Esto es lo que pasó en el Capítulo 3 de Lucas.

Crecieron Juan y Jesús, pero el primero comenzó a enseñar a la gente que Dios se habría de manifestar y que ellos debían pensar en cómo iban a responder a esa iniciativa divina. De hecho, respondieron entusiastas al mensaje de arrepentimiento para reconciliarse con Dios.

Cuando Juan los veía acudir a él para hacer público su arrepentimiento del mal que habían hecho y bautizarse, no les aplaudió, no se regocijó ni lo celebró. Les dijo que no pensaran que con ir a mojarse y decir que estaban arrepentidos era suficiente. La gente, confundida, le preguntó qué debían hacer entonces.

Juan les dijo que ese arrepentimiento, para ser uno genuino, debía traducirse en amor al prójimo, en compasión, en honestidad, en evitar la religiosidad con mandamientos de hombres. Y les dijo que él solo era un menajero, pero que vendría uno más grande que él. Y luego Lucas habla de que Jesús mismo se fue a bautizar. Él, que no tenía pecado, anunciaba que llevaría los pecados de todos. Y Dios confirmó que le había enviado. Y Lucas demuestra con una genealogía que Jesús era el cumplimiento de la promesa.

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