Sé hombre la vivir bajo autoridad #SéHombre
Uno de los principales problemas de los hombres es rechazar la autoridad. (más…)
El Evangelio es la respuesta frente a la injusticia. Lo es… ¡y más!Es natural que como iglesias clamemos por justicia. Las enseñanzas de Jesucristo hacen imposible a un seguidor suyo tener indiferencia por el dolor ajeno, a cerrar los ojos a las injusticias.
Gobiernos corruptos, injusticias en los tribunales, padres que abusan de sus hijos, hijos que despojan a sus padres, inseguridad en las calles, ricos que explotan la necesidad del pobre, pobres que empobrecen más, niños abandonados al nacer, hombres y mujeres abandonados al crecer, creyentes en Dios que se comportan como hijos del diablo…
¿Qué puede y debe hacer la Iglesia ante la agobiante y creciente maldad? ¿Salimos a las calles para exigir, gritar consignas y protestar? Probablemente, pero tenemos una mejor arma.
La respuesta a la maldad, a la injusticia, la corrupción y el dolor es el Evangelio. Desgraciadamente, muchos cristianos no lo ven así. Creen que no soluciona los problemas actuales, los de esta vida.
El Evangelio habla de justicia y paz duradera en el futuro, pero mientras ese día llega la iglesia debe ser una probadita de esa esperanza. El cristiano no solo cree en las buenas noticias, su vida es evidencia de ellas y hace bien a quienes le rodean porque la naturaleza de Cristo es formada en su vida.
El Evangelio es la protesta porque cuando lo vivimos realmente podemos tener la certeza de que la justicia, la paz y el amor verdaderos nos transforman a nosotros y a nuestros entornos.
La Iglesia de Cristo está conformada por hombres y mujeres renovados en sus mentes y transformados ––están en el proceso–– porque hacen el bien y abandonan lo malo. No viven para sí mismos, sino para honrar a Dios y amar a su prójimo como a sí mismos. Alguien así no roba, no miente, no codicia lo que es de otro, no es violento, no es perverso, no es orgulloso, no es corrupto, no es injusto.
Así lo previó el mismo Jesucristo. Un impostor no cambia. Persigue su propio bienestar, nunca el de los demás. Espera no en la justicia de Dios, sino que hace su propia justicia. En ese sentido, pretende utilizar a Dios y la Biblia para su beneficio personal.
Por los impostores muchos blasfeman el buen nombre de Cristo. No sirven a nadie, sino a ellos mismos. Desprecian el arrepentimiento del pecado escudándose en el perdón de Dios, en su paciencia y misericordia sin fin. Pero el Evangelio nos llama a abandonar nuestras maldades porque ellas llevaron a Jesús a la muerte de cruz.
La gente podrá poner su esperanza en el Evangelio de Cristo si ve que es real al comprobar que es una realidad en ti y en mí. En quienes decimos creerlo. No basta con estar de acuerdo y no es suficiente con hablar de él. El mundo tiene urgencia de encontrar esta congruencia.
Nao podemos dividirnos por nuestras opiniones políticas. Unámonos en Cristo. Protestemos contra la maldad y las injusticias al dar de comer al hambriento, al cubrir al desnudo, al visitar al preso y al enfermo, al proveer para el huérfano y la viuda, no pagando mal por mal, sino haciendo el bien, amando al prójimo y dejando de practicar los pecados por los que Jesús ya pagó. Sé un ciudadano del reino de los cielos desde ahora.
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