Para amar a otros , ¿necesito buena autoestima? No.
La autoestima nada tiene que ver con amar al prójimo. (más…)
Si fueras un nuevo creyente, ¿como te gustaría ser tratado?
Cometemos varios errores con los nuevos creyentes. Por ejemplo, a veces les exigimos que cumplan mandamientos de hombres, no los de Dios, y otras nos desentendemos de ellos una vez que conseguimos que asistan regularmente al edificio donde la iglesia se reúne. En este artículo encontrarás 5 consejos para evitar hacerles daño, y por el contrario, cuidarlos y responsabilizarnos de ellos.
En nuestra experiencia promoviendo y ayudando a iglesias locales a implantar una Cultura de Discipulado hemos identificado estas claves para trabajar con nuevos creyentes y estamos seguros de que ayudarán a tu congregación a crecer de manera sana.
Nuestros errores al tratar con nuevos creyentes están fuertemente vinculados al evangelio que recibimos, creemos y predicamos. Si creemos que una oración da la salvación, creencia que no es bíblica, no vamos a discipular, aconsejar ni a restaurar al nuevo creyente. Como se cree que “ya es salvo” no importa cómo viva y se llega a decir que incluso podría apostatar de la fe y que de cualquier manera es hijo de Dios. Creer esto solo incentiva la indiferencia y el libertinaje. Por otro lado, si confundimos la obediencia a Dios con la obediencia a los mandamientos de hombres mediremos su espiritualidad con sus diezmos, servicio, cargos que desempeña, asistencia a los cultos y actividades en las que participa sin importar que su vida refleje a Cristo y su amor a Dios.
Las creencias que transmitimos a los nuevos creyentes deben ser revisadas, pues, aun cuando pensamos creer algo, nuestra práctica revela que creemos lo opuesto. Debemos ayudar al nuevo creyente a conocer el evangelio y a creerlo, esto es, a que se reconcilie con Dios y su vida sea una evidencia de ello. En cambio, la prioridad muchas veces es que se reúnan con la iglesia como una costumbre aunque en realidad se encuentren alejados de Dios.
Evitemos repetir lo que nos enseñaron sin habernos tomado el tiempo de haberlo conocido por nosotros mismos al recurrir a la Biblia. Si solo repetimos lo que nos enseñan seremos incapaces de saber si fuimos bien enseñados o si estamos repitiendo verdades combinadas con mentiras. Antes de trabajar con nuevos creyentes revisa en qué crees para enseñar el evangelio de Jesucristo y no una versión de él.
Muchos consideran que la llamada “gran comisión” es predicar al mayor número posible el evangelio y que las personas que “reciban a Cristo” haciendo oraciones comiencen a asistir a nuestras reuniones cristianas. La Biblia no enseña eso. Se trata de ayudar a otros a seguir a Jesucristo para que tengan una vida consagrada a Dios todos y cada uno de sus días al adorarle y dejar de adorar a las personas, las cosas, a uno mismo o cosas imaginarias.
Cuando digo “seguir a Jesús” me refiero a que le conozcan. Suena obvio, pero erramos si el objetivo muchas es que conozcan nuestra versión de cristianismo, a nuestro pastor, a nuestra congregación y no necesariamente al Hijo de Dios.
Nuestro propósito no es llevar gente a nuestras reuniones, o más específicamente, a nuestros edificios de reunión. Una vez que acudan a nuestras actividades con frecuencia ya no serán importantes para nosotros porque habremos cumplido la “gran comisión”. Llevémoslos a Cristo.
Hacer discípulos de Jesús verdaderamente es acompañar a otros durante nuestras vidas (y las suyas) para presentarlos a Dios completos en Cristo, ocupándonos de que el Señor siga haciendo su obra en nosotros y en ellos. ¡Esto es ser iglesia! ¿Cómo enseñar en qué consiste la iglesia? Al ser iglesia con el nuevo creyente.
Conozcamos a la personas, interesémonos en ellas, amémoslas, quieran ser cristianas o no. Conozcamos a su familia, procuremos convivir con ellas fuera de las reuniones “de iglesia”, preocupémonos y ocupémonos de su vida. Dedicar tiempo a alguien es la máxima prueba de amor. Seamos familia, amigos, hermanos, papás, hijos para esa persona.
La iglesia local no son actividades religiosas, es el cuerpo de Jesús sirviendo a Dios, a sus hijos y al mundo. Como su cuerpo, del cual él es su cabeza, abrazamos, ayudamos, guiamos, proveemos, enseñamos, damos ejemplo, cuidamos, sanamos, servimos…
Una de las frases más populares de las iglesias es “no me veas a mí porque soy imperfecto, fija tu mirada en Jesús”. Suena muy piadoso, pero en realidad estamos lavándonos las manos y liberándonos de la responsabilidad de dar ejemplo. En la Biblia encontramos todo lo contrario: llamados a imitar el ejemplo de los que son maduros en la fe.
Claro, enseñemos que la santidad no es cero errores o ausencia de pecado. Estamos en un mundo caído y vivimos aún con una naturaleza pecaminosa que, si bien no vivimos en ella y la crucificamos con Cristo cada día, por el momento está presente. La santidad es la consagración a aquel que pagó con su sangre nuestra libertad, nuestra salvación, nuestra vida. Llegaremos a fallar en alguna ocasión, pero nuestro testimonio de amor a Dios y al prójimo hablará por nosotros.
Es de vital importancia instruir con el ejemplo. Es la manera en la que el nuevo creyente verá que el evangelio es verdad, que Dios nos regenera y transforma a la imagen de su Hijo, que él salva y esa salvación comienza desde ya con nuestro ser siendo ofrecido como ofrenda viva. El ejemplo es evidencia del poder de Dios en sus hijos.
Recuerda, hablamos de nuevos creyentes. Una mala práctica común en las iglesias es que las personas que llegan no son restauradas, solo son incorporadas administrativamente como miembros, pero muchas veces no reciben la orientación y ayuda espiritual que requieren. Algunos cometen errores propios de su inmadurez y su carnalidad. La iglesia debe ser paciente y restaurar. La paciencia con ellos es un signo del amor de la iglesia y su vocación de discipular.
El nuevo creyente requerirá con mayor regularidad ser restaurado y debemos exhortarle, corregirle y reprenderle con gracia y misericordia. Pasa en ocasiones que las iglesias los tratamos con dureza sin discernir que van algunos pasos atrás. Ser demasiado ásperos con ellos es señal de que el liderazgo podría estar falto de madurez y entendimiento.
No se puede tratar a alguien que no es maduro espiritualmente como si lo fuere. No podemos esperar de ellos lo que esperamos de nosotros mismos. La calidad de una iglesia local es visible en la manera en la que trata a los nuevos creyentes. ¿Tu iglesia les cuida como a un bebé o ni siquiera ha pensado en ello?
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros.
Encuentra más sobre este tema en su libro de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración Personal “40 días en el desierto“. Descarga gratuitamente su último libro “Las iglesias del covid-19”.