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Descubre el papel del sufrimiento en tu vida.
Todos sufrimos. Sea por una enfermedad, amor no correspondido, problemas en el hogar, matrimonios rotos, injusticias, rechazo social, conflictos en el trabajo, la angustia, la decepción, la frustración y hasta la soledad se agolpan en nuestra mente y corazón. Sentimos dolor.
La gente que busca Consejería Bíblica pide ayuda por lo general debido al sufrimiento. Ellos y mucha gente piensan que sufren sin razón y sin propósito.
Una esposa humillada. Un hijo ignorado. Un empleado explotado. Un niño abusado. Un comerciante asaltado. Un padre menospreciado. Estas frases crean en nuestras mentes imágenes y escenas de dolor. No obstante, no es tan simple ubicar el origen de nuestro sufrimiento. ¿Por qué es importante lograrlo?
La Biblia habla de dos tipos. Sufrimos:
¿Y si la esposa es humillada por su infidelidad pasada? ¿Y si el hijo es ignorado por su rebeldía? Basten estos ejemplos para decir que sufrir no nos hace víctimas siempre. Claro, tampoco vamos a justificar la venganza escudándonos en tener la razón.
Muchas veces sufrimos por la angustia descontrolada producida por el deseo de mantener el control de las circunstancias; eso es afán y el Maestro nos enseñó a evitarlo. Sufrimos al no ser aceptados, eso es desconocer nuestro valor intrínseco por ser criaturas de Dios. ¿Y qué tal por los problemas provocados por nuestras mentiras, orgullo, odio, envidia, fraudes, amor por el dinero, por ser infieles, por no dominar el enojo, abusar de sustancias o no cuidar el cuerpo?
Sufrimos, sobre todo por nuestros pecados y sus consecuencias. Aun cuando me salga con la mía y mi conciencia deje de acusarme por el mal hecho, la justicia de Dios me alcanzará.
¿Sufrimos por hacer lo bueno? Sí, cuando decimos la verdad aun en nuestro propio perjuicio; cuando hacemos el bien aun cuando eso signifique no recibir un bien, o incluso recibir un mal; cuando compartimos y ayudamos pese a tener escasez; cuando perdonamos aunque seguimos siendo objeto de ofensas; cuando seguimos siendo humildes no obstante el soberbio se lleve el reconocimiento de los demás.
Lo anterior, sin mencionar que los seguidores de Jesucristo seamos despreciados, lastimados, afligidos y aborrecidos por causa de nuestra fe. Como sea, Jehová/Yahvé promete dar el pago a cada cual.
17 Es mejor que ustedes sufran por hacer el bien, si Dios así lo quiere, que por hacer el mal.”, 1 Pedro 3 (RVC)
Ahora sabemos que el sufrimiento puede ser producido por el mal o por el bien que practicamos. Como sea, en ambas circunstancias sí hay un propósito.
Parece que el dolor producido por nuestras circunstancias tiene el único objetivo de hacernos llorar, sentir impotentes y desesperanzados. ¡Y la verdad es que es cierto! Si no nos damos cuenta del mal que hemos hecho, si no produce tristeza haber cometido errores, si no sentimos impotencia por las injusticias, si no tenemos desesperanza, ¿cuándo entonces acudiremos a Dios? ¿Cuándo todo vaya bien? Es poco probable.
No sufrimos en vano, a menos que sea por la repetida práctica del pecado. En un primer momento, nos ayuda a voltear a Dios y a rectificar el camino.
Una vez que nos hemos puesto a cuentas con Dios pidiendo perdón y abandonando el mal hecho, nuestro sufrimiento tiene el propósito de ayudarnos a confiar más en Dios y menos en nuestras habilidades, recursos y en las personas que conocemos. No es que eso último esté mal en sí mismo, pero si nuestra confianza y esperanza no están puestas en Dios, principalmente, permitimos que algo más ocupe su lugar en nuestras vidas.
También las pruebas nos ayudan a que Dios produzca el fruto del Espíritu en nosotros. Es decir, si sufres porque personas te humillan, ejercitas el amor, por ejemplo.
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23 (RVC)
Dios no reacciona a las maniobras de Satanás, Jehová/Yahvé es soberano y tiene el control, sin importar los ataques del enemigo. De manera que la ceguera de un hombre tuvo el propósito de mostrar la gloria de Dios (Juan 9:3). Quedarnos sin vista no justificaría el dolor ni que gritemos –¿por qué a mí?, al contrario, debe hacernos humildes como criaturas suyas y recordar la soberanía del Creador. Porque, ¿qué nos debe el Señor a nosotros?
…¿Quién puede oponerse a su voluntad? Pero tú, hombre, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Acaso el vaso de barro le dirá al que lo formó por qué lo hizo así? ¿Qué, no tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra?, Romanos 9:19a-21 (RVC)
Cuídate de no seguir sufriendo por tus pecados y ni así arrepentirte de ellos. Más vale hacer el bien y hacer lo justo y pasar penalidades por ello, porque Dios pedirá cuentas de todo.
Deja de quejarte por tu cuerpo, por tus circunstancias o por cómo te tratan las personas. Debemos ser hijos de Dios en todo, y glorificarle por todo. ¿Y si has sido escogido para manifestar su gloria a través de lo que humanamente consideramos sufrimiento?
Hay perritos que caminan gracias a unas ruedas sujetas a su cuerpo porque han perdido sus piernas. Ellos hacen lo que saben hacer: correr y jugar. –Ellos no piensan–, dirás. Y sin embargo, aprendemos de esta actitud inocente el contentamiento, pues sufrir por lo que no podemos cambiar nos roba la alegría, la energía y la vida.
Los humanos sufrimos por nuestro excesivo amor propio. Creemos merecer algo. Nos lamentamos de cosas como que la comida no tiene sal, que hace frío o mucho calor, o que a alguien que odiamos le va mejor que a nosotros, ¡cuánto más por una imposibilidad física o una situación que consideramos injusta!
Podemos ahorrarnos la gran mayoría de las razones de nuestras aflicciones y, el restante, Dios lo usa para probar nuestros corazones y que participemos más y más de su naturaleza, para ser como él.
Te acordarás de todo el camino en el desierto, por donde el Señor tu Dios te ha traído estos cuarenta años para afligirte y ponerte a prueba, y para saber lo que había en tu corazón, y si habrías de cumplir o no con sus mandamientos. Deuternonomio 8:2 (RVC)
La profecía que describe al Mesías, a Jesús, es muy clara en cuanto a su relación con el sufrimiento.
3 Será despreciado y desechado
por la humanidad entera.
Será el hombre más sufrido,
el más experimentado en el sufrimiento.
¡Y nosotros no le daremos la cara!
¡Será menospreciado! ¡No lo apreciaremos! Isaías 53 (RVC)
Llama la atención la línea que dice –el más experimentado en el sufrimiento–. Sin duda, él vivió cada una de las aflicciones que componen el amplio espectro del dolor. En su familia, en su tierra natal y en su nación fue rechazado (Juan 7:1-7; Lucas 4:14-22).