Amor… ¡incondicional! ¿Se puede?
Todos quieren ser amados incondicionalmente, pero ¿quién ama así? (más…)
Es común escuchar que debemos esperar en Dios, pero ¿qué significa?
Cuando Beatriz oraba porque Juan le pidiera que fuera su novia le dijeron “espera en Dios”.
Cuando César estaba por terminar la preparatoria y aguardaba los resultados de su examen de admisión para la universidad le dijeron “espera en Dios”. Cuando Alejandro oraba por el trabajo que anhelaba le dijeron “espera en Dios”. Cuando Rosy estaba triste porque su esposo la trataba mal le dijeron “espera en Dios”.
¿Qué habrán querido decir esas personas? ¿Qué se supone que debemos hacer cuando esperamos en Dios… o no hacer? ¿Cómo sabemos que realmente estamos esperando en Dios?
En toda la Biblia vemos que el Señor escucha, bendice y salva a los justos, aquellos que a pesar de ser pecadores tienen como propósito amar a Dios andando en sus mandamientos.
El justo tendrá un fin en el que Dios es su esperanza, su consuelo y su deleite eterno, pero el malvado será destruido (Salmo 73). Quien cree esto vive para Dios, pero quien no lo cree vive haciendo su propia voluntad.
Es importante reflexionar en esto porque podríamos engañarnos a nosotros mismos pensando que buscamos hacer la voluntad de Dios. La única manera de examinarnos a nosotros mismos es meditando en las Escrituras. Si vivimos por ellas nuestros pensamientos y obras serán congruentes con la voluntad de Dios. Le habremos creído y sin importar la circunstancia por la que atravesemos o la petición que tengamos estaremos esperando en Dios de la manera correcta.
No importa lo que ocurra en tu vida, si actúas con justicia en todo lo que haces estarás esperando en Dios.
Bien dijo el Señor que donde está nuestro tesoro ahí estará nuestro corazón. ¿Qué amas más? ¿A Dios o a una persona? ¿A Dios o a tus sueños? ¿A Dios o a tu estabilidad y comodidad? ¿A Dios o a tus planes? Es por ello que cuando pensamos que Dios no hace lo que creemos que debería hacer reaccionamos como necios reclamando con ira, con angustia, con amargura… en ocasiones con blasfemias.
Entonces, haz lo que está en tu mano y Dios se ocupará de lo demás, pero tendrás paz sabiendo que lo que sea que venga estará bien porque obras haciendo el bien en todo lo que haces. Tu respuesta a la prueba será esperar en Dios. Debes tener la certeza de que él es Dios. Probablemente tienes una idea de lo que son las “bendiciones”, y aunque lo que experimentas no lo consideres una bendición, él sabe lo que hace y te está bendiciendo.
No es que él haga lo que tú consideras que debe hacer, es confiar en que lo que ocurra está bajo su control y que, sin importar lo que pase, generará un bien en ti y en los que te rodean porque harás, pese a todo, lo bueno y lo justo. Esperar en Dios es cumplir con tu responsabilidad y la última palabra será la del Señor.
No importa si tus padres no son lo que deben ser, si tu esposo o esposa no es lo que debe ser, si tus empleadores no te tratan con justicia. A pesar de que las cosas no sean lo que esperas, ¿qué es lo que tú debes hacer? Sí, ora, clama, pide… y espera en Dios haciendo lo que te corresponde.
Esperar en Dios te pone en tu lugar y a él en el suyo. Te saca de tu pequeño mundo en el que tú eres el centro y lo pone a él. Te abre el entendimiento para ver más allá de tu nariz y ver las cosas como son, no como te gustaría que fueran.
Es por ello que el salmista pudo escribir algo como esto:
“¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y Salvador!”, Salmo 43:5
¿Qué anhelas con todo tu corazón? ¿Cuáles son tus pensamientos? ¿Cuáles son tus motivaciones? ¿Glorifican a Dios? ¿Producirán amor al Señor o al prójimo? ¿Te apartará del pecado o te esclavizará a él?
Siempre que debemos esperar en Dios por algo en específico es nuestra gran oportunidad para examinarnos y descubrir malos pensamientos, malas motivaciones, malos comportamientos.
Esto nos ayuda a ajustar el rumbo. Dios nos prueba de esta manera, así que no desaproveches la oportunidad. Que el resultado siempre sea agradecer al Señor por su infinita gracia para contigo, su paciencia hacia ti y que pueda perfeccionar su poder en tu debilidad.
7 Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. 8 Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; 9 pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». 2 Corintios 9