Esto es lo que cuenta Lucas en su primer capítulo.

El evangelio de Jesucristo no es una colección de mitos o una versión de una leyenda. Es una colección de relatos de testigos presenciales de la vida, hechos y enseñanzas de Jesús. Lucas, en particular, los investigó personalmente.

Una marca que distingue al tiempo del nacimiento de Jesús es la intervención de Dios en el nacimiento de Juan, llamado bautista, y el de Jesús. En el caso del primero, un par de ancianos estériles; en el del segundo, una mujer virgen. Si bien se considera ello como parte del mito, más bien es evidencia de la intervención de Dios en la Historia.

Algunos de los protagonistas que atestiguaron el nacimiento de Jesús reconocieron que se trataba de aquel de quien se había hablado, alrededor de 1,000 años antes, acerca de ciertos detalles específicos de su nacimiento, vida, muerte y resurrección. Uno de ellos es que nacería de una mujer sin que hubiera tenido intimidad sexual con su esposo.

El nacimiento de Jesús significó desde un principio la buena noticia de que Dios pretendía hacer justicia al pobre y al que reconoce su necesidad, así como anunciar la libertad al cautivo, el consuelo a los sufrientes, el regocijo a los desesperanzados y sanidad a los quebrantados. El capítulo 1 de Lucas transmite esta atmósfera de celebración y gozo.

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