El Nobel de la Paz, Mukwege, su fe en Cristo y tú
¿Qué le ha llevado a hacer su fe al Nobel de Paz, Mukwege? Descúbrelo. (más…)
Este consejo bíblico puede hacer la diferencia en tu matrimonio.
Existen muchos casos de personas que se casaron antes de conocer a Jesucristo y, en el camino, una de ellas llegó a la fe, lo cual muchas veces significa que tienen más desacuerdos de los que de por sí todas las parejas tienen. En otros casos, uno de los dos se alejó de Dios y la iglesia local.
Es muy común que el cónyuge creyente se sienta desesperanzado al ver que su pareja no quiere saber de Dios. Hay casos en los que el no creyente pide al creyente hacer cosas vergonzosas o le incita a pecar de diversas maneras, incluso al provocarle a pelear y maldecirle. Este texto busca darte consuelo, ánimo y esperanza. Antes de empezar, hay que decir que tú no vas a cambiar a la persona, lo hará Dios, pero él usará tu vida para ello.
Si tu vida y salud, hermano o hermana creyente, está en riesgo por los abusos y la violencia, procura ayuda para salir de ahí. Acércate a una iglesia amorosa para que te apoye y dé la restauración y orientación que necesitas.
Si vives con alguien y no has hecho votos ante Dios y con tu pareja en los que ambos se prometen amor, compromiso, fidelidad, apoyo, cuidado incondicionales te decimos lo siguiente: lo que necesitan es a Dios, esa es la prioridad. No hagan de su prioridad casarse (Mira el artículo “Mi pareja, yo y la fornicación: ¿qué debemos hacer?”). Antes de insistir a esa persona en que busque a Dios, tú mismo debes amar a Dios con todo tu corazón. No se trata de que vaya contigo al edificio donde la iglesia se reúne, sino de que conozca al Señor y lo hará a través de ti. Claro, ora porque él ponga a su alrededor a otras personas que le temen y son fieles, pero eres tú quien le mostrará quién es Dios.
Ello implica que el creyente debe poner su vida en orden, pues se ha reconciliado con Dios. Si tú crees en Dios vivirás según la verdad y no según la tuya. Una de las decisiones más difíciles será dejar de vivir en fornicación con tu pareja, pero ello fortalecerá tu fe y Dios estará contigo, pues Dios no bendice el pecado. Como creyente necesitas dejar de practicar ese pecado y otros que te estén esclavizando. Que Dios sea más importante para ti que cualquier persona o cosa.
Necesitas una conciencia clara de los efectos del pecado en tu vida presente y en la siguiente. Eso pondrá en perspectiva la importancia de tus decisiones, como Jesús lo explica.
7 »¡Ay del mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Inevitable es que sucedan, pero ¡ay del que hace pecar a los demás! 8 Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y arrójalo. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que ser arrojado al fuego eterno con tus dos manos y tus dos pies. 9 Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo y arrójalo. Más te vale entrar tuerto en la vida que con dos ojos ser arrojado al fuego del infierno. Mateo 18
Claro que Dios no te está pidiendo que de verdad hagas eso que leíste, pero el dramatismo que tienen estas palabras nos ayuda a entender que Dios realmente quiere salvarnos ayudándonos a entender que el pecado hay que desecharlo y extender los brazos hacia su libertad y gozo.
Ora por tu pareja no creyente, preséntale una amistad que le hable del evangelio y anímala a conocer a Jesús, pues lo que necesita es al Señor. Si rechaza a Dios también te estará rechazando a ti. Las personas están juntas por muchos motivos equivocados, pero tú debes estar con alguien por las razones correctas. Advertencia: no reanudes la relación en cuanto el no creyente te prometa que buscará a Dios. Podría ser solo manipulación para que vuelvan a estar juntos.
Es muy fácil que la pareja no creyente “se quiera hacer cristiana” con tal de seguir la relación, pero muchas veces no hay sinceridad y solo lo hacen para darle gusto al creyente. Incluso están dispuestos a casarse. Muchos casos de consejería he atendido en los que el cónyuge creyente sufre durante años por haberse casado con quien no compartía la fe.
En cuanto a los casados, el apóstol Pablo recuerda que el Señor pide no separarse del cónyuge. Si solo uno de ellos creyó ya estando casados, ya a título personal pide a los creyentes no abandonar al cónyuge incrédulo, pero aclara que si estos deciden separarse, que lo permitan. El cónyuge creyente santifica al no creyente.
Confía en el poder de Dios y sé el testimonio que él use para convertir el corazón de tu esposo o esposa. La idea de permanecer juntos es abrir la posibilidad a que el cónyuge no creyente rinda su vida a Cristo por el testimonio del creyente (1 Corintios 7). Dios quiere salvarte a ti, pero también a tu cónyuge.
El apóstol Pablo pide a los cónyuges creyentes permanecer en el matrimonio con el no creyente con el fin de que por su palabra y su vida llegue a conocer a Cristo. Una vez que el cónyuge no creyente conozca el evangelio y ponga su fe en el Señor comenzará a cambiar su vida por su arrepentimiento del pecado. El gran error que cometemos los creyentes es intentar que el esposo o esposa no creyente entienda las demandas del evangelio y que se comporte como un creyente cuando no lo es. La presión y la insistencia provocará únicamente resistencia y aversión a Dios y a la iglesia.
¿Hasta dónde debe ceder el creyente cuando vive con un incrédulo? Cuando el cristiano vive para agradar a Dios el límite es su conciencia.
Como creyente, ama a tu pareja que no cree y ora por ella, actúa con sabiduría al perdonar cuando recibas ofensas, al pedir perdón cuando tú seas quien ofende, al amarle cuando no lo merezca, no pagando mal por mal, no pecando al ser dominado por la ira y, de muchas formas más, al vencer al mal haciendo el bien, como manda el Señor.
Si por el abuso, la violencia o porque por su comportamiento te incita a pecar tu primer obligación es con Dios, por lo que deberás tomar medidas tales como pedir mediación de un consejero-pastor, la separación temporal mientras el cónyuge recibe la ayuda espiritual y médica necesaria o acudir a las autoridades civiles, según sea el caso.
No dudes en pedir ayuda a tu familia o a personas de mucha confianza.
Generalmente, son más las mujeres creyentes las que lidian con esposos no creyentes, pero este consejo del apóstol Pedro aplica para ambos cuando el cónyuge no es cristiano:
Así también ustedes, las esposas, respeten a sus esposos, a fin de que los que no creen a la palabra, puedan ser ganados más por la conducta de ustedes que por sus palabras, 1 Pedro 3:1
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