Familia disfuncional en un mundo caído
La redención que Cristo ganó no se queda en el individuo, sino que tiene como otro de sus propósitos la restauración y reconciliación de la familia. "Y aconteció que cuando...
Todos hemos tenido la tentación de justificarnos a nosotros mismos.
En algún momento de nuestras vidas algo salió mal, algo no está ocurriendo como quisiéramos o algo saldrá mal.
La razón es sencilla: estamos sujetos al accidente, a las consecuencias de nuestros errores o al resultado de las fallas de alguien más.
Cuando las circunstancias son contrarias a lo que esperamos, a lo que deseamos o a aquello por lo que hemos trabajado, la salida fácil es preguntar a Dios –¿por qué a mí?–. Pensamos que no nos merecemos lo que nos ocurre. ¿Quién merece el mal y quién no?
Job, en un solo día, perdió a sus hijos, su ganado y camellos fueron hurtados, sus ovejas quemadas y sus sirvientes asesinados. Luego de esto dijo: “¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10). Su mujer le echó en cara seguir siendo íntegro ante Dios a pesar del mal que le sobrevino. El sentido común nos impulsa a cuestionar a Dios cuando somos afligidos.
El Señor enfrenta a Job más tarde, porque el hombre demandaba defender su causa delante del Señor. Job aseguraba ser un justo y no haber hecho nada malo para merecer todo el mal que le sobrevino. Dios mismo lo describió como alguien que no tenía comparación, “un hombre de conducta intachable; no le hace mal a nadie, y es temeroso” de sus mandamientos (Job 2:3). Sin embargo, aunque era justo, le pasó lo malo que todos tememos que nos pase.
¿Quién, entonces, puede salvarse de que le ocurra el mal? Nadie. Que te ocurra algo malo no depende de que seas malo. A eso se le llama “karma” y nada tiene que ver con la verdad. Es una mentira de religiones orientales demoniacas. Dios habla de que el pecado lo corrompió todo, incluso a la naturaleza que también aguarda el tiempo de ser redimida. En un mundo caído el mal le puede ocurrir a cualquiera, viva como justo o como malvado, pero la respuesta de Dios es inesperada y maravillosa:
8 ¿Acaso vas a invalidar mi justicia?
¿O vas a condenarme para justificarte? Job 40
Nos lleva a preguntarnos: si me va mal, ¿Dios es injusto? Este razonamiento invalida la justifica de Dios y la persona se levanta como juez de Dios, justificándose a sí mismo (haciéndose justo) y condenando a Dios, como injusto. ¿Seremos más justos que Dios como para decirle que lo que hace o permite en nuestra vida es una injusticia? Nos ocurran bienes o males, su justicia no está a discusión.
El rey David reconoció ante Dios sus pecados y le confesó –¡ante tus propios ojos he hecho lo malo!–; y en seguida asegura –eso justifica plenamente tu sentencia, y demuestra que tu juicio es impecable” (Salmos 51:4b RVC).
Entonces, Job era considerado justo por Dios y no vivió exento del sufrimiento, y aunque David reconoció sus pecados sufrió las consecuencias de ello. Nuestra injusticia se hace más evidente cuando lo culpamos de las cosas malas que nos acontecen. Como sea, Dios sigue siendo justo delante de los hombres por muchas razones, una de ellas, porque no nos da lo que merecemos. Si apelamos a la justicia de Dios estaríamos exigiéndole que nos dé lo que merecemos realmente, no lo que nosotros pensamos que merecemos.
Así entendemos que Dios es Dios, y que no nos hicimos nosotros a nosotros mismos. Por eso el apóstol Pablo escribió:
14 Entonces, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ninguna manera! 15 Porque Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia del que yo quiera, y me compadeceré del que yo quiera.» 16 Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga misericordia. Romanos 9
Y si te preguntas cómo es que Dios aún así nos juzga, Pablo continuó:
19 Entonces me dirás: ¿Por qué Dios todavía nos echa la culpa? ¿Quién puede oponerse a su voluntad? 20 Pero tú, hombre, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Acaso el vaso de barro le dirá al que lo formó por qué lo hizo así? 21 ¿Qué, no tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra? 22 ¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira que estaban preparados para destrucción? 23 ¿Y qué si, para dar a conocer las riquezas de su gloria, se las mostró a los vasos de misericordia que él de antemano preparó para esa gloria? Romanos 9
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.
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