Cómo saber si tomaste una buena decisión
Queremos agradar a Dios, pero ¿debes confiar en sentir paz al tomar decisiones? (más…)
Imaginemos una iglesia que no calla, despierta. Pongamos manos a la obra.
Esta es la transcripción del Episodio 7 de la Temporada 1 del podcast Consejos Divinos. Si no quieres leer, puedes escuchar el podcast dando clic aquí o en YouTube, aquí.
¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Cómo va tu cuarentena? Cómo la afrontamos habla de cómo somos como personas, como sociedades, y claro, como iglesias.
Por lo pronto, lo que he visto en la calle, en los supermercados y en la sociedad en la que vivo me deja un mal sabor. Gente acaparando productos sin razón. Comerciantes subiendo precios de mercancías que no escasean. Dueños de negocios que envían sin paga a sus empleados a sus casas. Gente que en plena pandemia aprovecha los días libres para salir de vacaciones o pasear. Bueno, en esta segunda semana de cuarentena he visto más gente en la calle cuando he salido a comprar despensa que en la semana anterior. Siento que al principio la gente se asustó pero al pasar de los días ya no importa tanto estar en casa.
Deberíamos estarnos preguntando qué podría venir para nosotros y nuestras familias en un mes, así como para nuestras iglesias, nuestros vecinos y nuestras ciudades. ¿Ya estamos orando por esto? Y, si no estamos orando, ¿por qué no lo estamos haciendo?
A algunos intelectuales les preocupa que esto fortalezca tanto a los gobiernos que tengamos que cuidarnos de ellos. En China el gobierno está usando la tecnología para saber si alguien está enfermo y si lo está puede identificar con quiénes ha tenido contacto. Es un pequeño ejemplo de cómo se entrega la privacidad supuestamente a cambio de seguridad. Otros, están acusando al capitalismo como el responsable de que haya tantas personas desprotegidas ante una pandemia. Solo unos privilegiados pueden guardar una cuarentena. Son temas importantes, pero como no soy experto en ciencia política no quiero hablar de cómo los sistemas de gobierno pueden o no ayudar a las personas en tiempos como este.
Quiero conectar contigo al preguntarte: ¿qué mundo imaginas? Y al preguntarnos: ¿qué mundo imaginamos después de que termine esta emergencia? Algunos piensan que no pasará nada, que la gente seguirá como está, y que quizá las cosas sean aún peor si algunos gobiernos optan por aprovechar el miedo de la gente para tener más control sobre ella. Por el otro lado, otros creen que hay una gran oportunidad para que las sociedades mejoren y sean más equitativas y más justas. ¿Esto será posible en nuestro mundo tan hedonista, tan primero Yo después yo y al último yo, tan individualista? Déjame contarte lo que pasó después del sismo del 19 de septiembre de 2017. Mi mamá es damnificada, entonces puedo decirte que lo viví muy de cerca. Los días después de la tragedia yo estuve donde el edificio se había caído junto con los demás vecinos esperando que las autoridades fueran y dieran alguna instrucción. No sabía cómo estaban las cosas en las calles. Yo ya no vivía ahí, pero para ayudar a mi mamá estuve día y noche durante un mes en la calle donde estaba el edificio derrumbado. Pero un día decidí ir a investigar por mí mismo porque las autoridades no estaban visitando a los damnificados. Ahí me di cuenta de que la atmósfera era completamente diferente en la CDMX. La solidaridad y amistad de la gente hacia completos desconocidos era una realidad. Podías verlo en la calle, en el transporte público, en las oficinas. Todos tenían la mejor actitud, sobre todo si eras un damnificado. Eso me sacudió. No me lo esperaba. Fue un clima de hermandad que yo nunca antes había visto. Las noticias estaban llenas de historias de gente que ayudó a desconocidos. ¿Sabes cuánto tiempo duró eso? Más o menos un mes y todo volvió a la normalidad. Peleas, maldiciones, la ley del más fuerte. En lo personal es lo que sigo viendo estos días de pandemia. La gente aún no alcanza a ver a su prójimo. La desgracia quizá una vez más nos ayude. Y llámame pesimista, pero si hoy mismo estuviéremos con ese mismo espíritu nada nos garantiza que durará más de un mes. No estoy suponiendo, no estoy siendo el peor de los pesimistas. Son hechos.
Entonces, ¿qué mundo imaginas cuando esto pase? He estado leyendo artículos de personas que piensan que la sociedad mejorará. ¡Y sí lo creo! No me vayas a malinterpretar. Sí vamos a cambiar y seremos más solidarios probablemente. La pregunta es: ¿por cuánto tiempo? Bueno, los cambios profundos llevan su tiempo. Lo creo creo. Pero aquí en la CDMX mucha gente se está comportando como si el sismo del 19S nunca hubiera pasado. ¿Qué tiene que pasar? Más tragedias. Entonces, ¿eso significa que debemos sufrir experiencias traumáticas para que seamos menos salvajes? Porque hasta entre los animales hay más solidaridad.
¿Qué podemos esperar de una sociedad que repite hasta el cansancio que la vida se trata de ser felices y que debes abandonar a quien tenga la osadía de estorbarte en ese propósito? ¿Qué esperar de una sociedad que insiste en que la solución a tus problemas es el consumo y eso significa no compartir con otros, especialmente los que tienen menos porque lo tuyo te lo ganaste y si ellos no se lo han ganado no puedes hacer otra cosa más que el sistema haga lo suyo? ¿Qué esperar de una sociedad que practica una justicia que es para quien puede pagarla? ¿Qué esperar de una sociedad en la que los ricos son más ricos y los pobres más y más pobres? ¿Qué esperar de una sociedad que apuesta más a la caridad que a cambiar las estructuras sociales que reproducen las inequidades y las injusticias? ¿Qué esperar de una sociedad que tiene tan en poco al matrimonio y a la familia, y no protege estas instituciones sino que facilita su descomposición? ¿Que convive con el dolor ajeno y no se conmueve ni se compadece?
Entonces el problema somos los cristianos que tenemos al Dios vivo que transforma personas de adentro hacia afuera y no solo no lo compartimos, ¡no lo vivimos nosotros mismos! El problema es el cristiano que conoce la esperanza que existe en Cristo y no habla de ella. El que permanece callado porque le ha dado pereza profundizar en lo que dice creer. El que no ama a su prójimo y se limita a invitar a las personas a su iglesia para que escuchen al predicador. El problema es el cristiano que conoce el amor y no ama; que conoce el perdón y no perdona, que conoce la gracia y la misericordia y no es capaz de hacer el bien a alguien si no se lo ha ganado o si no podrá devolver el favor. El problema es el cristiano que reduce su vida cristiana a las 4 paredes del edificio o local o la casa donde se reúne con otros cristianos. El cristiano que nunca lee su Biblia por sí mismo, ¿cómo va a compartir las palabras de vida con otros? El cristiano que se cierra al mundo y no tiene amistades no cristianas porque entendió que si el reino de Jesús no es de este mundo su reino no es para este mundo, sino exclusivamente para una vida futura. El problema es el cristiano que practica el pecado, que tiene una vida igual de malvada o peor que antes de haberse hecho supuestamente cristiano.
¿Qué mundo imaginas? Yo uno en el que los cristianos no callen, no guarden silencio. Miro en Facebook que muchos tienen miedo de hablar abiertamente de su fe. Hablan de un Dios maravilloso que ama de forma preciosa, pero se lo dicen a otros cristianos. Tienen miedo de compartirlo con todos sus contactos. Muchos son colegas de trabajo y familiares que harán preguntas incómodas, que los criticarán por ser creyentes, que se burlarán de su fe y de ellos. Quizá algunos tienen a sus jefes en Facebook y temen que su fe afecte sus carreras profesionales. Pero no es tiempo de callar, es tiempo de usar los recursos para trabajar por un mundo diferente. Mira a tu alrededor. ¡Mira! ¿No estás cansado de imaginarlo? Yo desde hace 5 años y medio decidí dejar de imaginar para trabajar por un mundo en el que las personas son transformadas por Dios para ser libres de sí mismas, de sus pecados y de la muerte. Me cansé de imaginar que mi familia podía dejar de vivir en la amargura y les di a Jesucristo. Me cansé de imaginar que mis amigos podían dejar de vivir en el temor, en la angustia, en la esclavitud y les di a Jesucristo. Recuerdo la primera vez que cambié la privacidad de una publicación que hablaba de Dios. Iba a publicarla solamente para mis contactos cristianos para que le dieran Me gusta. Pero pensé: tengo amigos que no conocen a Dios, quizá yo soy su único contacto cristiano y Dios me puso junto a ellos para hablarles de él y para mostrarles cómo es Dios y lo que es capaz de hacer en quienes se reconcilian con él y viven para él. Entonces cambié la privacidad a público para que todos, no solo mis amigos, mis contactos, sino para que todos la vieran. Y como era de esperarse solo por algunas pocas publicaciones de versículos bíblicos comenzaron las críticas, muchos me bloquearon, dejaron de ser un contacto, pero otros creyeron, otros querían saber más. Y cuando hablo de Facebook hablo de un ejemplo. Llevé a Jesús a mis conversaciones con mis vecinos, con mi familia, con mis amigos, con mis colegas, con desconocidos. Pensé: no voy a decidir por ellos, voy a dejar que ellos decidan cuál va a ser su relación con Dios.
Mira, los sistemas políticos, económicos y sociales han cambiado y las personas siguen siendo las mismas. Precisamente por esa razón falló el intento del hombre de llevar a la iglesia a la política para gobernar. Mucha gente sigue creyendo que el problema está fuera de ellos y no pueden ver que ellos son el problema, que el pecado, el mal que está en ellos, es el problema sin importar si no son cristianos o si dicen ser uno. Cada uno necesita darse cuenta de esto, abandonar el mal que hacía y hacer al Dios de todo bien su supremo bien. Gracias a que la gente decidió hacer de este Dios su Dios y a que los valores del reino de los cielos que son para este mundo comenzaron a guiar las vidas de las personas y convirtieron a estos valores en leyes y permitieron que esos valores los llevaran a amar a su prójimo es como los primeros cristianos adoptaron a los huérfanos, se dedicaron a cuidar y a sanar con los recursos médicos disponibles a los desamparados, se dedicaron a alimentar al hambriento, a tratar a los esclavos como iguales antes de oponerse abiertamente a la esclavitud, dieron al matrimonio un lugar real en la sociedad y liberaron de la prostitución y de los vicios a muchos, dieron propósito a quienes vivían sin propósito. Estos valores del reino de los cielos llevaron a los cristianos a desafiar las leyes que no daban el mismo trato a todos para tratar a todos como si tuvieran los mismos derechos. La fe en Cristo cambió poco a poco este mundo perverso, injusto y decandente, el mismo mundo que ahora se esfuerza por reducir a Dios a un pensamiento ilusorio.
Termino con esto. Imagina el reino de los cielos del que Jesús habló y dijo que se había acercado; imagina que lo vives intensamente; imagina que tú eres un representante de ese reino y que trabajas porque sea una realidad. Eso es lo que hace la iglesia y eso es lo que imagino que la iglesia hará cuando esto termine y, de hecho, antes de que termine.
¿Qué mundo Imagino? Uno en el que Jesucristo es mi todo y el todo de los que nos llamamos cristianos. Uno en el que la iglesia es iglesia y no calla. Lo demás será consecuencia de ello.
34 Entonces Jesús explicó: —Mi alimento consiste en hacer la voluntad de Dios, quien me envió, y en terminar su obra. 35 Ustedes conocen el dicho: “Hay cuatro meses entre la siembra y la cosecha”, pero yo les digo: despierten y miren a su alrededor, los campos ya están listos para la cosecha. 36 A los segadores se les paga un buen salario, y los frutos que cosechan son personas que pasan a tener la vida eterna. ¡Qué alegría le espera tanto al que siembra como al que cosecha!
Juan 4
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