De esto trata el sexto capítulo del evangelio de Lucas.

Jesús no andaba con quienes dictaban la ortodoxia de la religión judía. Lucas relata aquí por primera vez una confrontación entre ellos y Jesús. El problema, precisamente, es que esa ortodoxia debía ser cuestionada. La de Jesús no era una heterodoxia, una contracorriente hacia la religión, sino oposición a los mandamientos de los hombres mediante los que alejaban a la gente de Dios, hacia quien los religiosos debían –supuestamente– dirigir al pueblo.

Los mandamientos de Dios son para libertad, para amar, para ejercitar la compasión y la misericordia, pero los de los hombres los distorsionaban y eran usados para limitar, controlar y perpetuar el sufrimiento. Así que Jesús transgredió los mandamientos de los religiosos al hacer el bien a aquellos a quienes Dios vino a buscar.

Jesús llamó a 12 para que estuvieran con él. Multitudes buscaban a Jesús para escuchar sus enseñanzas, pero también para ser sanados de las enfermedades que los afligían. Sabían que no era otro cabecilla de otro movimiento libertador.

Jesús, ante estas multitudes, refrendó que su proposito es que en el Padre encuentren su dicha los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los rechazados por Su causa. En Dios, todos encuentran su propósito y su identidad para ser dignos hijos suyos, cuyos frutos son de bien y de justicia.

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