La redención que Cristo ganó no se queda en el individuo, sino que tiene como otro de sus propósitos la restauración y reconciliación de la familia.

“Y aconteció que cuando estaban en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató.”

Génesis 4:8b – NBLH

Uno de los temas más relevantes en el estudio y práctica dentro del área de la familia y sus dinámicas es la violencia intra-familiar. Aunque no es el único tema, es un ejemplo claro de los diferentes problemas que existen al interior del seno familiar. Hoy existen diversos programas gubernamentales y planes de estudio en Instituciones educativas que buscan prevenir y atender problemas como la violencia, casos de divorcio, relaciones rotas, entre otras [nos referimos a las disciplinas terapéuticas y de trabajo social, no a la asesoría legal].

Los cristianos no estamos exentos de enfrentar diferentes tipos de problemas en nuestras relaciones personales más cercanas, debido a que vivimos en un mundo caído y nosotros mismos somos pecadores. Los problemas familiares, como el resto de los problemas que enfrentaremos en la vida, son parte de la experiencia en un mundo caído (Juan 16:33, Romanos 8:22-23).

La familia y su origen

Tenemos que dar el primer paso afirmando vehementemente que la familia es una creación de Dios. A diferencia de los estudiosos de la conducta humana en las diferentes áreas y con diversos enfoques, la Biblia nos enseña que la familia no se originó “accidentalmente” para satisfacer las necesidades de los individuos, sea de supervivencia, afecto o comunicación. La familia no tuvo un desarrollo primigenio y progresivo hasta que llegó a su forma final, sino que fue creada desde el principio con una estructura clara que se desarrolla y reproduce.

En Génesis leemos que Dios creó al ser humano conforme a su imagen, primero a Adán, luego a Eva, luego los casó, instituyendo el matrimonio y los bendijo para que procrearan y poblaran el planeta:

“Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo». 

Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen.
    A imagen de Dios los creó;
    hombre y mujer los creó.

Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo».”

Génesis 1:26-28 – NTV

Después de que Dios había creado el Universo, cada cosa que hizo era “buena”, sin embargo, cuando creó a Adán, le dio el deber y la vocación de guardar y proteger el huerto del Edén, pero dijo “no es bueno que el hombre esté solo”. Entonces crea a Eva, su compañera y ayuda idónea, ambos a su imagen y los bendijo como matrimonio, ordenánoles que se reprodujeran y administraran el mundo.

Aprendemos que Dios hizo al ser humano con una dignidad conferida y real (no somos únicamente animales sociales), lo creó como un ser social (no es bueno que esté solo), le asignó deberes, tareas y vocaciones (cultivar y proteger el huerto) y lo creó para vivir en familia: Adán es uno solo con Eva y procrearán hijos que a su vez serán una sola carne cada uno con otra persona del sexo opuesto y reiniciarán el ciclo, con el objetivo de preservar la vida, expandir la humanidad y extender el Reino de Dios en el mundo físico. En el séptimo día, cuando Dios terminó su obra completa (mundo físico y social), santificó o consagró a toda su creación.

“Así quedó terminada la creación de los cielos y de la tierra, y de todo lo que hay en ellos.  Cuando llegó el séptimo día, Dios ya había terminado su obra de creación, y descansó de toda su labor. Dios bendijo el séptimo día y lo declaró santo, porque ese fue el día en que descansó de toda su obra de creación. “

Génesis 2:1-3 – NTV

Dios creó al Universo, al ser humano y a las instituciones sociales como el matrimonio y la familia, así como la vocación de extender su Reino a través del trabajo. La pregunta que emerge es “¿Para qué hizo todo esto?”. El cristianismo histórico, de acuerdo con la Biblia, ha afirmado que Dios creó todo para su gloria, y que el propósito del ser humano es glorificar a Dios y disfrutar de él, de manera que todas las instituciones sociales, incluyendo la familia, fueron creadas para él:

“Pues todas las cosas provienen de él y existen por su poder y son para su gloria. ¡A él sea toda la gloria por siempre! Amén.”

Romanos 11:36 – NTV

Entonces, Dios es el origen de la familia (Efesios 3:14-15) y la familia tiene como propósito glorificarlo. La familia es esta unidad mínima, básica y fundamental para la procreación, desarrollo y florecimiento humano, de manera que éste cumpla con los propósitos establecidos por Dios, para su gloria.

El funcionamiento de la familia

Dado que Dios es creador de la familia y Su creación es buena, debemos afirmar que la familia es buena. Dentro del cristianismo no puede existir ninguna noción que afirme que la familia es una estructura inherentemente disfuncional, regresiva, represiva u opresiva. Cualquier postulado o percepción de que el entorno familiar por sí mismo interrumpe el desarrollo personal o únicamente promueve sujetos traumatizados o frustrados, es erróneo y engañoso.

Dios creó el matrimonio monógamo y heterosexual entre dos seres humanos, ambos trabajando juntos para la gloria de Dios y su servicio, procreando hijos y viviendo todos juntos, cada uno con relaciones particulares entre ellos y roles específicos. Es dentro de este entorno que el ser humano nace, crece, se desarrolla como individuo y como ser social, florece en sus capacidades, descubre su vocación y es instruido en sus deberes para con Dios y el prójimo. De esta unidad sale fortalecido y listo para reiniciar el proceso:

“Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.”

Génesis 2:24 – NTV

La familia es, entonces, creación de Dios, buena, definida y adecuada para la procreación y desarrollo humano para la gloria de Dios.

La caída afectó a la primera familia

Como sabemos, la creación de Dios es buena, sea material o social, pero cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios el Creador, el pecado, la maldición y el sufrimiento entraron a esta creación y a nuestras vidas. Muchas veces pensamos en la caída como algo meramente individual, aunque es cierto que somos responsables ante Dios por nuestros pecados personales y experimentamos en esta vida las consecuencias de ellos. Sin embargo, podemos olvidar que la enseñanza de la Biblia nos muestra que el pecado existe también en la realidad externa a nosotros: corrompe a la naturaleza con catástrofes, enfermedades y diversos males, además de que el pecado se manifiesta en la realidad social del ser humano: sea el matrimonio, la familia, el trabajo, organizaciones civiles y políticas, etc.

Después de que el pecado entró en el mundo, Adán y Eva sufrieron las consecuencias inmediatas, tal como Dios había dicho: El trabajo se convierte en algo que cansa, la vida se hace pesada, dar a luz es doloroso, el mundo natural es agresivo y las relaciones personales entre Adán y Eva se vuelven conflictivas. Adán y Eva tienen dos hijos: Caín y Abel (y probablmente otros no mencionados aún). Como sabemos, Caín y Abel habían recibido algún tipo de instrucción sobre Dios y el ser humano, de manera que ambos llevaron una ofrenda a Dios. Abel reconoce que es un pecador y por la fe obedece a Dios; Caín, el hermano mayor, desobedece y se considera suficientemente adecuado para dar una ofrenda a Dios según sus propios criterios.

Una vez que Caín es rechazado, Dios mismo le advierte que el pecado esta a la puerta, pero Caín no hace caso y es dominado por su pecado. El resultado es que su enojo y envidia dan fruto en sus acciones y asesina a su propio hermano por medio del engaño. Asombroso, el primer ser humano que nace en este mundo es el primer asesino.

A partir de aquí aprendemos que el problema que corrompe las relaciones familiares no es, en última instancia, emocional, económico, psicológico o relacional, sino espiritual: Caín asesinó a su hermano “porque era del maligno” (1 Juan 3:12).

Nuestros problemas familiares tienen su origen en nuestro pecado, tanto individual como grupal y se expresa en las tensiones y conflictos emocionales, relacionales y de otros tipos.

Familias rebeldes, familias rotas

El orden lógico es tal como lo planteamos y no al revés. No nos encontramos con familias rotas, sino que somos individuos y familias rebeldes, además de rotas. Como podemos observar en Génesis, las unidades familiares se extienden formando grupos mayores, sin embargo, tanto en Génesis 6 como en Génesis 11 la humanidad en conjunto se comporta con rebeldía: Violencia, paganismo, impureza, depravación, orgullo y obstinación. La historia de la humanidad es la historia de familias que se rebelan contra su Creador y en el contexto de la rebeldía y pecado están llenas de quebrantamiento:

Su boca está llena de maldición y amargura».
 «Se apresuran a matar.
     Siempre hay destrucción y sufrimiento en sus caminos.
 No saben dónde encontrar paz».
     «No tienen temor de Dios en absoluto».

Romanos 3:14-18 -NTV

¿Debería de sorprendernos escuchar sobre violencia intra-familiar y abusos? ¿Debería ser extraño escuchar o experimentar aislamiento, rencores, falta de perdón, violencia verbal y emocional, falta de confianza y comunicación, traiciones, etc.?

La redención de una familia

Dios llamó a una familia dentro de un grupo étnico definido cuando llamó a un hombre que viviría en perfecto amor hacia su Padre Dios y hacia su prójimo, siendo no sólo ejemplo sino regalo de Dios para nosotros.

De una de las familias paganas, Dios llama a Abraham y de él y sus descendientes (familia) crea una nación (Génesis 12:1-3; Romanos 4:17), de la cual nacería Jesús de Nazaret, llamado el Cristo. Jesús es el Hijo eterno de Dios encarnado, humanado (Juan 1:14).

Cristo Jesús nació, creció, se crió y desarrolló en una familia: Su madre fue María (o Miriam, según la traducción que se use), su padre legal José y tuvo otros hermanos. Jesús vivió en sujeción a sus padres terrenales y creció en sabiduría, estatura y gracia, hasta el punto en que Dios mismo dijo desde el Cielo “Tú eres mi hijo amado” (Lucas 2:52; 3:22).

Sin embargo, Jesús ya sabía a sus doce años que su Padre era Dios mismo y que su vida estaba determinada por su relación con el Padre y la misión que el Padre le había dado. A diferencia de Adán y Eva, Caín y el pueblo de Israel, Jesús obedece perfectamente a Dios, nunca peca y como resultado vemos en él una vida llena de devoción a Dios, amor y misericordia a otros. Jesús, además de ser Redentor, Maestro y Predicador por excelencia, es un maravilloso amigo, el mejor amigo de Pedro, Juan y Jacob: el amigo de los pecadores. Jesús trata a otros con la dignidad que Dios les confirió por ser Su creación, incluyendo a las mujeres; defiende al débil y consuela a los quebrantados.

Lo que Jesús nos muestra con su propia vida es que un ser humano puede vivir una vida llena de amor, alegría, compasión, fuerza, valor, propósito y, si se quiere decir, funcionalidad, cuando se vive para otros. Jesús no vivió para sí mismo, sino para Dios y para su prójimo; él vino a morir en la cruz y nos enseñó que fue ahí por amor a su Padre y por amor a los que creerían en él. Su vida no estaba centrada en él mismo ni en sus sufrimientos o limitaciones, tampoco en lo que otros le hacían; aunque sufrió la traición y el rechazo, su vida estaba centrada en Dios, en el propósito que su Padre le dio y en el servicio amoroso a otros. Gracias a su vida perfecta y su sacrificio en nuestro lugar, es que nosotros podemos ser perdonados de nuestros pecados, salvados y reconciliados con Dios (Colosenses 1:19-22).

El fundamento de nuestra salvación es el mismo fundamento de nuestra restauración personal y familiar: Lo que llevó a Jesús a vivir en obediencia al Padre sin pecado, morir y pagar por nuestros pecados para redimirnos y reconciliarnos con Dios fue su amor a Dios y al prójimo (Gálatas 2:20; Juan 8:29). Por cierto, se trató de amor inmerecido: amor a familias rebeldes.

Cuando nuestros pecados son perdonados, debemos entender que nosotros somos los transgresores y que Dios ha tenido misericordia inmerecida por nosotros. Dios tuvo la iniciativa de reconciliarnos con Él al darnos a su propio Hijo amado. Nosotros éramos “enemigos y extranjeros”, pero Él vino por nosotros. Dios nos muestra cuál es el fundamento de la reconciliación y Él quiere que personas reconciliadas con Él se reconcilien con su prójimo y lo amen. Perdón y misericordia se mostraron en el contexto de la enemistad y transgresión, así que nosotros debemos mostrar gracia, amor y perdón en el contexto de familias quebrantadas.

“Queridos amigos, sigamos amándonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.

 Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros.”

1 Juan 4:7-12 -NTV

La vida cristiana en familia

La vida cristiana en familia no se caracterizará por la perfección, sino por la fe y el amor, así como los otros componentes del fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. La fe, el amor y las demás virtudes se mostrarán por las actitudes que mostramos unos a otros en el día a día, tales como la paciencia, la comprensión, el perdón, la confianza, el diálogo y los intentos por construir buenas relaciones entre los miembros. Sin embargo, no se queda ahí, sino que las actitudes se materializarán en acciones concretas y cotidianas, de acuerdo con el orden que Dios estableció para la familia en la creación, así como la obediencia a los mandatos que Él estableció en el resto de su Palabra. Éstos mandatos se examinarán en una secuela a este artículo, donde aterrizaremos las enseñanzas y principios bíblicos para vivir vidas de reconciliación que glorifican a Dios reflejando el Evangelio.

Conclusión

La familia es una creación divina; Dios nos creó para vivir en familias y glorificarle de manera individual y grupal. La familia en la estructura que Dios diseñó es fundamental para la procreación, desarrollo, florecimiento y expansión del ser humano. Debido al pecado, nuestras familias sufren violencia, abusos, heridas y diversos tipos de disfuncionalidad, sin embargo, Jesús nos mostró de maneras prácticas cómo vivir en amor a Dios y al prójimo, no sólo ganando nuestra salvación y reconciliándonos con Dios, sino dejándonos el ejemplo para vivir vidas de fe, amor y reconciliación, no “en teoría”, sino en la realidad, en la familia.

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. “

1 Juan 3:18 -RV1995

“Danos un bello hogar”

Danos un bello hogar: donde la Biblia se pueda ver;
Donde tu amor bienestar nos dé; donde en ti todos tengan fe.
¡Danos un bello hogar! ¡Danos un bello hogar!

Danos un bello hogar: donde el padre es fuerte y fiel;
Donde no haya sabor a hiel, donde en su ambiente haya solo miel.
¡Danos un bello hogar! ¡Danos un bello hogar!

Danos un bello hogar: donde la madre con devoción,
Sepa mostrarnos su compasión.
Donde tú habites con santa unción.

¡Danos un bello hogar! ¡Danos un bello hogar!

Danos un bello hogar: Donde los hijos podrán saber
Cómo Jesús los quiere ver a su amparo y así vencer.
¡Danos un bello hogar! ¡Danos un bello hogar!

Joshua Belmontes estudió Economía y Microfinanzas en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha sido profesor de Español como Segunda Lengua para el ministerio Avance Juvenil, ha recibido cursos de Teología por parte de ministerios Ligonier y enseña en la Escuela Dominical de su iglesia local.

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