Navidad 5: Un mensaje de los cielos para los humanos
Esto es lo que dice Lucas en el quinto capítulo de su evangelio. (más…)
Identifica los engaños sobre el pecado en los que caemos. La Biblia enseña que el amor de Dios es tal que ha hecho posible que podamos ser llamados hijos de Dios (1 Juan 3:1). Eso no significa, como dice el líder de la iglesia católica, que absolutamente todos seamos hijos de Dios por el hecho de haber sido creados por él (como dice en este video).
Si seguimos leyendo el pasaje citado, encontraremos que “el mundo no conoce a los hijos de Dios” porque tampoco conoció a Dios. Entonces, no todos los seres humanos son hijos de Dios. Pero aquellos que somos hijos de Dios ya lo somos a pesar de que aún no somos lo que “hemos de ser” (3:2 RVC). Algunos interpretan esto como una licencia para pecar, ahora con la aprobación del Señor. Como esta, hay varias actitudes incorrectas hacia el pecado que se deben a interpretaciones equivocadas.
Si bien es cierto que aún estamos en un cuerpo de pecado y que las tentaciones están presentes, no significa que vivamos practicando las cosas malas de las cuales el Señor nos rescató si en verdad creímos en él.
Al seguir leyendo el texto bíblico de 1 de Juan dice que los hijos de Dios esperan en él y que todo aquel que espera en él se purifica a sí mismo, como él es puro (3:3 RVC). ¿Cómo puede uno purificarse a sí mismo? En la ley de Moisés, los levitas debían bañarse y lavar sus ropas para ministrar en el tabernáculo o en el Templo, y justo antes de entrar en acción debían lavarse solo las manos. Esto era así siempre.
De la misma manera, cada uno que se llame hijo de Dios ya está limpio por la sangre de Jesús y solamente debe mantenerse purificando del pecado cometido en el día a día, pidiendo perdón, reconociendo y confesando el pecado a Dios y mostrando verdadero arrepentimiento, abandonando la práctica de las maldades e injusticias que se hayan hecho.
Si bien es cierto que no podemos perder lo que no ganamos, como es el caso de la salvación, para saber si somos salvos debemos preguntarnos si seguimos esclavizados al pecado. En Romanos 6 el apóstol Pablo explica que el hijo de Dios crucificó su vieja naturaleza en la cruz para no servir más al pecado. Significa que ya no comete los pecados que practicaba antes de poner su fe en Cristo y reconocerlo como Señor de su vida.
Pero es Dios quien justifica al pecador, no porque deje de pecar. Abandonar la práctica de pecados es únicamente nuestra respuesta de fe en el sacrificio de Jesús en nuestro lugar, porque él llevó el castigo de nuestras injusticias. Si de verdad creemos esto, ¿seguiremos esclavizados al pecado? ¡Claro que no!
7 Hijitos, que nadie los engañe, el que hace justicia es justo, así como él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, ni ama a su hermano, tampoco es de Dios. 1 Juan 3 (RVC)
Entonces, en 1 Juan encontramos que el hijo de Dios experimenta un cambio de naturaleza, de la carnal a la espiritual, que se manifiesta en su comportamiento. En lugar de practicar el pecado ahora practica la justicia. Deben examinarnos conforme a las palabras de las Escrituras, no sea que muchos que se llaman cristianos piensen ser salvos y no lo sean.
Desde el principio, Dios ha establecido qué es lo bueno y lo justo, y qué no lo es. Por eso escribió el autor de Hebreos que le espera el infierno a quien practica el pecado deliberadamente después de haber conocido lo que Dios aprueba y desaprueba (Hebreos 10:26-27). Ahora leemos y entendemos mejor el verso 6 de 1 Juan 3, cuando dice que “el que permanece en él, no peca”, y que quien “peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido”.
Es muy simple y muy claro el texto. Si permanecemos en sujeción a Cristo como nuestro Señor tendremos libertad del pecado para dejar de servir a la maldad y, en adelante, servir a Dios con todo lo que somos.
Si volvemos a Romanos 6 leeremos que por esta libertad podemos evitar que el pecado domine nuestro cuerpo mortal.
12 Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. 13 No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. 14 Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia. Romanos 6
Estar bajo la gracia, dice el verso 14, es ser libre en Jesucristo, no para seguir pecando y pretender que Dios perdone nuestra rebeldía, sino para alejarnos del pecado sabiendo que eso nos separa de Dios. Estar bajo la gracia en realidad significa que somos libres del poder que el pecado ejercía en nosotros, cuando decíamos –sé que esto es malo, pero no puedo dejar de hacerlo–.