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Qué leer y por qué para tu crecimiento espiritual. (más…)
Encuentra algunas claves sobre la madurez espiritual.
Esta es la pregunta del millón de dólares. Hoy, las iglesias cristianas atraviesan por una crisis silenciosa. Sus miembros se acomodan a una religiosidad pasmosa y lo hacen inadvertidamente, creyendo que están haciendo lo correcto. Lo que necesitamos hoy igualmente que los de ayer es continuar muriendo a la carne y seguir andando en el Espíritu, más y más. Este pensamiento lo describe mejor:
Los creyentes viven entre los tiempos. La vigencia de la carne, ya mortalmente herida, llegará a su fin con la venida de Cristo. Todo el potencial de la vida del Espíritu, que es ya una posesión presente, se hará plenamente real en la misma venida. En la medida en que la era presente todavía no ha concluido, seguimos en la necesidad de aprender a andar por el Espíritu, conducirnos según el Espíritu y sembrar para el Espíritu. Todo esto lo podemos hacer precisamente porque el Espíritu es suficiente. Según la perspectiva de Pablo, vivimos en la carne solo en el sentido de que nuestra existencia actual se desarrolla en el cuerpo de nuestra humillación, sujeto a las realidades de la era presente; pero no andamos según la carne. Tal forma de vida pertenece al pasado, y quienes así viven están fuera de Cristo y no “heredarán el reino de Dios [final y escatológico)”.
“Pablo, el Pueblo y el Espíritu”, Gordon Fee (2007), página 145.
Ejercitar lo anteriormente descrito es crecer en madurez espiritual. En otras palabras consiste en ser menos carnales y más espirituales, cada vez. Más como Cristo. ¿No es cierto que hemos permanecido estancados cierta etapa de nuestras vidas sin conocer más a Dios, sin amar a Dios, sin obedecer a Dios, sin tener comunión con Dios, sin amar al prójimo, sin tener más del fruto del Espíritu y menos de las obras de la carne en nosotros (ver Gálatas 5)?
Otra manera de llamarlo es santificación. Es el proceso en el que ejercitamos nuestra voluntad al imitar al Santo siendo santos, buscando lo santo y haciendo lo santo, mientras morimos a lo malo, lo corrompido y la mentira.
Algunos han propuesto varias soluciones para la iglesia contemporánea como los avivamientos, restaurar la iglesia del primer siglo (ser como ella) o trabajar en nuestra salud emocional. Los avivamientos, según lo que vemos en la Historia del Cristianismo, son de corta duración porque no están fundamentados en el cambio de naturaleza de una carnal a una espiritual sino en indicadores cuantitativos (oraciones para recibir a Jesús, bautismos, incremento de la membresía en la iglesia local, más inscritos a discipulados…). La Iglesia del siglo 21 no puede ser la del primer siglo porque, aunque sigue siendo la Iglesia de Jesucristo, son distintas épocas (ver este artículo). Enfocarse en la salud emocional ya lo hace la Psicología pero el error de este enfoque, dentro y fuera de la iglesia local, es dividir la vida del cristiano en espiritual y emocional.
Un pastor estadounidense propuso la idea de que la gente puede ser espiritual y, al mismo tiempo, no ser madura en sus emociones. Él considera que muchos cristianos sinceros sirven a Dios, se ocupan de su crecimiento espiritual y son devotos servidores de Cristo, sin embargo, experimentan grandes problemas en los aspectos emocionales de sus vidas.
Asegura –y con razón– que los distintos enfoques actuales de discipulado no ayudan a abordar y tratar las emociones de los cristianos porque solo hacen énfasis en lo que comúnmente se llama espiritual: la oración, la lectura de la Biblia, la vida comunitaria, la guerra espiritual, la profundización en el conocimiento de Dios, la enseñanza – aprendizaje.
Según su modelo del iceberg, la espiritualidad solo toca ciertos aspectos de la vida y otros no, como el emocional. Este pastor dice que, a pesar de su conocimiento bíblico, posición de líder, formación de seminario, experiencia espiritual y aptitudes tenía una “espiritualidad emocionalmente enferma”. Según él, es posible ser espiritual y estar mal emocionalmente al mismo tiempo. Eso es falso. Tiene razón en que muchas iglesias hoy solo atienden lo espiritual e ignoran lo emocional, pero él mismo hace la separación entre ambos aspectos de la vida y sigue contribuyendo al problema que él mismo denuncia y critica.
Para el evangelio de Jesucristo, si tu “espiritualidad” no cambia tu carácter y no puedes dominar tus emociones sino que ellas te dominan a ti entonces esa supuesta espiritualidad no existe. Es religiosidad. La espiritualidad no consiste en un cambio de hábitos en los que en lugar de ver futbol el domingo te reúnes con creyentes y en lugar de salir a pasear lees tu Biblia y oras. Es un cambio de naturaleza carnal por una espiritual. Es una obra de Dios que ocurre por medio de la renovación del entendimiento del creyente para que todas las áreas de su vida sean un culto racional y el mismo sea una ofrenda viva.
La madurez espiritual y la emocional no se pueden separar. La influencia de Dios en tu vida resulta en un cambio de carácter en el que puedes ver claramente el fruto de su Espíritu en ti.
Inmadurez es saber quién es Dios, qué dice y qué quiere y decir que somos sus hijos sin vivir según esa identidad. La identidad del hijo de Dios consiste en su naturaleza espiritual (que es obra de Dios), la cual se expresa en que su carácter es más similar al de Cristo. Esto incluye la mente, el manejo de las emociones y el comportamiento. Por lo tanto, hay que hacer la pregunta: con tus pensamientos, emociones y comportamiento, ¿honras a Dios o te llevan a pecar? Alguien que vive según la naturaleza espiritual decide en cada oportunidad adorar a Dios no solo cuando ora, lee la Biblia y sirve los domingos, sino cuando razona, cuando come, cuando descansa, cuando estudia, trabaja, en sus relaciones, con la gente que ama y con aquellos que no conoce.
Tratar de convencerte de que tu activismo en la iglesia te ayuda a ganar el favor de Dios con el fin de intentar tranquilizar tu culpable conciencia por los pecados que practicas demuestra un carácter débil, de inmadurez. Así viví varios años. A mí también me enseñaron la separación entre espiritualidad y todo lo demás y que podía hacer muchas cosas para Dios y que eso era hacer su voluntad y agradarle. Como consecuencia vivía amargado, frustrado, lleno de culpa y desanimado y me preguntaba cómo era posible, pero la nueva naturaleza espiritual viene a traer paz, libertad del pecado, gozo a pesar de las circunstancias y, en suma, sanidad de mente, emocional y una nueva vida.
Es cierto, todos estamos resolviendo algún tema emocional. Todos luchamos con ciertas emociones para que no nos dominen y para ello hay que:
Lo peor que podríamos hacer es, como lo hacen muchos –incluido el pastor mencionado–, poner en una caja lo espiritual y en otra la mente, lo emocional y el comportamiento. Lo espiritual renueva la mente, pone bajo control las emociones y resulta en un comportamiento bueno y justo. Es un hecho que nuestras emociones nos controlan porque el Espíritu no nos controla. Esto no significa que nunca vamos a tener miedo, que nunca vamos a tener enojo, que nunca vamos a tener angustia, tristeza, ansiedad, culpa, vergüenza o resentimiento. ¡Claro que sí porque somos humanos y fuimos creados con estas emociones! La diferencia es que todo ello no nos dominará como antes ni dirigirá nuestros pensamientos. Pero, no habrá más lugar para el odio, la venganza ni ninguna otra acción pecaminosa que nuestras emociones descontroladas alimenten.
Tener madurez espiritual es reconocer el uso que damos a nuestras emociones y que el fruto del Espíritu nos ayude a mantener el control para no cedérselo a ellas. Mis emociones comenzaron a estar bajo control desde que mi mente y mi cuerpo sirven a Dios. Decidí adorar a Dios sin importar las consecuencias. ¿Cómo hacer esto?
El objetivo de trabajar en estos 7 aspectos es que vivas según tu identidad en Cristo, tu nueva naturaleza espiritual que Dios te ha dado.
El hombre y la mujer con madurez espiritual comprenden que aún en medio de un mundo donde hay pecado Dios no deja de estar por encima de las circunstancias. Él no deja de ver por los suyos aún cuando estamos expuestos a la maldad y la injusticia, así como a efectos tales como la enfermedad. El Señor recompensará al justo y le hará justicia. No responsabilicemos a Dios por el mal que nos ocurre, sino afrontémoslo sabiendo que él es Dios y que vivir en un mundo caído tiene sus riesgos y consecuencias independientemente de nuestro amor a Dios y fidelidad.
El discipulado, el consejo de Dios y la restauración son naturales en una iglesia en la que existe la cultura de discipulado en la que la espiritualidad se vive, no se mide (asistencia a reuniones, ministerios, participación en actividades, conocimiento bíblico, etcétera).
La espiritualidad, o en otras palabras, vivir en el Espíritu, es la perfecta combinación del trabajo integral de Dios en nosotros –no hace nada a medias– y el sometimiento de nuestra voluntad a la suya voluntariamente, valga la redundancia. Por eso dice que él es fiel en completar la buena obra que comenzó en los suyos.
Tomar responsabilidad por otros es una respuesta a la santificación, así como permitir que otros nos guíen, enseñen y corrijan. La iglesia debe ser una comunidad que facilita que nos parezcamos a Jesús, no un grupo que facilita la religiosidad y la hipocresía. Por eso es lógico que cada discípulo de Jesús viva el consejo de Dios, para ayudar a otros a vivirlo y permitir que otros lo llamen a cuentas cuando está más ocupado en su “reputación espiritual” que en adorar a Dios.
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