Abril – Involúcrate con tu iglesia local #12Meses12Propósitos
¡No hay cristianos solitarios! Con este propósito forma parte de su cuerpo. (más…)
¿Qué tiene que decir la Biblia sobre un estado de ánimo tan común? Todos nos enojamos. Cuando las cosas no salen bien, cuando nos golpeamos el dedo pequeño de un pie, cuando la gente no responde como esperamos, cuando somos objeto de una injusticia (a veces cuando vemos una injusticia, pero no siempre), cuando perdemos la esperanza, cuando estamos doloridos por un malestar, cuando se nos hace tarde, cuando no somos valorados, cuando somos rechazados, cuando creemos que alguien hace algo en nuestra contra a propósito (aunque estemos equivocados)…
Como vemos, podemos hacer un gran tratado sobre lo que nos enoja. Muchas veces tenemos razón en enojarnos, otras, seguramente no. Con ello quiero decir que el enojo puede ser tan común como algo que nos haga reír o estar pensativos o aburridos o serios… ¡es un estado de ánimo! Si por algo se distingue nuestro ánimo es que es cambiante.
El Diccionario de la Real Academia relaciona el ánimo con la voluntad, con un estado mental, con la actitud o la disposición. Y qué cierto es que aunque algo puede enojarnos en el momento, eso no significa que debamos seguir así el resto del día… o de la semana y ¡¡mucho menos del mes!! Aunque nos enojamos, es nuestra decisión continuar en ese estado de ánimo.
La Biblia dice al respecto:
“26 Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, 27 y no den lugar al diablo”, Efesios 4
“31 Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad. 32 En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo”, Efesios 4
“9 Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse, 20 porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios”, Santiago 1:19-20
“16 El necio muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto”, Proverbios 12
“17 El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar”, Proverbios 14
“29 Enojo lento, gran inteligencia; espíritu impaciente, demasiada necedad”, Proverbios 14
“19 El que mucho se enoja, recibe su merecido; librarlo del castigo es empeorar las cosas”, Proverbios 19
” 9 No dejes que el enojo te haga perder la cabeza. Sólo en el pecho de los necios halla lugar el enojo”, Eclesiastés 7
¿Qué aprendemos de estos textos? Que es humano enojarse, incluso podrías tener la razón, pero debemos evitarlo y más aún guardarlo, permanecer así, negarnos a la reconciliación. Permanecemos enojados porque le damos vueltas al asunto una y otra y otra y otra vez.
Si jugamos demasiado con el enojo, lo más seguro es que nos domine y se convierta en ira, y nos lleve a hacer locuras, a ser necios, a vivir las consecuencias, y terminemos usando palabras hirientes, dejando marcas que desearemos borrar y no podremos. Asimismo, el enojo podría llevar a la violencia física y así a más violencia. Está por demás decir que eso no va con Dios y que tampoco va con sus hijos.
En lo personal, me encanta el texto que nos llama a ser lentos para hablar y para enojarnos. Eso no significa dejar de decir lo que nos molesta si lo hacemos con amor y humildad. A veces hacemos cosas como producto de nuestro enojo y no sabemos qué tanto dañan al otro. No obstante, seamos lentos para ponerle voz al enojo.
Así que la palabra de consuelo para los enojones, como yo, es que hay solución. Hay una salida oportuna en el momento en el que nuestro ánimo se pone así. No llegamos automáticamente a la ira, la cual es pecado por sus consecuencias. Cada uno decide llevar el enojo más allá de un momento y convertirlo en pecado.
Podemos hacer esto sin ir a terapia, sin meternos a couching, sin leer libros de superación personal y sin hacer meditaciones budistas. Todas esas cosas te ayudarán un tiempo pero no te cambian; seguirás siendo el mismo.
Únicamente Dios puede ayudarnos a hacer morir nuestra carne y llenarnos de su naturaleza espiritual para renacer y, aunque nuestro ánimo tienda al enojo, tener la capacidad espiritual de dominarlo y no caer en la tentación de llevarlo a un lugar donde no haya vuelta atrás. ¿Quieres una prueba? El dominio propio es parte del fruto de la presencia del Espíritu Santo en tu vida.
Esta realidad espiritual nos da consuelo y esperanza en que, aunque no podemos humanamente controlar el enojo, Dios nos da de él para lograrlo y tener dominio propio aun en la peor circunstancia.
Es fácil ser dominados por el enojo y sufrir las consecuencias, sin mencionar que estaremos ofendiendo a Dios y al prójimo. Ese es un camino de muerte, con más consecuencias desastrosas.
No importa cuál haya sido la ofensa que te haya hecho enojar ni que tengas la razón para estar así. Dios manda reconciliarnos, dejar pasar el enojo y continuar amando a la persona.
Tampoco importa si es tu familiar, esposo o esposa, amigo, si es un desconocido o si es tu enemigo. Dios nos amó a pesar de ser sus enemigos y nos perdona aun cuando le hayamos ofendido. Así debemos ser nosotros también. Si Él ama, perdona y te tiene paciencia, tú debes ser así también.
“8 Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia”, Salmo 103