseverar en la fe cada día de nuestra vida.
Hay un gran debate en cuanto a dejar que continúe en el ministerio un pastor que practicó tal o cual pecado luego de que sea restaurado. Hasta ahora la mayoría de las opiniones que he escuchado defienden la negativa a que regrese al pastorado. Si la cultura de nuestra iglesia es de Restauración habrá las condiciones para que rinda cuentas de pecados que no tienen consecuencias graves, pero si no la hay ocultará sus pecados a tal punto que llegará a cometer unos más graves. Una cultura de Restauración nos ayuda a mantenernos puros e impide que lleguemos a hacer cosas de las que no haya vuelta a atrás.
Y es que no hablamos de otra cosa que del ejemplo, la autoridad y la confianza. Precisamente por razonamientos como este los pastores sufren tanta presión que algunos optan por la doble vida, aquella que les facilita dar una cara en público mientras tienen otra en privado. Pregunten a las esposas de los pastores. Pero insisto, este artículo no es para crucificarlos, sino para que recuerdes que son como tú y que necesitan de su iglesia.
Con tal de cumplir nuestras exigencias, a pesar de que muchas veces no nos importan sus vidas, los pastores terminan por comprarse la idea de que deben ser perfectos, por lo menos en apariencia. La iglesia les ha metido esa idea a punta de palabras y actitudes. ¡Qué hemos hecho!
Mientras pareciera que la iglesia sí puede andar en la carne exigimos al pastor un compromiso que no estamos dispuestos a tener. ¡Y que no se le ocurra a la autoridad reprendernos! Eso no puede seguir siendo. La iglesia local necesita ser restaurada y colaborar en la restauración de sus pastores.
Se supone que todos hemos sido renovados, renacido, restaurados, regenerados, vivificados en el Espíritu para obedecer a Dios en todo y vivir en santidad, y sabemos que podríamos tropezar y necesitaremos ser restaurados… ah, pero los pastores no tienen permiso de ser humanos. Claro, pastorear es una mayor responsabilidad y ellos deben ser maduros en la fe y espirituales, pero siguen siendo humanos: se cansan, a veces pierden el aliento, a veces necesitan ser consolados o recibir consejo, incluso una exhortación o ser corregidos. La iglesia existe para ayudarnos mutuamente a seguir perseverando en la fe.
Como iglesias, debemos involucrarnos en el discipulado, aconsejamiento y participar en la restauración de otros, que otros participen en la nuestra y, cuando sea necesario, en la de nuestros pastores. Hay que establecer una cultura de discipulado en nuestras congregaciones. Nadie que tropiece puede quedarse mal por siempre. ¡Eso iría en contra de la naturaleza misma de la iglesia de Jesucristo! Debemos perdonarnos y sanarnos unos a otros.
Sé que hay pastores que promueven una cultura del “súper pastor” o “pastor todopoderoso” que hace de su vida una barrera impenetrable. Son una auténtica bomba de tiempo si no permiten ser orientados y escuchados, como ocurre cuando tú y yo cuando nos creemos autosuficientes.
Para terminar con algo práctico te diré lo qué puedes hacer para identificar las señales de que un pastor necesita a su iglesia. Si no sabes las respuestas, pregúntale porque genuinamente lo amas:
Hagamos caso de las señales para cuidar a los pastores antes de que sea demasiado tarde. Ama a tu prójimo como a ti mismo, cuida de tus hermanos, cuida de tu pastor.
6 El que recibe instrucción en la palabra comparta toda cosa buena con quien le instruye. Gálatas 6
DIOS, el DIOS de la Biblia les bendiga, quiero enfatizar que raras veces leo de alguien que edifique sin prejuicio alguno, dode quiera que se encuentren les deseo exitos en su ministerial, les encontre de forma desesperada ya que quiero ayudar a un pastor amigo mio.