Esto es lo que cuenta Lucas en el capítulo 2 del evangelio.

José, el ahora esposo de María, debe regresar a su ciudad, que es la de sus antepasados, para ser censado con su familia. Ahí se cumpliría el tiempo y nacería Jesús. De esta manera se cumpliría la profecía, de que el Salvador nacería en Belén de Judea.

Al evento más importante de la Historia de la humanidad no fueron invitados los reyes de este mundo, sino pastores que apacentaban a sus rebaños. Jesús no nació en un palacio, sino en un pesebre, un lugar destinado para que coman las bestias y el ganado.

Ángeles dieron la maravillosa noticia de que había nacido quien podía dar a la humanidad lo que tanto ha buscado. Por eso le pusieron al niño por nombre Jesús, que significa “Dios salva”. El término “salvación” desdobla su significado para resignificar el concepto de salud y llevarlo a todas las áreas de la vida.

Sabemos que José y María eran pobres porque presentaron como ofrenda lo que era casi la más sencilla en la ley, excepto por la harina fina, que era la que el más pobre podía presentar. Esto comunica que en Cristo, Dios reivindica a los marginados y despreciados por el mundo al hacerse uno de ellos.

Jesús, totalmente Dios y totalmente hombre, tuvo que aprender a hablar y a caminar. Con el tiempo, aprendería diligentemente todo y lo haría directamente con los maestros de la ley, a quienes hacía pensar con sus preguntas. Este Jesús, se sometía a sus padres en su niñez, enseñándonos a ser hijos con su humildad y paciencia.

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