10 mentiras sobre la vida que podrías creer como cristiano (Parte 2)
Ser feliz y cómo ser feliz, esa es la cuestión. (más…)
El duelo es una etapa que exige mucho de todos lo que te rodean. Aunque es terriblemente individual, afecta no solo porque te quedaste sin el que amabas, sino porque tu proyecto de vida cambió por completo.
De pronto descubrí que para algunas personas estar tan de frente al dolor ajeno les pone sumamente nerviosos. Me encontré con que algunos de mis amigos prefieren evadirme para no estar expuestos al dolor, y no los juzgo. Entiendo perfectamente que enfrentarse con la impotencia de no poder resolver mi vacío les pone muy tensos, así que mejor optaron por el silencio o por decir frases como “no te sientas triste” o “no llores”.
Deduzco que algunas personas no se acercan porque es muy incómodo estar junto a alguien que está muy afligido. Otros no quieren ni preguntar sobre mi pérdida, porque imagino que no sabrían qué hacer con la respuesta. Me doy cuenta que no es paranoia, simplemente me están evadiendo.
Si estás pasando por duelo, lo primero que debes hacer es no enfadarte por esta realidad. Estás muy sensible y la mayoría de las personas no estamos educados con respecto al duelo y la tristeza. No hablamos de estas cosas casi nunca. ¿Lo habías notado?. Cuando somos niños nos enseñan a no llorar. Nos dicen frases como “no pasa nada”, “no vale la pena llorar por eso”, “ya, arréglate la cara y no hagas dramas”.
Por alguna razón la tristeza se reprime. Por otro lado muchos piensan que necesitas estar solo en este momento, que necesitas “tu espacio”. Solemos catalogar las emociones como buenas y malas. La realidad es que no son malas hasta que se salen de control. El enojo no es malo hasta que se convierte en ira; los celos no son malos, son un mecanismo de protección hasta que te controlan y destruyen. Otros temen preguntar porque no saben qué deben responder si te sueltas a llorar. Por eso prefieren no hacer preguntas, y si a eso le agregamos que aprendimos a aislarnos cuando estamos tristes, tenemos la receta completa para la ausencia.
Observa cómo estamos entrenados para publicar las alegrías, los logros, los premios, subimos fotos sonriendo de vacaciones, jamás llorando, las alegrías parece que son las únicas noticias que merecen ser mencionadas y celebradas y se nos exige que seamos fuertes.
Algunas personas piensan que si no te preguntan nada están contribuyendo para que “olvides” tu pena. Te aseguro que esto no funciona así. Necesitamos ser escuchados, consolados y amados.
Por otro lado, tengo otros amigos que no le tienen miedo a la tristeza. Tengo muchos amigos que se sumergen en ella y me acompañan. Nombrarlos a todos sería imposible y estoy sumamente agradecida por sus vidas. Sus muestras de cariño, su hermosa respuesta al duelo de mi familia los hacen un círculo de apoyo, un muro protector que me ayuda a salir del agua en la que a veces siento que me ahogo. Permíteme darte un ejemplo y contarte sobre una amiga especial que tengo.
No voy a decir su nombre, pero ella sabe que ahora hablo de ella. No sólo es una amiga excepcional, su nivel de sensibilidad me sorprende. No es de las que llame a cada rato, no hace falta. A veces un mensaje de tres líneas es suficiente, pero no tiene miedo a preguntar: ¿estas triste, quieres llorar? La mayoría de las veces respondo que sí y me deja llorar, otras veces hace cosas extrañas que me hacen reír a carcajadas y me permite una que otra indulgencia que sabe que ayudará a suavizar el dolor.
Me deja contarle cómo me siento y sobre mi relación con Hiram. No tiene miedo de expresar su enojo porque partió el marido mío y jamás actúa como si nada hubiera ocurrido. Si no quiero hablar no dice nada, no está preocupada por decir lo correcto todo el tiempo. Me he preguntado más de una vez, ¿cómo le hace para ser tan comprensiva? Por supuesto es evidente que es una mujer que ama a Dios y si Dios es amor es fácil actuar en consecuencia. También observo madurez, usa la experiencia y la aplica. Ella ya vivió el duelo y entiende la pérdida. Es la razón por la que sabe qué es reconfortante y útil en estos momentos.
Sabe que las lágrimas no son dañinas. A veces es ella la que llora primero recordando a Hiram. A veces llora por mí y ver sus lágrimas correr también es sanador para mí. No me dice qué debería sentir y es paciente si no sabe qué decir. A veces sólo me ofrece su hombro.
Su ayuda práctica ha sido tan primordial en todo el proceso y en los días en que el agotamiento físico es abrumador que no tengo cómo pagarle. Su presencia en fechas especiales ha hecho de días potencialmente terribles algo que quiero recordar.
Sé que no todos los amigos pueden acompañarnos en el duelo. Aún después de leer estas líneas quizás no te sientas capaz de ayudar. Tal vez no te sientes tan fuerte como para asistir a alguien que camina en un valle tan oscuro, pero nunca es tarde para convertirte en un buen amigo y ahora caigo en cuenta con algo: la amistad con esta mujer no es algo que sucedió casualmente. Su lealtad se remonta a años de cuidar a mis hijos chiquitos cuando tenía una cita especial con mi “güero”. Cuando ella necesitaba hablar la tenía en mi sala charlando honestamente de sentimientos, dispuesta a tomar decisiones importantes y a hacer cambios radicales. A veces llegó llorando pidiendo mi ayuda porque no es perfecta y suele ser muy intensa, pero es noble y sabe que cuando hay que arreglar algo es mejor tomar el toro por los cuernos.
Ya me cuidó en el hospital después de una cirugía y me invitaba a ver nuestra serie favorita con palomitas. Tengo memorias de muchas veces estar comiendo con mi familia en su casa algún platillo delicioso que había preparado su mamá para consentir al “pas”. Oraba diligentemente por las peticiones de mi familia y la recuerdo orando por algo especial que Esteban necesitaba a los cinco años. Pocas personas toman en serio la petición de un niño y ella lo hizo muchas veces. Nos amaba con detalles tan lindos como surtirnos de nuestro café favorito y autonombrarse la encargada del “ministerio del café”.
Esta mujer ha practicado ser amiga por años. Claro que es muy fácil hacer lo que hace porque tiene práctica y quisiera sentirme especial y decir que lo hace solo por mí, pero la realidad es que hace esta clase de cosas por todos sus amigos y hasta por desconocidos. Todos sus amigos dirán que ella es su mejor amiga, lo que me lleva a la conclusión y al clímax de esta publicación.
La Biblia dice: “En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.” (Prov. 17:17) y en otro lugar dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano.” (Prov 18:24).
Entre las muchas lecciones que trae la muerte a la vida de una persona aprendemos que no se puede vivir a medias, que la vida pasa, que las personas que amas se van, que perder el tiempo no es una opción y que amar debería convertirse en nuestro distintivo y más cuando decimos seguir al que Es amor.
Un amigo no sólo te ayuda cuando lo necesitas, sino que además extiende su ayuda para que puedas ser todo lo que puedes llegar a ser. Te regaña cuando lo necesitas, te exhorta cuando te tropiezas contigo mismo y te inspira a mirar lo mejor de la vida, a pesar de que te encuentres en el valle de sombra de muerte.
Ayer mientras miraba una espectacular vista de la Ciudad de México abrí mi Biblia en la historia de David y Jonatán (búscala está en 1 Samuel 18). Dice que “el alma de Jonatán quedó ligada a la de David y le amó como a sí mismo”. Claro que lees esto en español y se pierde la esencia de las palabras. En hebreo amor (Ahavá) significa “cuidar el tesoro” y alma (Nefesh) significa entre muchas acepciones “voluntad”, lo que te hace estar vivo. Así que lo que dice el texto concretamente es que Jonatán decidió voluntariamente cuidar a David y mantenerlo vivo, lejos de sentimentalismos. Si lees la historia es exactamente lo que hizo. Esta amiga mía tiene su alma ligada a la mía y ha decidido voluntariamente cuidarme para mantenerme viva.
¿Hay alguien que puede decir eso de ti?
Catalina Gomez Fonseca fue esposa del pastor Hiram Ramírez, quien el 2 de enero de 2019 descansa esperando el día glorioso de la resurrección. Tuvieron 3 hijos que educaron en casa. Viven en Puebla, México. Desde hace 21 años ha servido en la Iglesia Bíblica El Camino. Es diseñadora gráfica de profesión, lingüista por hobby, maestra por vocación, apasionada estudiante de la Escritura y los idiomas bíblicos, canta desde los 9 años y está convencida de que la Biblia contiene respuesta a todas las preguntas de la vida. Es coautora del Blog Hijos de Abraham, un espacio de provocativa reflexión bíblica.
Ponemos todo en manos de nuestro BUEN DIOS.
Bendiciones Cati.🙏