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Hoy, muy decidida, me acerqué al buró de Hiram. Estaba lista para limpiarlo, pero más pronto de lo que te imaginas estaba llorando tocando sus cosas y extrañándolo. “No puedo”, me dije. Así que dejé todo como ha permanecido los últimos meses.
Luego miré su pila de papeles: por alguna razón guardaba cada papelito, estado de cuenta y recibo de lo que adquiría. Es una pila bastante alta y si no mide tres metros es porque de vez en cuando yo llegaba muy dispuesta a hacer bajar esa torre, no sin pasar por la supervisión del marido que decidía qué se iba y que debía permanecer otro año más en el montón.
Después de mi fallido intento por arreglar su buró abrí su archivero y pensé que quizás esto sí podía hacerlo. Comencé por revisar algunas carpetas con facturas y garantías de aparatos. Entonces hice un gran descubrimiento: mi güero ojos verdes tenía una carpeta con todas mis cartas. Las de antes de ser novios, las que le envíe por un año durante nuestro cortejo a distancia, y las que le escribía en sus cumpleaños o cuando viajaba y lo extrañaba.
No me resistí a abrir algunas y te imaginarás que he estado llorando toda la mañana. El hombre me traía vuelta loca. Las cosas que le escribía están llenas de emoción, son apasionadas, desesperadas, algunas te sonrojarían y estaban todas allí. Y en ese momento, como un balde de agua fría volteé la mirada a su montaña de archivo muerto, a su obsesión por guardar cada papelito, esta manía incluía también mis cartas, mis poemas y mis suspiros. Los tenía allí en su archivero que usaba de buró, organizados, como tenía organizada toda su vida. Inútil enojarme por el Everest de recibos que siguen a un lado de su cama. Ahora, me enfada que yo no sea tan organizada. Encontré ya muchas de sus cartas, pero están por todos lados y me desespero porque las necesito ahora todas. Me fastidia sentir que no tengo suficientes fotos suyas y que no tengo una carpeta organizada con todas sus palabras de amor.
Se nos olvida apreciar esas cosas que nos emocionan en un momento y no dimensionamos cuán valiosas serán en el futuro. Leer sus cartas es delicioso. Claro que lloro. ¡Lo extraño tanto y volver a escuchar en mi mente su amor tan apasionado, tan sincero, tan pleno en esas cartas es maravilloso! Por otro lado encontrar mis cartas de 1995 cuando todavía éramos amigos y leerme completamente conquistada y enamorada es tan agradable. Mis palabras, todas mis cartas eran valiosas, no se perdieron, las tenía allí a un lado de su cama y eso hoy significa mucho.
¿Sabías que hay un libro en la Biblia que no es otra cosa sino una carta de amor? Una maravillosa canción llena de alegorías y frases de conquista. Ciertamente el amor se demuestra, pero nunca está de más decirlo con palabras, animar al otro y conquistarlo todos los días, tus palabras tienen poder para construir o para derribar. Úsalas bien. Busca ese libro en la Biblia se llama El Cantar de los Cantares de Salomón. Quizás te inspire a escribirle a tu esposa o a tu esposo un poema hoy.
Así que la perla de sabiduría para hoy es: No te enfades por esas obsesiones y compulsiones del otro, quizás te sorprenda que eran necesarias, sus manías me siguen aliviando este duelo y en esta era de los dispositivos móviles no tienes pretexto. Saca suficientes fotos de tu familia y de tu cónyuge, asegúrate de tener memorias, guarden sus mensajes de Whats App pues también serán muy útiles esas conversaciones y audios. Graben videos y cómprense un disco duro enorme para protegerlos y, por favor, escríbanse cartas de amor, eso jamás pasará de moda. Díganse cuánto se aman y déjenlo registrado e impreso. Un día serán muy necesarias y harán de una mañana de limpiar rincones una experiencia sanadora. Y por favor, haz una carpeta y guarda esos tesoros.
Cantares 1:15 “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.”
Cantares 8:7 “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, De cierto lo menospreciarían.”
Cantares 5:16 “Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalén.”
Cantares 4:9 “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has apresado mi corazón con uno de tus ojos, Con una gargantilla de tu cuello.”
Catalina Gomez Fonseca fue esposa del pastor Hiram Ramírez, quien el 2 de enero de 2019 descansa esperando el día glorioso de la resurrección. Tuvieron 3 hijos que educaron en casa. Viven en Puebla, México. Desde hace 21 años ha servido en la Iglesia Bíblica El Camino. Es diseñadora gráfica de profesión, lingüista por hobby, maestra por vocación, apasionada estudiante de la Escritura y los idiomas bíblicos, canta desde los 9 años y está convencida de que la Biblia contiene respuesta a todas las preguntas de la vida. Es coautora del Blog Hijos de Abraham, un espacio de provocativa reflexión bíblica.