Todos quieren ser amados incondicionalmente, pero ¿quién ama así?

Esta expectativa no es única de los matrimonios o los noviazgos, se repite en todos los tipos de relaciones, sean familiares, de amistad y ¡hasta de trabajo!

Exigimos amor incondicional pero todos hemos hecho algo tonto de lo que nos arrepentimos porque sabemos que afectó o lastimó a alguien más. Debido a que no podemos amar así muchas veces estamos dispuestos a recibir y a dar algo que definitivamente no es amor. ¿Qué hacer?

Amor a nuestra conveniencia 

La convivencia con otros puede sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Nos hacemos a la idea de que algunos nos van a querer y otros a odiar. Muchas veces, hay tanto miedo a relacionarnos con otros que preferimos ser ignorados e ignorar para evitar el dolor de echarlo todo a perder o de ser víctimas, otra vez.

Nuestra lógica humana dicta que, si te hicieron daño, debes correr a toda prisa. Entre más lejos, mejor. Ahora que, si nosotros fuimos los que herimos, buscamos la mejor razón para justificar nuestras acciones para concluir que el otro lo tenía bien merecido. Vivimos en puras contradicciones.

No estoy diciendo que aprendas a ser un buen tapete por el que otros pasen por encima. Lo que digo es que exigimos mucho de los demás y cuando se trata de nosotros no somos justos. Para dar amor debemos conocer qué es el amor y el amor es una persona: Dios.

Amor incondicional: la gracia de Dios

Suelo escuchar cosas como que nos alejamos de la gente que no nos valora o que nos lastima. De ser verdad, adelante, pero muchas veces es egoísmo disfrazado de amor propio, autoprotección, autoestima y cosas similares.

Queremos correr de una relación cuando no hemos amado en realidad y solamente hemos esperado que la otra persona haga lo que esperamos que haga. El otro piensa exactamente igual. ¿Cómo vamos a relacionarnos sanamente si solo somos egoístas?

Lo que aprendemos de Dios lo leemos en palabras de Jesús como estas:

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa tendrán? Mateo 5:44-46 (RVC)

Algunos argumentarían que tal cosa es amarse muy poco o nada. Al contrario, cuando mi amor al otro depende de su “desempeño” la relación está centrada en mí, no en dar amor. Eso significa no que no me amo, sino que me amo demasiado; tanto, que me impide amar al otro.

Por el contrario, tener un concepto adecuado del amor implica recordar que también fallamos y que necesitaremos ser amados, perdonados, reconciliados cuando eso ocurra.

Al no estar dispuestos a amar así lo que hacemos es tratar a las personas como cosas. Cuando no estamos dispuestos a perdonar nos consideramos superiores, siendo orgullosos y soberbios. Al no amar nos deshumanizamos.

La gracia de Dios nos permite ser amados por él aunque no lo merecemos con el objetivo de reconciliarnos con él al cambiar la ofensa por el amor. Eso significa que en un primer momento recibimos ese amor para ser transformados, y entonces después podremos amar también.

De manera que no podemos amar de manera plena sin Dios, sin recibir su amor, sin conocerlo, sin aprender a amar como él y sin la voluntad de amar como hemos sido amados.

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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.

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