Censo 2020: Retos de la iglesia (en México y donde sea)
Más ateísmo, suicidios, homicidios y más divorcios; menos matrimonios. (más…)
Hazlo y comprueba si crees: ¿eres discípulo o un simpatizante?
Soy cristiano, lo que significa que creo en Jesús, pero la Biblia dice que también los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19). Claro, ¡cómo no van a creer si le conocen bien! De hecho, ellos temen más y se sujetan más al Señor que muchos que se dicen cristianos. Entonces, ¿qué significa ser cristiano? En muchos artículos de este blog he citado textos de las Escrituras sobre el tema pero, ¿y si le preguntamos a Jesús qué es creer?
En esta publicación son las palabras de Jesús las que te van a confrontar. ¿Cuáles son? Las de Juan 3:14-21. Jesús hablaba con Nicodemo. El fariseo le llamó “Maestro” y le dijo que sabían que Dios le había enviado a enseñarles. Es decir, le reconoció como autoridad y que esa autoridad provenía de Dios. En pocas palabras, Nicodemo estaba diciendo que creía en Jesús. ¿Qué respondió? Le ayudó a entender qué significa realmente creer.
Jesús quería ayudar a Nicodemo a darse cuenta de su realidad espiritual. El pensaba que creía, pero en los parámetros del Señor eso aún no era creer, por lo que le dice que creer es nacer de nuevo, es decir, nacer del Espíritu.
No sabemos si Jesús le explicó mucho más, pero nosotros tenemos la primera epístola de Juan en la que da detalles sobre lo que significa. En el capítulo 3, Juan dice que los hijos de Dios se purifican a sí mismos, como el Señor es puro. Esto es que llevan una vida irreprensible, alejada de la práctica de pecados. Explica que Jesús se manifestó para quitar nuestros pecados. Si él los quitó, ¿vamos a seguir practicándolos? Llegaremos a pecar algunas veces, pero ¿practicarlos? Claro que no, porque “todo el que practica el pecado no lo ha visto ni conocido”, pues “el que practica el pecado es del diablo”.
Luego dice que los que son nacidos de Dios no practican el pecado porque tienen la semilla de Dios. La palabra griega utilizada para “semilla” es sperma. Suena a la palabra esperma, ¿no? Es porque es la misma. Hoy sabemos que el esperma ––o semen–– del varón contiene millones de espermatozoides y todos contienen información genética del padre. Significa que Dios puso de su naturaleza en sus hijos. ¿Para qué? Para que “se parezcan” a él, para que sean como él. Entonces, crees si te vas pareciendo a Jesús.
Jesús dijo que él debía morir para que el que creyere en él tuviere vida eterna. Donde hay vida, no hay muerte; y donde hay muerte, no hay vida. La muerte es la condenación y la vida es el regalo de Dios al que cree y, por lo tanto, ya no es condenado. Por eso Dios no envió a Jesús a condenar, pues el que no cree ya está condenado. ¡Ya estábamos condenados!
Entonces, Jesús le explicó a Nicodemo cuál era la causa de la condenación: la humanidad prefirió las tinieblas. ¿Cuáles son esas? Los hechos perversos que todos hacemos (v. 19). El que hace lo malo está en las tinieblas y no solo eso, sino que ¡aborrece la luz! ¿Aún tienes dudas de lo que esto significa? Sigue leyendo.
En el v. 20 leemos que Jesús dijo que todo el que hace lo malo aborrece la luz, es decir, aborrece a Dios y a Jesús mismo. ¡Es cierto! ¿Quién quiere escuchar que sus hechos son perversos y que por eso está condenado? Pero la buena noticia es que si reconocemos esta realidad espiritual al acercarnos a la luz para que lo malo que hacemos quede al descubierto, esa humillación se convertirá en perdón y vida.
Vida eterna porque ya no seremos condenados, porque al abandonar nuestros hechos perversos empezamos a vivir con plenitud en contraste con la opresión de nuestros malos pensamientos, emociones descontroladas y dolores físicos como su resultado. Hacemos lo que hacen los hijos de Dios ––en libertad, gozo, paz y salud–– porque somos uno de ellos y así constatamos que hemos nacido de nuevo y que nuestro espíritu, que antes estaba muerto, ha sido vivificado (Romanos 8:1-29, especialmente 9-11). Tener vida es elegir lo que Dios dice (no yo) que es lo bueno y lo justo; elegir la libertad, para no dejarnos dominar por nada; elegir la adoración a Dios y no a lo creado, que es la fuente de nuestro gozo y nuestra paz. Todo ello es vivir en salud. Somos salvados para vivir.
Jesús no teme ser severo al mostrarnos nuestro pecado y nuestra necesidad de salvación. ¡Al contrario! Es amoroso y compasivo porque sabe que estamos condenados y que nos urge acercarnos a la luz. La condenación se debe a nuestra ignorancia de nuestra realidad espiritual: negarnos a reconocer que somos perversos, que somos malos, TODOS ––no solo los políticos que roban al país, los violadores, los homicidas o los que nos hacen mal––.
Mi maldad tiene consecuencias en mí, y por extensión en mis relaciones con mi familia (cónyuge, hijos, padres, familia extendida) y, la más importante, la que tengo o debería tener con Dios. De manera que recurro a la luz para saber que soy malvado pero sobre todo para saber que tengo una nueva oportunidad por medio de Jesucristo para que el Padre me haga un hijo suyo al hacerme nacer de nuevo y así experimente la vida que me da desde ahora en adelante.
Por eso, no podemos decir que somos cristianos o que creemos en Jesús si vivimos practicando lo malo. Mira lo que dice el verso 21:
21 En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios»
Juan 3 NVI
Creer no puede ser una intención. Quien se acerca a la luz entiende su propia maldad y que significa su muerte, que necesita volver a comenzar de cero para realmente vivir y que esto es posible al creer en Jesús. Todos estábamos del lado de las tinieblas, pero al manifestarse la luz comprendimos nuestra oscuridad porque nuestras obras quedaron al descubierto. Entonces, la opción es o seguir en tinieblas, sufriendo por tus hechos perversos o por los de los demás, o ser lo que puedes ser en Dios y hacer lo que él hace.