¿Qué es lo que nos motiva a ser como la Iglesia Primitiva?

Escucho todo el tiempo a cristianos diciendo que quieren que sus iglesias locales sean como la Iglesia Primitiva. Algunas, incluso, comienzan a estudiar Hechos para que la gente sepa cómo era la Iglesia Primitiva y quizá, como quien espera un milagro, aguardan a que algo maravilloso pase. Todos los grupos cristianos han nacido con el deseo de volver a los orígenes. ¿Cómo nos ha ido con eso?

Entonces comienzan las preguntas: ¿por qué si ellos oraban tanto nosotros no oramos? ¿Por qué si ellos hacían milagros aquí no los tenemos? ¿Por qué si ellos eran guiados por el Espíritu nosotros no le oímos para ser guiados también? ¿Qué implica estar llenos del Espíritu y qué señales debemos esperar? ¿Por qué ellos predicaban el evangelio y nosotros no? Si ellos veían visiones, ¿por qué no podemos tenerlas?

Buscando el secreto de la Iglesia Primitiva

Eso es lo que muchas iglesias están haciendo, buscan desesperadamente el secreto para ser como la Iglesia Primitiva. Entonces, llegan a conclusiones como “es la oración”, “es el discipulado”, “es la predicación del evangelio”, “es vivir en el poder del Espíritu”, “es el ayuno”, “son las iglesias en casas”, “es la persecución” y hacen lo posible por ser odiados y, cuando el mundo les critica por esas cosas, presumen ser perseguidos y se alegran. Hoy día hay todo tipo de iglesias haciendo estas cosas para ser mejores.

De esta manera, hacemos de las consecuencias el método. En otras palabras, se piensa que un músico exitoso llena el estadio donde da un concierto, por lo tanto, ¿tenemos que llenar estadios para ser buenos músicos o llenamos un estadio porque sobresalimos? ¿Y qué hay del estudio de la teoría musical y de las largas y numerosísimas horas de práctica, del sacrificio, la motivación que mueve al músico a hacer tales cosas y del talento natural?

Lo mismo pasa con muchas iglesias. Por ejemplo, hacen reuniones de oración no porque la oración sea importante, sino porque las iglesias grandes las tienen; hacen campañas de evangelismo no para que otros se reconcilien con Dios y sean salvos, sino para llevar más personas al edificio de reuniones. Entonces, el secreto es que no hay una receta. No tenemos que “seguir la receta” al comenzar a hacer algo que, aparentemente, hacía la Iglesia Primitiva. De hecho, ¿cuántas veces funciona a las iglesias seguir la receta que dio un pastor exitoso? ¡Nunca he visto tal cosa!

La Iglesia Primitiva fue eso, la primera

Todos quieren ser la Iglesia Primitiva, pero ¿cuántos creen en lo que ellos creían?, ¿cuántos viven como ellos vivían?, ¿cuántos saben contra qué herejías combatían?, ¿cuántos saben cuáles eran las amenazas que enfrentaban (gobierno, ideologías, cultura, leyes, religiones)? En realidad, se le conoce muy poco. ¿Por qué se ambiciona ser como ella? Quizá habrá que discernir nuestras motivaciones. En algunos casos podrían ser sinceras. La pregunta es, ¿para qué queremos ser como la Iglesia Primitiva?

Pensemos en el inventor del foco incandescente. Arruinó muchos antes de inventar el primer foco que funcionó, pero una vez que lo logró todos los demás focos debían seguir el mismo procedimiento de fabricación. Debemos dejar de ver a la Iglesia como un producto que se puede reproducir. Pensamos que en la medida en la que nuestra iglesia local se parezca más a la iglesia que más admiramos será una iglesia exitosa.

Pero la Iglesia Primitiva fue eso, la primera iglesia. Cumplió un rol específico en la historia. Es diferente a la iglesia de esta época. Por ejemplo, no tenía el mismo propósito específico que tu iglesia local ––aunque en lo general se diría que sí––. La pregunta es: ¿qué es lo que nos hace Iglesia? Y no, no me refiero a qué podemos intentar “copiar” o “producir” en nuestra iglesia que también tenía la Primitiva. Me refiero a lo que cualquier persona encontrará en cualquier iglesia local más allá de las grandes diferencias existentes entre una iglesia y otra?

La esencia de la Iglesia: la obra de Dios en ella

Pienso que ya viste el problema aquí. Muchas iglesias copian cosas y piensan que eso las hace una iglesia. Lo que debe ocuparnos es ser iglesias, no hacer cosas que hacen las iglesias. Entonces, ¿qué es una iglesia? Es importante porque muchos se preguntan por qué y para qué formar parte de una si pueden buscar a Dios por su cuenta. Muchos se lo preguntan porque nuestras iglesias no son la evidencia de lo que ofrecen.

Dicen que si soy salvo soy parte de la iglesia, pero ¿salvo de qué? Salvo de la ira de Dios. ¿Y por qué viene el castigo de Dios y para quiénes es? Dice Efesios 5 que viene a los que no imitan a Dios, a los que no llevan una vida de amor, a los que no aman como Cristo. Por el contrario, la ira de Dios recae en quienes viven en inmoralidad sexual, avaricia, los que hablan con palabras indecentes, los que tienen conversaciones necias y dicen chistes groseros, los que son idólatras (y muchas cosas más, ver 4:17-32).

Ya desde el principio había quienes engañaban a la gente diciéndoles que podían ser salvos haciendo aquellas cosas por las que vendría la ira de Dios, pero Pablo afirma que son argumentaciones vanas y que el castigo viene sobre los que viven en desobediencia. Por eso les dice “vivan como hijos de luz” y “no tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad”. Entonces, la esencia de la Iglesia es lo que Dios hace en quienes ha redimido en Cristo. No hacen estas cosas para ser Iglesia, sino porque son Iglesia. Son los que se “levantan de los muertos”, alumbrados por Cristo; los despiertos, no los dormidos (v. 14), los que viven como sabios, no como necios, los que entienden cuál es la voluntad de Dios, los llenos del Espíritu (v. 15, 17, 18).

Ser iglesia de nuestro tiempo

Por las razones anteriores, en la Iglesia Primitiva no había cristianismo, no había los llamados “templos”, no había culto un solo día de la semana, los ministerios no eran cargos burocráticos, el dinero se usaba para los pobres, las viudas y los huérfanos, el evangelismo no era una actividad programada que unos pocos “con el don” llevaban a cabo, el discipulado no era un curso, la oración no era una reunión periódica.

La Iglesia no estaba centrada en sí misma, no estaba encerrada en un edificio (o en una transmisión), no usaba todo su dinero para mantenerlo ni para financiar un ciclo interminable de actividades que entretienen y son de bendición pero no expresan la verdad, el amor, la gracia, la justicia, la misericordia ni la compasión de Dios a un mundo al que convoca a reconciliarse con él. La iglesia no perpetuaba a niños ignorantes dependientes de la niñera en turno, así como de la leche espiritual, privados del alimento sólido y de su madurez.

Es cierto, este mundo de hoy es básicamente el viejo mundo en el que vivió la Iglesia Primitiva: idólatra, depravado, con aspiraciones de suficiencia, supersticioso, confiado en su sabiduría, malvado. No obstante, este mundo no es el mismo de hace 2 mil años, pues las circunstancias son diferentes.

Con los valores del reino de los cielos que se ha acercado que Jesús nos enseñó, equipados con la nueva naturaleza espiritual que el Padre nos ha dado, enviados en el poder del Espíritu Santo, guiados por él a toda verdad, revelada desde el principio por el Señor para que vivamos en ella y por ella: de esta manera seres testigos fieles, evidencia de lo que hablamos, esperanza viva en la nueva creación a la imagen de Cristo y en su reino de justicia y verdad.

Por un lado, aprendamos de la Historia para conocer los errores que los cristianos han cometido desviándose de su propósito y examinémonos, no sea que estemos cometiendo los mismos que ellos; y por el otro, descubramos por qué Dios nos ha puesto en esta época. Conozcamos los retos y realidades que tenemos enfrente y seamos el brazo extendido de Dios para este mundo. ¡Unámonos a la misión de Dios en nuestra comunidad y seamos así bendición a las naciones! ¡Seamos Iglesia en nuestro tiempo siendo útiles a Su propósito para nuestra generación!

Encuentra más sobre estos temas en el libro de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“. Para Restauración Personal, tenemos el libro “40 días en el desierto“, y para Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo“.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.

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