La vida es ardua, nosotros pecadores y, Dios, bueno
Hay esperanza para perseverar en esta vida difícil. (más…)
Cuando una pareja cristiana que está muy mal habla de divorcio.
Por lo general, los matrimonios que experimentan problemas no piden ayuda y muchos la solicitan ya que el divorcio está sobre la mesa. Claro, es como acudir al sastre después de que la tela se rasgó, pero todo comenzó con un pequeño hoyo. ¿Por qué no hiciste algo cuando el problema apenas comenzaba?
Hay casos en los que la separación es la mejor solución, ya sea divorcio o solo separación física –lee la conclusión–. El mandamiento sigue siendo no casarse nuevamente, por lo que estos consejos son para quienes aún pueden hacer algo para su restauración, y generalmente se puede hacer mucho.
El tema del divorcio siempre es polémico en las iglesias, nos guste o no. Para algunos, se limita a prohibirlo o a permitirlo. Muchas veces esa parece ser la resolución y así conviene a algunas iglesias para no invertir tiempo en consolar, en enseñar, en animar, en amonestar, en restaurar. ¿Cuáles son los escenarios posibles? ¿Hay lugar para la misericordia de parte de Dios? Si lo hay, la iglesia local debería administrarla.
El problema que debemos atender y ante el cual estamos cuando un matrimonio cristiano habla de divorcio no es si se divorcian o no. El verdadero problema es cómo está la comunión con Dios de cada uno. Ello determinará qué hay en sus mentes, cómo están sus emociones y cuál será su comportamiento. ¿Adoran a Dios en lo personal? ¿De qué maneras están pecando contra ellos y en contra de Dios? ¿En qué fundamentan sus decisiones? ¿Sus mentes son guiadas por lo que Dios ha dicho o sus pensamientos son dominados por sus emociones? ¿La vida de alguno peligra?
Son diversas las preguntas que debemos hacernos. No se trata de prohibir el divorcio (legalismo) a toda costa ni de alentarlo con ligereza (libertinaje), generalmente, en ambos casos sin conocer la situación. La prioridad es que cada uno deje de pecar contra Dios y contra el otro. Normalmente, cuando cada cónyuge se enfoca en ello se arrepienten y renuevan sus votos ante Dios y entre ellos mismos. Ya no se ofenden, ya no pecan contra el otro, ya no se lastiman, ya no son egoístas ni orgullosos ni contenciosos (busca pleitos).
Es necesario corregir lo que está mal en los esposos para evitar el divorcio. Lo peor que pueden hacer es considerar la ruptura cuando aún es posible hacer muchas cosas para sanar la relación. ¿Han hecho muy poco para restaurar su matrimonio? La primera opción es trabajar en ello, no ir por la salida fácil.
10 Pero a los que están unidos en matrimonio les doy este mandato (que en realidad no es mío sino del Señor): Que la esposa no se separe del esposo; 11 pero en caso de separarse, que no se vuelva a casar, o que se reconcilie con su esposo. De la misma manera, que el esposo no abandone a su mujer. 1 Corintios 7
Ningún cristiano debe casarse pensando en que, cuando las cosas se pongan mal, simplemente podrá salir por la puerta de emergencia. Ese es un pensamiento corrompido. Pero si se separan definitivamente, deben quedarse así para no adulterar, porque para Dios continúan siendo un matrimonio en el caso de que ambos sean cristianos. Por eso, la reconciliación sigue siendo la mejor opción.
Lo que Jesús dijo sobre el divorcio es lo siguiente:
3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 4 Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Mateo 19
La claridad de las palabras del Señor no deja lugar a dudas. Dios diseñó e instituyó el matrimonio para toda la vida. Esto es así porque al honrar el Pacto nos purificamos, nos santificamos, crecemos en Cristo, matamos nuestra carne, morimos al pecado para amar y para servir a otro. El pecado endureció los corazones de las personas para desear la separación al ser egoístas y orgullosos. Algunos interpretan este texto como que Jesús autoriza el divorcio cuando hay infidelidad. Cuando citó la ley se refirió a cuando el pagano se divorcia del que teme a Dios.
Jesús espera que los hijos de Dios se comporten como tales: que el que adulteró ya no cometa ese pecado ni lo practique y que el otro lo trate con la gracia, perdón y restauración que recibe del Padre. Honrar el Pacto Matrimonial es posible cuando nos perdonamos nuestras ofensas pero también cuando dejamos de practicarlas para agradar a Dios y a su cónyuge. Recordemos que tanto esposo como esposa son dos pecadores que procuran amar a Dios y a su prójimo, en este caso el cónyuge, y honramos el matrimonio cuando nos amamos a pesar de las faltas, porque el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8). Amemos como Dios nos ama en su misericordia para con nosotros.
De manera que, si ambos abandonan la práctica de los pecados que los están alejando emocional, física y espiritualmente, entonces se acercarán a Dios y se acercarán entre ellos. Creer en Dios implica creer en su gracia, amor y perdón hacia nosotros cuando no lo merecemos. Si creemos en esto debemos igualmente practicarlo entre esposos. La energía invertida en odio y rencor, inviértanla en amarse y perdonarse.
El dolor y el sufrimiento provocado por las ofensas, la violencia, la infidelidad o la indiferencia provoca en muchos matrimonios entre creyentes que deseen el divorcio. Ellos argumentan que ya no son felices, pero dejaron de trabajar día a día para ser dichosos en su unión. Es una gran contradicción.
Los únicos responsables de un matrimonio herido son los cónyuges. Solo ellos permitieron que la situación llegara hasta donde está. La buena noticia es que así como los cónyuges se esforzaron en distanciarse y pecar uno contra el otro, también pueden trabajar en restaurarlo. En el caso de violencia y maltrato deben separarse por un tiempo mientras ambos son restaurados y que la parte abusadora muestre evidencias de cambio.
No están solos: el poder de Dios lo hace posible y los respalda; la iglesia puede colaborar en ello a través de consejeros bíblicos amorosos y entrenados.
Muchas son las situaciones que tú y tu cónyuge podrían estar atravesando, pero si ambos son cristianos tienen todo para lograrlo dejando a un lado el pasado. En Cristo todas las cosas son hechas nuevas y ustedes deben recorrer este camino de sanación y restauración en el que la fe en Cristo nos ayuda a renunciar a nuestro orgullo y pecado para acercarnos a Dios y al otro. Si realmente creen el Evangelio, pueden.
Vive el Evangelio primeramente en tu matrimonio. ¿No has considerado que Dios pensó el matrimonio para que ahí sea el primer lugar donde repliquemos la gracia, el amor y el perdón que recibimos de él? Es ahí donde nuestra fe se pone a prueba. Busquen a un pastor o un consejero que les ayude a lograrlo paso a paso.
Cuando Jesús pidió que lo unido por Dios no lo separe el hombre los discípulos se quejaron y dijeron que así no conviene casarse. Claro, el ser humano es egoísta y su amor es débil. El cristiano recibe el perfecto amor de Dios, ha nacido de nuevo y ya no vive haciendo su voluntad, sino la del Padre, por lo que un matrimonio cristiano puede amarse y dejar atrás lo que los ha separado entre ellos y de Dios.
Y si alguna situación fuere insostenible, peligrosa o desagradable, el apóstol Pablo nos recuerda que es posible el divorcio con tal de que ninguno de los dos adultere, es decir, que no se vuelva a casar porque lo que Dios unió no lo separa el hombre. Además, es lógico, si no pudiste (por necedad de los dos, porque tu vida está en peligro o solo hay amargura) o no quisiste restaurar tu matrimonio, ¿por qué querrías volverte a casar?
Es un caso diferente cuando un creyente está casado con un cónyuge que no cree en Cristo y este le pide el divorcio, según enseña la Biblia (lee el artículo aquí).
Mi esposo es cristiano igual que yo, pero no quiere que nuestro matrimonio sea restaurado, abiertamente me ha expresado que no me puede y no me quiere perdonar y que no quiere seguir conmigo. Me puedo separar de el? Me hace mucho daño su indiferencia y constante rechazo. El no quiere seguir ni hacer nada por la relación, pero tampoco tiene intenciones de irse, puedo apartarme yo?
El artículo ya da respuesta a su pregunta. Dígame, si un cristiano no quiere perdonar, ¿es cristiano? ¿Qué hace la iglesia con alguien en rebeldía abierta a Dios?
Gracias por tu respuesta. Dios te bendiga. Estoy muy confundida, pues mi esposo es Cristiano, ora, va a la iglesia, pero me ha dicho que no me puede perdonar ( mi falta no fue adulterio ni nada parecido, solo un tiempo de orgullo y muchas peleas) me he arrepentido y he buscado con la ayuda de Dios restaurar el matrimonio, pero él me dice que para el ya es muy tarde todo lo que estoy haciendo… Me trata con indiferencia y me ha expresado ya no sentir nada por mí… Por sanidad de mi corazón, siento que debo alejarme… Está bien si lo hago???? De nuevo muchas gracias
Dios te bendiga
Es aquí donde la Iglesia tiene la oportunidad de ser Iglesia para sanar, restaurar, y particularmente, ayudar a su esposo a que testifique que cree en Jesucristo o que le niega. La Iglesia debe ayudar a aquellos miembros que han perdido la fe, como es el caso de su esposo. Él no necesita simplemente perdonarla o fingir que todo va a estar bien (aunque lo intente de buena gana pero no pueda). Lo que su esposo necesita es recordar el evangelio para tratar con Dios (o que Dios trate con él) y renueve su mente y sea transformado para sanar. Porque si no quiere perdonarla rechaza el perdón que Dios le da de sus pecados. La Iglesia es la encargada de traer y vivir la paz de Dios. Espero que forme parte de una iglesia así o que por lo menos un ministro capacitado que ame a la Iglesia les pueda dar asistencia. Por último, si su esposo se comporta como un incrédulo, es responsabilidad suya comportarse como hija de Dios y es lo mismo si usted fuera el esposo y él la esposa. Recuerde 1 Corintios 7 y que Dios podría sanar a su esposo para que la pueda amar. Ahora que, si su integridad está en riesgo, siempre puede optar por el divorcio considerando que quien se divorcia no puede volver a casarse porque son una sola carne.