Dar honor a la mujer: ¿cómo lo hace un cristiano?
La Biblia enseña que no debemos menospreciar a la mujer. (más…)
Estos días sólo traen desesperanza cuando exaltamos lo terrenal, no lo espiritual.
¿Decidiste ignorar la Navidad? Está bien. ¿Decidiste aprovecharla para gloria de Dios y dar testimonio a familiares y amigos? Está mejor. Solo queremos darte un consejo.
Si la Navidad consistiera únicamente en comidas, regalos y adornos (arbolito incluido), sería la peor época del año para la mayoría de la gente. En México, por lo menos, poco más de la mitad de una población de alrededor de 120 millones de habitantes es pobre. Limitar esta celebración a esas cosas sería la mejor forma de sembrar desesperanza entre los desfavorecidos.
¿En qué consiste la Navidad? En dar esperanza. Es decir, todo lo contrario a lo anteriormente descrito.
El enfoque común de estas fechas es resaltar que Jesús nació, lo cual está muy bien, pero al omitir para qué nació se pierde todo el sentido de su venida.
La humanidad estaba condenada por su propia maldad y alejada de Dios, por lo que el Padre envío a Jesús, quien siendo igual a Dios estuvo dispuesto a humillarse para reconciliar con él a todos los que creyeren en él. Así podemos recibir vida eterna a partir de ahora, al darnos libertad del poder del pecado para vivir reconciliados con él el resto de nuestras vidas terrenales y así adorarle por siempre. Entonces cumpliremos el propósito para el cual fuimos creados desde el principio.
“Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Filipenses 2:5:8 (RVC)
Fácilmente, los cristianos podemos ser arrastrados por el afán de la cena, los regalos, las vacaciones, las reuniones sociales… eso nos deja exhaustos e igual que como estábamos antes. Pero la época de Navidad da gozo y descanso de los afanes del mundo.
Sin darnos cuenta, podríamos estar colaborando en ser mensajeros de la desesperanza que da la esclavitud al dinero y a las cosas. Es posible participar de estas cosas mostrando, precisamente, nuestra libertad en Cristo de aquello que esclaviza a los demás. Seamos sabios.
Al pensarlo mejor nos percatamos de que como cristianos debemos recordar Navidad todos los días. Sí, recordando el nacimiento del Salvador para esperanza del desesperanzado, y celebrando nuestro nuevo nacimiento al poner al centro de nuestra adoración al Señor de señores a quien servimos a través de todas las áreas de nuestra vida, en amor, gracia, misericordia, perdón para con todos, empezando por nuestras familias. El Rey nació en Belén para reinar en ti y darte vida, paz y gozo perennes que nadie más puede dar.
Jesús siendo como Dios tuvo que hacerse en la forma de lo más frágil de este mundo: un bebé. Teniendo todo, nació en un sucio y maloliente establo en la mayor de las pobrezas para que el pobre también pueda alabar al Creador por haber pensado también en él, y recordarnos que las cosas de este mundo no son tan importantes como pensamos.
Navidad es recordar que el Señor de todo se hizo como uno de nosotros para decirnos que la esperanza que hay en él nada tiene que ver con lo que podamos comprar, sino con el regalo de la gracia y la misericordia de Dios, el cual aceptamos si vivimos según el propósito para el cual nos creó, salvándonos por medio de Jesús de la muerte que nos aguardaba.
La peor forma de celebrar la Navidad es olvidarte de todo esto y ajustarte al calendario de quienes desprecian el cumplimiento de la promesa del advenimiento del Salvador de quienes reconocen su Señorío sencillo, amoroso, justo y sublime.
Si te cuesta trabajo hablar a otros sobre la misión de Jesús al encarnarse, te comparto el evangelio resumido en un texto bíblico:
“Los profetas estudiaron e investigaron acerca de esta salvación, y hablaron de lo que Dios en su bondad iba a darles a ustedes. El Espíritu de Cristo hacía saber de antemano a los profetas lo que Cristo había de sufrir y la gloria que vendría después; y ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias que señalaba ese Espíritu que estaba en ellos. Pero Dios les hizo saber que lo que ellos anunciaban no era para ellos mismos, sino para bien de ustedes. Ahora pues, esto es lo que les ha sido anunciado por los mismos que les predicaron el evangelio con el poder del Espíritu Santo que ha sido enviado del cielo. ¡Éstas son cosas que los ángeles mismos quisieran contemplar! Por eso, estén preparados y usen de su buen juicio. Pongan toda su esperanza en lo que Dios en su bondad les va a dar cuando Jesucristo aparezca. Como hijos obedientes, no vivan conforme a los deseos que tenían antes de conocer a Dios. Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo; pues la Escritura dice: «Sean ustedes santos, porque yo soy santo.» Si ustedes llaman «Padre» a Dios, que juzga a cada uno según sus hechos y sin parcialidad, deben mostrarle reverencia durante todo el tiempo que vivan en este mundo. Pues Dios los ha rescatado a ustedes de la vida sin sentido que heredaron de sus antepasados; y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, que fue ofrecido en sacrificio como un cordero sin defecto ni mancha. Cristo había sido destinado para esto desde antes que el mundo fuera creado, pero en estos tiempos últimos ha aparecido para bien de ustedes. Por medio de Cristo, ustedes creen en Dios, el cual lo resucitó y lo glorificó; así que ustedes han puesto su fe y su esperanza en Dios. Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos. Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente”, 1 Pedro 1:10-23 (DHH)