Apolos: la humildad contrarresta la competencia
Apolos enseña cómo impulsar la colaboración en vez de la competencia. (más…)
Es un reto ir contra la corriente del mundo en estas fechas. Este texto es muy difícil de escribir, especialmente si comienzo diciendo que la Navidad no fue enseñada por Jesús o sus apóstoles, y por lo tanto no es importante llevarla a cabo.
El legalista nos dice “no está en la Biblia, entonces celebrarla es del diablo”. La realidad es que los cristianos podríamos encerrarnos en nuestros edificios y huir del mundo o podríamos enseñar a la gente que el nacimiento de Cristo puede cambiar sus vidas.
Es cierto, en un sentido espiritual, la Navidad no tiene razón de existir y es irrelevante, aunque a muchos nos guste e incluso sea significativa. La cuestión es que nuestro mundo occidental ya la celebra. Por lo menos podemos recordarles por qué deben celebrarla realmente.
El 25 de diciembre comenzó a sonar como el día de la natividad del Salvador en el siglo IV de nuestra era. No es un secreto que el catolicismo escogió el día debido a que en el solisticio de invierno los paganos en el Imperio Romano adoraban al Sol y creían que al ofrecer fiestas en su honor procuraban darle fuerza, pues los días se acortaban.
Dicho lo anterior, por eso hay muchos cristianos que se niegan a celebrar la Navidad. Sí, podemos argumentar que celebrar el 25 de diciembre tiene un origen pagano o que las fechas están llenas de consumismo y banalidad… ¡y es cierto! Sin embargo, debemos escoger entre hacer como que nada pasa e ignorar que el mundo se vuelca a olvidar que el Salvador del mundo nació o aprovechar esta época para testificar con nuestra vida y palabras que, pese a no haber sido un 25 de diciembre, Jesucristo vino al mundo para reconciliar con Dios a la humanidad que se esfuerza en rechazar a Dios.
Hay grupos de cristianos que ven la Navidad como la peor traición a Dios. Si dejando de celebrarla creen agradar a Dios, que no la celebren por motivos de conciencia. Mas aquellos que prefieran hacerlo para advertir al mundo de la venida de su Salvador, háganlo con conciencia limpia, evitando sumarse al frenesí del mundo por lo material, el dinero y las apariencias, procurando ser agradables a Dios en todo y no hacer tropezar a otros.
Ya lo decía, estás en libertad de no unirte a quienes celebran la Navidad, es tu decisión. La esencia de la Navidad es recordar que tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo a la tierra para habitar entre los hombres y enseñarles del Padre, por lo que considero que es una muy buena oportunidad para hablar a la gente del evangelio.
Al mismo tiempo, hacerlo debe ser mucho más que estrategias evangelísticas de temporada para luego olvidarnos de la gente. Especialmente estos días es deseable contrarrestar los funestos efectos del amor a lo material y la vida sin sentido de las apariencias.
Esta temporada nos volcamos a quienes no conocen al Señor, pero también debe recordarnos a los que creemos y le amamos cuál fue la actitud humilde de Jesucristo desde su mismísimo nacimiento. Esa actitud es la que debe caracterizar a sus discípulos siempre.
5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2 RVC)
Así que la Navidad también debe ser un recordatorio a la Iglesia de que Jesús es ejemplo de amor, humildad y entrega, con el fin de imitarlo en todo, abandonando nuestro pecado para, como Cristo, humillarnos a nosotros mismos y ser obedientes hasta dejar el cuerpo.
Muchas son las razones para haberse hecho obediente hasta la muerte de cruz, pero una de las más importantes es reconciliar ala humanidad con Dios.
21 Y también a ustedes, que en otro tiempo eran extranjeros y enemigos, tanto en sus pensamientos como en sus acciones, ahora los ha reconciliado completamente 22 en su cuerpo físico, por medio de la muerte, para presentárselos a sí mismo santos, sin mancha e irreprensibles (Colosenses 1 RVC)
Sea que participes de la Navidad o no, colaboremos en reconciliar a todos con el Padre hablando de la buena noticia de la venida de Cristo a este mundo y cómo padeció por los injustos para tal fin.